Pensé que me querías. Mi vida
cambió al poco de conocerte, no tardamos en compartir nuestro día a día.
Recuerdo que cada mañana tu cabello despeinado se entrelazaba con el aroma del
café recién hecho. Costaba arrancarte la primera sonrisa, pero después todo era
mucho más sencillo. Esa baratija que ya no dejaba de brillar entre tus labios
me compraba como si fuese oro puro. Todo eso quedó atrás, consumido por el
tiempo.
Me gustaba retozar con los rizos
de tu pelo. Aquella melena negra hacía juego con el color de tus ojos. Te
desafiaba a mantenernos fija la mirada, siempre eras la primera en perder la
compostura y tu risa me hacía sentir culpable. Por poco rato, era un regalo
demasiado generoso como para enredarse en culpabilidades absurdas.
Mi vida cambió al conocerte. Me divorcié de la soledad para comprometerme con tus besos, eran mucha mejor compañía. Fuiste el pedazo que le faltaba a mi alma, un roto mal remendado que cosiste con paciencia, como la experta que demostraste ser tejiendo sentimientos. Aprendiste en el taller de la vida, me decías, y yo me preguntaba por qué habías tardado tanto en llegar a la mía. Éramos dos espejos reflejando la misma imagen, una sinfonía tocada en clave de sol. Y de luna. Éramos el uno para el otro, inseparables compañeros del viento, libres. Éramos un arco iris en una tarde encapotada, el eco en una llanura infinita. Fuimos lo imposible.
Jamás quise como te quise a ti,
aunque ¿quién soy yo para impartir lecciones sobre amores? Nunca lo encontré hasta
que di contigo. Y no sería por no buscarlo, pero estoy seguro que jugaba
conmigo al escondite. Pensé que me querías, mi niña, mi dulce amada. Creía que
un para siempre no podía ser mentira.
Aprendí que la palabra eternidad carece de significado, aprendí de golpe y sin
previo aviso, como le gusta obrar al dolor traicionero.
Me volví adicto al calor de tu
cuerpo, a tus besos fugaces y tus gemidos. La piel de cualquier mujer se me
antoja áspera desde que probé tu tacto. Y sus labios secos. Necesito de nuevo
esa droga que me inyectabas cada noche, pero no encuentro ya quien pueda
inocularme la pasión. Jugábamos sin anestesia hasta que el amor dolía y
nuestras carnes se volvían una sola. Temblabas como una hoja mecida por la
brisa al terminar de hacerte el amor, y yo temblaba contigo. La noche nos
contemplaba tumbados sobre la cama, restregándose los ojos. Incrédula.
Pensé que me querías, amada mía.
Pero pensar las cosas no las hace más reales. Sigo pronunciando tu nombre cada
mañana, cada tarde, cada noche, sin embargo mi voz vibra ahora en un solo
acorde y el viento se lleva mis palabras allá donde se esconden los recuerdos,
al país de nunca jamás. ¿Por qué te fuiste? Es otra de tantas preguntas sin
respuesta.
Saliste con la sonrisa puesta,
pegada a tu boca con un imperdible. Tu último beso aún me hacía cosquillas en
el rostro. Aquella fue la postrera vez que escuché cantar a los gorriones sobre
la copa del árbol que se yergue tras la ventana. Desde entonces sus hojas están
mustias. También mis ojos. Y mis oídos. La puerta se cerró tras de ti, para
siempre. ¿Por qué cruzaste la calle por aquel lugar? ¿Por qué no miraste a
ambos lados? ¿Por qué no recordaste que yo te estaba esperando? ¿Por qué me
abandonaste? Es lo único que puedo reprocharte.
Hoy saldré a buscarte, por el
sendero que lleva a lo desconocido. Tan sólo un sorbo y todo habrá terminado. Y
todo empezará de nuevo. Pensé que me querías.
Relato presentado a concurso en la Comunidad "Relatos Compulsivos". Bases: Debe empezar y terminar con las mismas 4 palabras. Máximo 600 palabras sin contar las 8 repetidas.
¡Qué bien! Un relato de Jorge Valín.
ResponderEliminarMe lo guardo y ya te diré compañero.
Tristísimo y hermoso relato de un amor que se trunca de improviso. Ella se va, pero no por voluntad propia, se va a lo suyo y cruza en un sitio que no debía, tal vez incautamente por la distracción de pensar en él. Un final tremendo, Jorge, porque él va a morir para que todo recomience.
ResponderEliminarToda la suerte con el concurso, el cuento está impecablemente escrito. Me gustó mucho.
Un abrazo.
Gracias Mirella, que me digas que está bien escrito viniendo de ti que escribes como escribes, es todo un halago. Abrazos.
EliminarQué envidia, Jorge. Cuando lo he leído he pensado: Éste es el relato que querría haber escrito yo. Me encanta cómo lo cuentas, en esa difícil frontera entre la poesía y la prosa. Cada día escribes mejor.
ResponderEliminarUn abrazo y suerte
Pues no creo Ana que precisamente tú debas cortarte a la hora de escribir el tipo de relato que desees. Gracias por tu visita y comentario. Un abrazo.
EliminarJobar, me has dejado con un nudo en la garganta.
ResponderEliminarQué bien has descrito a ese amor que se va por culpa del destino, del azar o de lo que quiera que dirige y mueve los hilos de nuestra existencia. Esa pérdida que ha de tener un culpable y que recae injustamente en quien también ha perdido.
Y luego ese final... Vaya, Jorge, relato corto pero muy intenso.
Me quito el sombrero. Enhorabuena.
Un abrazo.
La idea era despistar con el motivo del abandono, que al final no es tal aunque el protagonista lo perciba así. Gracias Paloma y un abrazo.
EliminarOh qué bonito y qué triste Jorge. Me ha gustado la manera en que lo has contado, ese amor que se te va contagiando y cuando ella en ese injusto final desaparece sientes la rabia y la propia frustración por su perdida, por esos caprichos del destino. Me has hecho pensar en lo efímero que es todo y lo importante que es disfrutar intensamente de lo que tenemos. Muy bonito.
ResponderEliminarUn beso
Pues si, lo que un día es al día siguiente puede no serlo, así es la vida, efímera y cambiante. Me alegro que te haya hecho reflexionar, Besos Conxita.
EliminarLo primero: me alegra verte escribiendo de nuevo por aquí Jorge, se echan de menos (echo de menos), tus relatos.
ResponderEliminarHas escrito una declaración de amor en toda regla, compuesta de pequeños detalles en los que, cuando estamos en estado de enajenamiento o enamoraos hasta las trancas, nos parece sumamente importantes, y en ocasiones confundimos baratijas con oro puro.
Hay frases sensuales preciosas, no voy a repetir todas las que me gustan porque, en sí, todo el texto está formado por ellas dándole una pátina poética, aunque no me puede resistir a dos: “éramos una sinfonía tocada en clave de sol”. “Éramos lo imposible”
Has sabido ser romántico, tierno y entregado compañero del juego del amor sin caer en el edulcoramiento empalagoso, ni en las frases hechas y rimadas.
Y me engañaste compañero, eres experto en este tipo de finales.
Un relato delicioso, pese al “abandono”
Un abrazo fuerte Jorge. Hasta pronto.
Bueno Isabel, la falta de tiempo (y de ideas a veces también) no me deja escribir todo lo que me gustaría. Entre vacaciones y trabajo llevo dos meses que prácticamente no estoy por casa y eso se nota a la hora de escribir y lo habréis notado también en la frecuencia de mis visitas a vuestros blogs.
Eliminarfíjate que sobre la frase esa de las baratijas, alguien en la Comunidad me dijo que no la entendía... por eso me interesa saber vuestra opinión. No es este el tipo de relato que suelo escribir, donde la forma se impone al fondo, pues considero que abusar de este estilo en prosa poética puede llegar a resultar cargante, pero de vez en cuando apetece cargar las tintas sobre el lenguaje y retorcerlo un poco buscando esa belleza en la expresión, con el riesgo que ello conlleva. Precisamente esa otra frase sobre la que incides, la repetición de éramos y al final "fuimos lo imposible" ha sido también objeto de alguna crítica en la Comunidad, me alegra también encontrar una impresión aquí al respecto.
eso que comentas del edulcoramiento empalagoso y las frases hechas es ciertamente importante en este tipo de estilos, y he tratado de huir de ello, no sé si con acierto.
Me alegra haberte engañado con el final jeje, esa era la idea, inculcar la idea de un abandono voluntario para terminar presentando un abandono forzoso.
Un abrazo Isabel y gracias por esos comentarios tuyos tan detallados.
Pues quien te hizo la crítica no ha estado muy atinado para no entender un símil tan acertado.
EliminarHasta pronto Jorge, y suerte en el concurso.
Triste canto al amor encontrado y perdido, amigo Jorge. Precioso y bien el escrito. No sé cómo quedarías en el concurso (sé que la competencia de los compulsivos es dura) pero seguro que muy bien situado.
ResponderEliminarUn abrazo, compañero.
Pues no, bastante mal jaja, al margen de ello es una comunidad con unas connotaciones un tanto "particulares". Gracias por tu visita Bruno. Un abrazo.
Eliminarsupiste lo que es el amor y ahora vive tu realidad con mas pasion un abrazo desde el mar
ResponderEliminarGracias Recomenzar.
EliminarSin duda es un placer leer el relato y dejarse llevar por la forma en que está contado. Es una maravilla disfrutar del texto, de lo bien que está escrito, aunque no solo eso, uno siente las emociones a la par del personaje enamorado. Yo creo que cargar las tintas buscando belleza, como tú dices, es lo que más luce porque le da fuerza a la historia. De todos modos no veo abuso sino equilibrio, ese punto justo en el que no hay una palabra de más ni de menos. Una de las características que más me atrapan, desde mi humilde opinión, de tu estilo, es la capacidad que tienes de moverte con soltura en cualquier registro, y este relato es una muestra de ello.
ResponderEliminarMe ha llamado la atención lo que cuentas de la palabra "baratijas", en Argentina se utiliza mucho. En Hispano américa hablamos el mismo lenguaje, pero nunca terminan de sorprenderme los localismos y las variantes en los significados de las palabras.
Mucha suerte en el concurso. Un abrazo, Jorge.
Ariel
Es cierto Ariel que me gusta moverme en varios registros y temáticas, no me gusta encasillarme, aunque en esto cada uno tiene su estilo y sus gustos. Ya si lo hago bien o no, no me corresponde a mi juzgarlo. Respecto a lo de baratijas, fue precisamente un compatriota tuyo quien lo mencionó jaja. Muchas gracias por tu visita. Abrazos.
EliminarJorge, por curiosidad, para saber cómo había quedado clasificado tu relato, he visitado el sitio y ahí me he enterado del "intercambio de opiniones", entre otras cosas, acerca de la palabra baratijas.
EliminarTú sabes, yo tengo una forma de ser que me impide entrar en discusiones literarias, por mis escasos, mínimos conocimientos del tema y, porque es un territorio subjetivo del que solamente rescato lo que me gusta.
En este relato el comentario que te hecho (aunque sé que lo has comprendido, pero quiero remarcarlo) se refiere más a un asombro, grato por cierto, al descubrir el uso que has hecho de la palabra. Soy muy curioso y me encanta tratar de percibir los usos de los términos según la cultura o el sitio, algo que me pasa también con otros lenguajes.
Quiero también volver a decirte que ha sido un placer leer tu relato, y además, agregar que no deja de asombrarme la capacidad de análisis y la cultura literaria que tienes, aún para aplicarla en un texto tuyo. Brillante.
Un abrazo.
Ariel
No te preocupes Ariel, he entendido perfectamente tu comentario y no lo he tomado en absoluto como algo negativo, que de ser así tampoco pasaría nada, para eso estamos, para expresar nuestras opiniones sinceramente sobre lo que escribimos. No me molesta la crítica, sí algunas actitudes, y por supuesto no es tu caso.
EliminarCreo que sobreestimas mi cultura literaria, de hecho últimamente leo bastante menos de lo que debiera. Lo que si me gusta es argumentar mis posiciones desde un punto de vista razonado, en general en todos los ámbitos de la vida, y entre tú y yo, muchas veces la proyección que tiene una idea depende más de los argumentos con los que se defiende que de la idea en sí misma. Trasladado esto a la literatura, cualquier relato tiene aspectos a criticar y alabar con argumentos más o menos objetivos, por eso me molesta la crítica fácil y cómoda que sólo busca la crítica por mero lucimiento, hecha sin mesura, con parcialidad e incluso altivez. Si al criticar no eres capaz de tomarte la molestia de buscar los aspectos positivos de lo que criticas y dar al autor también ese punto de vista, poco derecho tienes a entrar a degüello a buscar aquellos aspectos que te suponen menor esfuerzo y más placer (criticar suele ser más placentero que alabar, así estamos hechos). Y por lo general cuando es así, se nota. De ahí arrancó todo el debate, pero bueno tampoco llegó la sangre al río.
No tenías por qué justificar tu comentario, a estas alturas todos sabemos quien es quién y ni por asomo se me ocurriría dudar de tus intenciones. Un abrazo, amigo.