Siento vértigo
cuando echo la vista atrás, todo era más sencillo cuando niño. Después llegaron
los sustitutos, idénticos a nosotros pero modificados genéticamente para
liberar a la humanidad de la ingrata condena del trabajo. Resistentes,
obedientes… esclavos. Sólo las profesiones especializadas quedaron a cargo de
humanos, la chusma recibe una renta que les permite sobrevivir y complacer con
cierta holgura sus caprichos. Mas pronto comprendimos que el exceso de ocio
puede ser tan pernicioso como su falta. La producción industrial se disparó y
con ella la contaminación y las enfermedades; hace años que apenas nacen niños
y solo los más adinerados alcanzan a costearse tratamientos de fertilidad. Entre la
masa desocupada aumentaron el consumo de drogas y la delincuencia. Este
es mi mundo, en el cual me encargaron un trabajo que, jamás imaginé, tendría
que realizar. ¡Un sustituto había cometido un asesinato!