Apenas cinco
niños suelen corretear por los caminos de la aldea de Ulloa, un lugar tiznado
por el verde de los prados. Antaño eran aún menos, pero ahora la gente huye de
las ciudades. Hace seis meses una pareja de hippies se instaló a las afueras,
en un vetusto caserón que les debe una segunda juventud. Y con ellos
vino Luna.
Hay una
atracción indescifrable en lo diferente. Luna peina una larga cabellera
azafranada, del color del fuego. El padre de Mateo dice que seguro tiene
ascendencia vikinga y, por lo que el chaval ha podido leer en algunos libros, está convencido de que es cierto y que de ahí le vienen también las
pecas de la nariz. Luna va un curso más adelante que Mateo. Hoy la mayoría de
los adultos se han ido al pueblo.
Van a
protestar, que son cosas de mayores. No quieren que la fábrica de celulosa se
instale en esas tierras. Algunos dicen que dará trabajo y otros que se llevará
más de lo que deja. Hablan de contaminación, del aire insano, de todo lo que aguas
abajo llegará a la ría. El abuelo de Mateo se queja de que no podrá ir más a
pescar truchas, ¡con lo que le gusta! Pero al muchacho solo le importa que
después de dar de comer a los animales, bien se lo ha encargado su madre, tiene
toda la tarde del sábado para hacer cuanto quiera. Ha decidido caminar hasta el
río.
Hay un banco
de arena en un meandro, donde el caudal es manso como una mañana de abril. Allí
van a veces los rapaces a bañarse. Mateo se sienta sobre una roca y tira un
guijarro. El agua fresca le araña los pies desnudos. De repente, otra piedra cae
ante él y contempla la luna reflejándose en el espejo líquido, ¡a plena luz del
día!
—A
mí también me gusta ver como las ondas hacen círculos.
Luna se
acomoda a su lado. Sobra espacio en la roca, pero Mateo siente como su cadera se le pega empujándolo hacia el borde. La mira de reojo, acobardado por la quemazón que le destempla el cuerpo. Viste una camiseta sin mangas y un pantalón corto. Las
sandalias que calzaba quedaron varadas en la orilla. Se recoge el pelo en
una coleta. No han hablado hasta ese día y parece que todo vaya a quedar en un
monólogo.
—¿No te has metido
nunca? —dice al fin Mateo.
—Está fría.
—Solo al
principio.
—De donde
vengo, las playas son inmensas y el agua del mar es caliente.
—¿Y cuál es
ese sitio? —Mateo ya sabe la respuesta, los vikingos vienen de un lugar llamado
Escandinavia.
—En el
Mediterráneo.
—¿Eso está en
Dinamarca?
—¡No, tonto!
—¿Ves aquel de tronco grueso y hojas con dientes de sierra? ¡Es un roble!
—¿Ah sí? ¿Y aquel
otro?
—Eso es un
castaño —responde Mateo hinchando el pecho.
—Creo que
dentro de poco no quedará ninguno.
—¿Por qué no?
—La fábrica.
Mis padres dicen que plantarán eucaliptos por todos lados. Con su madera se hace
el papel.
—Se quemará
todo, lo he visto. El bosque será devorado por una bola de fuego, del color de
tu pelo.
—Entonces me lo
teñiré. ¡Lo pintaré de verde!
Los dos jóvenes
se sumergen en un silencio confidente. La claridad se filtra entre las
frondosas y Mateo repara en la silueta alabeada de la chica, donde unos senos
incipientes se recortan a contraluz.
—¿Sabes, Luna?
Acabo de decidir que yo tampoco quiero que hagan aquí la fábrica.
Ya muriendo la
tarde, Luna y Mateo caminan de vuelta a casa. Los pájaros que anidan en las
copas le trinan al sol poniente y Mateo, casi sin darse cuenta, toma la mano
suave de la niña, que se deja hacer con una media sonrisa.
No existe
lugar que pueda retener un alma inquieta. El viejo coche, cargado hasta la
extenuación, se llena también con el peso de dos adultos y una chica de largo
cabello azafranado. Parten en busca de una nueva aventura. Al arrancar, va
dejando una estela triste y polvorienta en el camino.
—¡Luna, no te cambies el pelo!
Mateo corre
detrás, con el rostro bañado en lágrimas. La joven asoma por la ventanilla y
agita la mano.
—¡Y tú no
dejes que arda el bosque!
Mateo no sabe
si podrá cumplir la promesa. Pero si sabe que cuando sea mayor buscará siempre,
allá donde vaya, el dulce influjo de la Luna.
Una tierna historia de amor entre dos adolescentes, compartiendo naturaleza, como bonito homenaje al maestro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Chema. Un abrazo.
EliminarUna bonita historia que nos cuentas. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias mamen. Un abrazo.
EliminarMuchas gracias, Jorge, por participar con este relato en el homenaje a Delibes. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias a ti Marta por proponer este reto. Un abrazo.
EliminarUna bonita y tierna historia de amor, en un entorno natural bajo amenaza, que conlleva una importante crítica social a esa industria devoradora de naturaleza. Me ha encantado cuando Luna prefiere teñirse el pelo de verde si se quema el bosque. Estupendo relato. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Maite. Esa industria es una amenaza real que amenaza en estos momentos precisamente el corazón de Galicia. Ojalá no se haga realidad. Muchas gracias. Un abrazo.
EliminarHola, Jorge, qué bonita historia de amor en un pueblo amenazado por el futuro. Me ha recordado también al Camino de Delibes, obviamente, con ese comentario que hace Marcos a Luna, al estilo del que Daniel hizo a la chica que primero no le gustaba y luego sí.
ResponderEliminarTe felicito, muy bien escrito.
Un abrazo. 🤗
Hola Merche. Si que es cierto que los protagonistan tienen un cierto aire a Daniel y a Mariuca (la Uca-Uca), y supongo que también tienen sus propias particularidades. Muchas gracias por comentar. Un abrazo.
EliminarUn gusto leerte de nuevo, Jorge. La sutil prosopopeya de ese primer párrafo conduce a un paisaje de ternura, no solo en lo evidente, también en esos ojos de niño que se asoman a los problemas de los mayores. El niño hace al bosque más bosque, y el bosque hace al niño más niño, y quien lo lee, cargado ya de años, se pregunta si las cosas no son en realidad como él las ve, y si no ha hecho más que desaprender. Suave y dulce también esa inevitable epifanía que ya apunta en el rapaz, cuando se atreve con esa mano sin saber, porque no puede saberlo, que los más grandes y mejores amores terminan siempre así, de la mano, justo como empiezan, porque eso también va de aprender y desaprender.
ResponderEliminarUn abrazo, mejoras en cada escrito, será que te leo como quien ve a ese sobrino de a una vez al año y le nota mucho más los estirones.
Hola Isra. A veces con los años tendemos a ser más pragmáticos y buscar en las cosas solo su lado útil, o económicamente útil, dejando de lado lo que realmente las hace valiosas. Los niños son más puros en sus sensaciones, y si, a veces deberíamos desaprender para volver a ser niños. Este relato va de cosas que empiezan y cosas que acaban, como la vida misma. Muchas gracias por tu generosos comentario. Un abrazo.
EliminarSalud, Jorge! Conmovedor todo tu relato, desde ese bosque a medias quemado y a medias tan vivo y verde, hasta ese primer amor que lleva fuego en el pelo de la niña y verde en el alma del muchacho. Tan bien llevado! Ternura, belleza y destrucción mezcladas tanto en la naturaleza como en los seres humanos. Un abrazo
ResponderEliminarHola Juana. Vida y muerte se mezclan en el relato, en el presente y en ese futuro amenazador. Belleza y deformidad, como s dice al principio. Un abrazo.
EliminarUn relato bellísimo, tanto por la historia que contiene como por el estilo narrativo del que lo has impregnado. Me ha encantado. Felicidades.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Josep. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo.
EliminarUn relato narrado con un ritmo suave y envolvente y con mucho amor a la naturaleza. Pasas de la soberbia descripción de los bosques, quemados y no quemados, a los sentimientos del niño. La relación de los dos pequeños y sus diálogos parecen directamente reales. Has volcado aquí toda tu sensibilidad poética, transformando ese encuentro infantil en una preciosa pintura de dos niños en un río… pero además tambaleas nuestras conciencias por esos árboles que no tardarán en morir, tal cual las barbaridades que ocurren en Galicia. Trágico y dulce a la vez, como la vida misma.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Maite. La verdad que aqui en Galicia sabemos algo de barbaridades ecológicas, asolados como estamos por la plaga de eucaliptos y los incendios que propagan. Cualquiera que conozca la problemática de cerca lo sabe de primera mano. He pretendido mostrarlo desde la visión ingenua de dos niños, que no saben de muchas cosas pero son muy sabios en otras. Un abrazo.
EliminarUna bonita historia de amor entre contrapuntados personajes como el de los árboles del principio, viejos sanos y nuevos quemados, anunciando el posible desenlace.
ResponderEliminarComo el pueblo y la industria , también extremos que no se pueden conciliar, porqie si la industria se instala, ya no será un pueblo.
Quizás los chicos contrapuestos sean los únicos que pueden ser afines.
Abrazooo y suerte
Hola Gabiliante. Ciertamente es una historia de contrastes, muy bien apreciado. Un abrazo.
Eliminar¡Ay Jorge, qué hermosísima historia de descubrimiento del amor juvenil, inocente, limpio! La naturaleza envuelve todo, con sus dos caras, la verde, la de los prados frescos, la de hayas, robles y castaños que rezuma autoridad, y la negra de la tierra quemada, la de los troncos calcinados, y el gemido del viento que anuncia la llegada de la industria, el fin de un mundo que arrasamos impunemente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Marlen
Hola Marlen. El encanto del campo está en su pureza, cuando se trastoca deja de ser lo que era para convertirse en otra cosa. Un abrazo.
EliminarSin duda, el realismo poético de “El camino” lo has bordado desde el título “El dulce influjo de la luna”, y desde el primer párrafo se percibe la frontera entre la belleza y la deformidad, dos parámetros opuestos que se unen en tu relato. El olor a hollín y el aroma de la naturaleza por otro lado. Entiendo el dolor de un hijo de Galicia ante la quema de los troncos centenarios. Un crítica social más que conseguida con esos cinco niños “tiznado por el verde los prados” ¡qué frase grande, Jorge! ¡Los he visto y hasta olfateado!
ResponderEliminarLos diálogos tan naturales entre luna y el muchacho, más que conseguidos. Cada vez escribes mejor, compañero. Deber ser por el dulce influjo de la luna :)
Un gran trabajo, Jorge. Me gusta mucho las denuncias sociales indirectas, sin panfletos ni alaridos, tal como lo has hecho y escrito.
Hola Isabel. En efecto la denuncia debe ser como dices, cuando hablamos de literatura, sino estaríamos cultivando otro género. En este caso me toca de lleno pues se trata de la comarca donde pasaba mi infancia. El progreso, supongo. Un abrazo.
EliminarQue historia más dulce! Sin duda el destino del campo y de los pequeños pueblos siempre estará en manos de las nuevas generaciones! Un abrazote y mucha suerte en el concurso!
ResponderEliminarHola Marifelita. Ojalá lo estuviera. Un abrazo.
EliminarSe han tenido que separar.
ResponderEliminarPero han contraído un compromiso, intecambiado promesas que pretenden cumplir.
Saludos.
Hola Demiurgo. La vida da muchas vueltas, quien sabe si el destino los juntará de nuevo. Abrazos.
EliminarTierna historia de amor adolescente con el fondo de un destino al que muchos pueblos han estado condenado. Mucha suerte. Un abrazo!
ResponderEliminarHola Lady_p. Los pueblos sufren muchas condenas, pero ninguna mayor que aquella que atenta contra su propia esencia. Un abrazo.
EliminarHola Jorge, un relato bellísimo, casi poético. Narras muy bien y con delicadeza ese amor incipiente en medio de la naturaleza amenazada. El drama final es digno del relato. Me ha encantado.
ResponderEliminarHola Ana. La naturaleza se presta a la poesía, siempre que siga siendo eso, naturaleza. Un abrazo.
EliminarUna hermosa historia de amor, ese amor inocente, el primer amor. En un lugar que se debate entre la naturaleza y el "progreso" contaminante.
ResponderEliminarEs muy bonita, saludos.
PATRICIA F.
Hola Patricia. Las cosas que suceden en la infancia y la adolescencia siempre quedan grabadas en un lugar especial. Un abrazo.
EliminarLa primera vez que se advierten las llamadas al corazón de una personita, y nota cómo se encalabrina, no tiene parangón. Me gusta y hechiza el aire que está a acaballo entre lo palpable y la quimera; las descripciones enamoran tanto como los propios personajes; es un canto bucólico, tierno, añorante, esperanzado, con ecos incluso druídicos. Toda la atmósfera envuelve al lector y no es la primera vez que se dan tales disyuntivas en enclaves rurales entre la desmejora del medio ambiente y el avance para lograr una vida con ciertas ganancia s de todo orden. Tu pluma de ánsar al escribir no desfallece.
ResponderEliminarRecibe Mis Consideraciones más distinguidas.
Hola Juan. Lo rural deja de serlo cuando se desvirtúa, en mi opinión. Igual que el amor, que en este caso es el puro y tierno de aquellos que por primera vez lo experimentan. Un abrazo.
EliminarHola, Jorge. Como siempre, un relato magnífico que destila dulzura y amor por la naturaleza, narrado con un ritmo preciso y certero. "Hay una atracción indescifrable en lo diferente". Muy buena frase, compañero. El final, emotivo y realista, también me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo y suerte.
Hola Enrique. La realidad muchas veces se encarga de hacernos despertar con una bofetada. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo.
EliminarQué bonita la historia de la chica de pelo azafranado. La pelirrojas dejan huella 🍀
ResponderEliminarHola de la Flor. A ver si vas a ser tú pelirroja! Un abrazo.
EliminarHola Jorge un relato agradable, emotivo y que da morriña. Bien contado. Suerte. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Ainhoa. Ay esa morriña! Un abrazo.
EliminarHola, Jorge. Que relato más entrañable has podido construir con un escenario tan terrible como puede ser el desolador paso de un incendio. El primer amor es el más difícil de olvidar y Mateo, allá donde le lleven sus pies, seguro que recordará a Luna en cada fuego que presencie (espero que no pace de ser un pábilo encendido o el que alumbre la noche en San Juan). Esa carrera tras el coche me ha recordado el final de Verano Azul (¿siento vergüenza por decirlo?, para nada pues forma parte de una infancia que me niego a ocultar). Pancho detrás del coche de Bea es una manera excepcional de reflejar el final de un amor y el posterior comentario de Julia: "Venga, vamos a emborracharnos", no tiene desperdicio, je, je, je.
ResponderEliminarEn fin, un muy buen trabajo para este reto. Felicidades.
Hola Bruno. No te preocupes, que aquí muchos, entre los que me incluyo, somos de Verano Azul. Y seguramente aprendimos de la serie más de lo que creemos. Un abrazo.
Eliminar¡Hola Otra vez J o r g e ! He puesto un comentario respecto a las dudas que tenías de "Rueda–9".Ahora que hemos cerrado la primera fase de la lid literaria es el momento. Gracias por tus atenciones.🌕🌕 (es el último de los recién puestos)
ResponderEliminarHola Juan. Ya te he comentado en tu relato, gracias por avisar. Un abrazo.
EliminarEs la fabrica o morir lentamente de hambre y en el mas atroz de los atrasos.
ResponderEliminarEs un debate de si debemos industrializar los campos: La vida agraria no produce mucho dinero, la fabrica llenaria los bolsillos de muchos, pero si, hay un coto grande: Perder el campo que es un tesoro en si mismo.
Quizas podrian zanjar con el propietario de la fabrica y mantenerla "pequeña".
Eso si no se si he usado papeles de eucalipto, pero se me antojaria que debe ser algo de muy buena calidad.
Hola Jose. Comprendo tu punto de vista pero en este caso no puedo estar de acuerdo.
EliminarEn primer lugar me parece un error relacionar campo con atraso. La vida rural tiene sus propia dinámica económica, social, paisajística y de equilibrio con el entorno y es perfectamente compatible con un desarrollo sostenible que no haga uso de los recursos de una forma voraz. Tampoco creo que una fábrica llene los bolsillos de muchos, teniendo en cuenta que quienes trabajarían en ella no serían más que asalariados. Lo que si hará será llenar los bolsillos de unos pocos.
El caso real al que hace referencia la historia es un proyecto de instalación de una macrofábrica de celulosa en el concello de Palas de Rei, en pleno corazón de Galicia, que está por materializarse (ojalá nunca llegue a hacerlo). Esta planta está previsto que consuma diariamente más de 40.000 litros de agua, parte de la cual volverá al río Ulla, la segunda vía fluvial mas grande de la región, mal tratada (tenemos el ejemplo de la celulosa de Pontevedra, también en Galicia, bastante más pequeña que esta) y a una temperatura varios grados superior a la del río. Puede uno imaginar lo que supondrá para la vida acuática del Ulla y de todo el valle. Ese agua llegará aguas abajo, a la ría de Arosa, la de mayor producción de marisco de toda Galicia, con la consiguiente afectación a los bancos marisqueros y la economía de la zona, de la que vive mucha gente sencilla. Por otro lado están los serios problemas de contaminación del aire que toda celulosa acarrea. Y ya para terminar, se incentivará la plantación de eucalipto en una zona que de momento todavía se ha visto relativamente libre de ello, lo que lleva a la degradación del suelo y a la proliferación de incendio forestales, que ya son un grandísimo problema precisamente en las zonas de Galicia y norte de Portugal donde el eucalipto es una plaga; en Portugal ya tienen su propia macroplanta de celulosa en el la zona norte, siendo esta región la que tiene mayor densidad de eucaliptos de toda Europa y en la cual se producen todos los años devastadores incendios con elevadísimos costes materiales y humanos (hablamos, por supuesto, de muertes) . Obviamente, los gastos de extinción corren a cuenta del erario público, mientras los medios de extinción privados se lo llevan crudo todos los años en el negocio de la quema de montes, que ya es de por sí una "industria" paralela en la región que "disfruta" de un sistema de extinción privatizado.
Por no ser, la "fábrica" ni siquiera produce papel, que sería lo único que aportaría algo de valor añadido para poder considerarla industria, sino que simplemente produce celulosa, llevándose la manufactura del papel fuera.
En definitiva, se trata de un modelo tercermundista de explotación salvaje de los recursos propios que deja migajas a cambio de ocasionar un destrozo importante y llenar los bolsillos de unos pocos, un modelo extractivo que es el que se puede ver en el áfrica subsahariana y que no reporta beneficio alguno. Industrializar es otra cosa que no debe confundirse con este tipo de modelos extractivos impropios de un país moderno y occidental.
En fin, que el tema me toca de lleno, pues en la zona está la aldea de mis abuelos. Entiendo que sin la información suficiente es difícil formarse una opinión, de hecho creo que nadie se ha dado cuenta de la alusión al caso real a pesar de la explícita imagen que ilustra la cabecera del relato.
Muchas gracias por comentar y por dejar tus impresiones, Jose. Un abrazo.
Mateo está coladito por Luna, ¡y quién no! 😍 Se nota que ella es diferente a todo lo que conoce, con su pelo pelirrojo y esa vibra de chica viajera. 🌍 Pero claro, todo se complica con el rollo de la fábrica y el bosque. 🌳
ResponderEliminarHola Lucila, si es que Luna es un encanto. Un abrazo.
EliminarUna bonita historia de amor ambientada en unos parajes que invitan a pasear y disfrutar pero que están amenazados por la industria del papel y lo que con ello lleva.
ResponderEliminarLuna trastoca la tranquilidad del pueblo con su llegada y mas concretamente a nuestro joven Mateo.
Un abrazo Jorge
Puri
Hola Puri. Muchas cosas trastocan la tranquilidad del pueblo, una se van y otras... ya veremos. Un abrazo.
EliminarMe ha encantado tu relato, Jorge.
ResponderEliminarNos regalas una historia preciosa, que recuerda la de Daniel con Mariuca, al tiempo que pones negro sobre blanco la amenaza que supone la instalación de ciertas industrias en entornos rurales. Arrasar bosques autóctonos enteros para replantar los terrenos con especies invasoras como el eucalipto acaba amenazando la biodiversidad. Verter aguas contaminadas por el procesado de la celulosa al río pone en riesgo la continuidad de infinidad de especies vegetales y animales, como el marisco de las rías. Para hacer rentable una empresa, ¿es necesario arruinar todo lo demás? ¿Dónde está el límite?
Centrándonos en el relato, me ha parecido genial la solución que ingenia Luna para evitar que se queme el bosque: teñirse el pelo de verde.
Mucha suerte en el concurso.
Un fuerte abrazo.
Hola Estrella. En efecto, aquellas soluciones que llenan unos bolsillos y vacían otros no son buenas para la mayoría y si para unos pocos. Ojalá evitar la plaga de los incendios fuese tan fácil como teñirse el pelo. Un abrazo.
EliminarTan oportuno como evocador. Mucha suerte.
ResponderEliminarGracias Guille.
EliminarHola, Jorge. Un relato encantador, excelentemente narrado.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Mirna. Un abrazo.
EliminarHola, Jorge, que bien has mezclado el primer alunizaje del muchacho en el río con el trasfondo deshumanizado de un bosque autóctono sentenciado por la especulación. Un momento de respiro breve, pero intenso, que puede ser un punto de inflexión entre la ilusión y la condenada realidad del aquel entorno rústico.
ResponderEliminarSaludos y suerte.
Enhorabuena por ese bronce. He puesto la versión web para ver cuantos tinteros tenías y... ¡Vaya tela!!. Ya debes estsr acostumbrado, pero cada uno debe ser una satisfacción.
ResponderEliminarAbrZooo
Felicidades, Jorge, por ese bronce. Un abrazo grande.
ResponderEliminar¡Compañero! ¡Cómo no! Siempre rozando la excelencia. Tus relatos lo merecen.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, de los grandes y a disfrutar del trofeo.
Felicidades por el Tintero de bronce, Jorge. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Qué bonito compartir podium contigo!
ResponderEliminarTodo un honor. Felicidades por este precioso cuento, tinterazo, sí señor. Además me alegra más porque para ti debe de ser muy sentido este relato, tu tierra amada y la injusticia que la amenaza...
¡Un fuerte y feliz abrazo! :)
Hola, Jorge. Qué maestría ostentas con las letras, qué manera de describir, qué uso de la palabrería certera, cuánto sentimiento expuesto, cuánto simbolismo, ese pelo, como el fuego, ese nombre, como un anhelo inalcanzable, qué delicia de relato. Sospecho que hay algo de crítica, sospecho no, se ve, lo que sospecho es que tiene tintes de estar basado en alguna experiencia real. No es un secreto que grandes compañías quieran aprovecharse de la precariedad y el secretismo que la distancia y la poca gente pueda a portar para ganar más dinero poniendo en pueblos apartados parte de sus activos. Aunque en este caso, no soy de los que piensa que el fin justifica todos los medios; puede que sea un poco conformista, o que traumas con el fuego me cieguen los medios, no sé, aun así, bravo por él, jejeje.
ResponderEliminarGenial relato, una obra con maestria que se merece ese tinterazo.
Felicidades y un fuerte abrazo