viernes, 5 de enero de 2024

Inalcanzable

    Era como perseguir la propia sombra, impedir al agua escurrirse entre los dedos, vaciar la arena del desierto. Así era ella, inalcanzable.

Decían que era hija del embajador. Todas las mañanas aquella silueta contorneada en arabescos aparecía en clase. Su melena pelirroja abrasaba el aire, lanzando un vahído que encendía mis mejillas. Siempre llevaba algo a juego: un abrigo encarnado, las medias escarlata aflorando bajo su falda, un jersey granate que le encorsetaba el busto o una camiseta de Mickey Mouse. Y yo solo imaginaba, pobre de mí, si Ninette había decidido vestir a juego también aquello que no podía verse.

Se le dibujaban constelaciones en las orillas de la  boca las pocas veces que conseguía hablarle. En realidad, Ninette siempre sonreía. Así transcurrió el curso, enganchado al olor traicionero de su perfume. Y tras el verano, Ninette no volvió.