jueves, 17 de marzo de 2022

Sabrina

El silencio llena el pasillo del hospital. Un celador con sobrepeso empuja la camilla, encargado de llevar un cadáver desde la morgue hasta la sala de autopsias. El ascensor abre sus puertas y ambos, vivo y muerto, son engullidos en su interior. Una vez a resguardo de miradas inoportunas, el hombre traga saliva, se humedece los labios y pulsa el botón de parada. Nadie lo echará en falta si se demora unos minutos.

Tira ligeramente de la sábana que cubre el cuerpo. El rostro de una muchacha joven asoma, tétrico, flanqueado por una abundante cabellera rubia. Sabrina, reza la tarjeta; es hermosa. Un moratón en la sien izquierda delata su fatal destino. El resto de la faz exhibe un blanco marmóleo, tan solo sus labios carnosos conservan algo de color. La tela vuelve a descender, dos pezones obscenos parecen reclamar al gordo a gritos, incendiándolo de deseo. Alarga una mano hasta tocarle un seno, mientras restriega su entrepierna contra la camilla. Un último tirón y la mirada lasciva se le prende en el vello ralo que siembra el pubis, dejando entrever la vulva todavía sonrosada. Babeando, agacha la cabeza y hunde el morro en aquel cuerpo que aún permanece tibio.