martes, 20 de enero de 2015

Otro fin de semana más

Otro fin de semana más. La noche del viernes cubre su alma con la plácida incertidumbre de lo desconocido, la incertidumbre de lanzarse a la aventura en aquella jungla de jóvenes cuerpos sudorosos y ávidos de hedonismo. Las luces de la discoteca tapizan su cielo estrellado con rosáceas supernovas y azuladas constelaciones, bañando rostros de mirada perdida y sonrisa embriagada, mientras la música machacona martillea oídos y corazones al compás del último éxito del momento.

Allí está ella, cual ángel solitario y bello, en otro infructuoso intento por transformarse en diablo. Ojos negros y profundos, en su mirada todavía asoma la candidez de la niñez perdida; su tez luce pálida, aún no acariciada lo suficiente por el sol de primavera, ignorante de todos los encantos que en su interior atesora. Unas furtivas caladas de maría aún la recorren las venas, el regusto alcohólico de una copa de ron se desliza por su garganta, adormeciendo por momentos su timidez escondida. No sabe bien lo que busca, o tal vez sí pero no puede reconocerlo, a riesgo de tener que salir de allí huyendo a toda prisa ante la imposibilidad de obtenerlo. En cada rostro, miradas henchidas de ternura, en casa beso, latir desbocado de corazones y amargos desengaños. Algunas veces, pocas, la complicidad de unas caricias y los embriagadores efluvios de la noche la animan a traspasar la delgada línea de lo prohibido, esa que todos hemos cruzado en alguna ocasión.

La densa atmósfera encerrada entre las cuatro paredes se cambia entonces por el más acogedor habitáculo de un automóvil, que como si se tratase de una lujosa suite se transforma en alcoba de improvisados achuchones, de besos pasionales aderezados con el sabor de la ginebra, de caricias infinitas regaladas sin recato, de gemidos de placer intercambiados con un casi desconocido que por unos minutos se convierte en su alma gemela, en el amor deificado de su corta vida, en un para toda la eternidad y hasta que la muerte nos separe, en un te quiero nunca dicho mientras él se deja la piel entre esforzados empellones que se clavan una y otra vez en su corazón, que trota resoplando por los intrincados vericuetos del placer.

Sus manos se elevan hacia el cielo intentando detener la roja bola de fuego que puntual acude a su cita matutina. Por mucho que lo intenta, siempre amanece, imposible contener el inevitable discurrir de los astros. Vuelta a casa, encerrada en el pequeño refugio de su habitación, el rimel corrido bajo los ojos, la pasión todavía a flor de piel, el ego escondido en sus zapatos. Acaricia con cariño la suave tersura de su único amigo, aquel que nunca la traicionará, el único al que se atreve a contarle sus intimidades. Abre el diario por la página del sábado, todavía luce impúdica su inviolada virginidad, mas no será por mucho tiempo. La tinta se desborda en un orgasmo incontenido, hilando las palabras a manos de una experta tejedora de sentimientos. “Otro fin de semana más. Nada especial que destacar. Sigo buscando”.


2 comentarios:

  1. Envidia sana me ha entrado al leer este relato, Jorge. Qué bien has sabido expresar el estado de ánimo de la protagonista, su tristeza, su soledad y el ansia por buscar en la noche frenética la manera de romper con ella. Como sabes, el final de una historia puede destrozarla o engrandecerla. El de esta historia es magnífico. La escena de ese amanecer de regreso a casa, el encuentro con su perro y la última frase que te dejan el corazón en un puño con la soledad que transmite me ha parecido genial. Felicidades, de corazón. Un abrazo

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  2. Este es un relato un tanto antiguo, de mis comienzos en TR, de hecho está a medias inspirado en cirt@ usuari@. Con el tiempo lo he pulido un poco respecto a la versión original, pues entonces tendía a adjetivar de manera un tanto compulsiva resaltando características obvias de un sustantivo que no aportaban nada al texto y sólo entorpecían la lectura. Aunque al tratarse de prosa poética la adjetivación, siempre medida, le da más peso al texto. Estoy de acuerdo en que un buen final (no se si este lo es) es una parte muy importante del relato y puede marcar la diferencia en la sensación final que deja en el lector, pero un buen final debe sustentarse siempre en una buena historia que debe conducir a él, sino el autor da la imagen de un prestidigitador que se saca un final de la chistera que no ha sido trabajado previamente en el relato. Un apunte, la referencia al único amigo es hacia el diario de la protagonista, al "único a quien se atreve a confesar sus intimidades" ;). Muchas gracias por pasarte Ana, y por tus alabanzas que no se si merezco. Un abrazo.

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