El hombre gordo y trajeado me mira altivo, sentado en su sillón encuerado. Fuma un puro con parsimonia y, de vez en cuando, escupe sin disimulo hacia mi rostro el humo espeso, que me hace toser. Las paredes están forradas en madera, como atrapándome en el oscuro camarote de un galeón. Me ha parecido distinguir un Renoir. Desde una esquina, la cabeza melenada de un león me observa desafiante. Al fin, el gordo se digna a hablarme tras la maciza mesa de roble.
—Escúcheme
señor ¿Chalau?
—Cholula.
—Explotaremos las
minas por mucho boicot que usted y los suyos quieran hacernos. Esas tierras han
dejado de pertenecerles. Entiéndalo, nada pueden contra —gesticuló abarcando la
estancia— nosotros. Si le he permitido venir hasta aquí es sólo para dejárselo
claro, ¡de una vez por todas!
—Tendremos que
hablarlo.
—¡Por el amor
de Dios! Mírese. Seguro que ni siquiera ha tenido un trabajo decente en su
vida.
—Fakir. Era fakir.
Me observa
desconcertado. No solo él domina el arte de la intimidación. Encojo el estómago
y siento arcadas. Comienza a salirme por la boca, hasta caer sobre mis manos, un
afilado estilete. El gordo palidece.
—Como le
decía, señor Rothschild…
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El gordo domina como nadie el arte de la intimidación, el fakir el de la persuasión.
ResponderEliminarAhí se vislumbra un comienzo de negociación.
Muy bueno.
Abrazo
Los ases no siempre salen de la manga.
ResponderEliminarMuy buen micro. Felicidades.
Un abrazo.
Hola, Jorge, un relato diferente y bien estructurado el entorno en el que suceden los hechos, además de que en tan pocas palabras nos dejas ver el meollo tan complicado del asunto a tratar, que al parecer se convierte en un duelo, a ver quién intimida a quién. Aunque el apellido del gordo es influyente, el estilete expulsado por la boca, no se queda atrás...
ResponderEliminarAplauso a tu creatividad y tan buena narrativa. Un abrazo y felices días venideros.
Desde luego, será cierto lo de que quien ríe el último, ríe mejor.
ResponderEliminarMuy buen micro, me ha encantado por su originalidad y estupenda narrativa.
Un abrazo, Jorge.
Todo un arte, efectivamente, el de la intimidación. Una historia muy ingeniosa con un giro final que equilibra la situación entre los dos personajes y deja un punto de ironía. Un micro fantástico, Jorge.
ResponderEliminarBravo.Jorge! Uno se siente reivindicado por interpósita persona. Me ha dejado una gran sensación de satisfacción. En lugar de hacer tanto ruido, deberíamos aprender a ser fakires individualmente y acaso obtendríamos mejores resultados...Aunque el mundo occidental parece bastante cómodo. Un abrazo
ResponderEliminar¡Hola! Un curioso microrrelato lleno de significado en el que el factor intimidación, como ya nos avisa el título, juega un papel muy importante.
ResponderEliminarMuchas gracias por participar en el microrreto. Un abrazo.
Menuda sorpresa se llevaron todos, el poder de la intimidación no les sirvió de mucho ante la respuesta del fakir .
ResponderEliminarGenial Jorge , te quedó de diez .👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼
Un abrazo
Puri
Uno a uno. Lentamente —me susurró a mi oído,
ResponderEliminarcontenido y furioso—. A nuestro estilo.
Mira que es impresionante el arte del fakir, dan grima, miedo y admiración a partes iguales, Jorge. En este caso, con el sable entre la garganta todo el rato, ja, ja, ja, la cara del gordo ha salido de la pantalla y se me ha presentado tan viva como si la tuviera delante.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo!
Enfrentas dos poderes, el del dinero (familia Rothschild) y el de la mente o la voluntad, pues el cabecilla de la rebelión demuestra su poder y voluntad de lucha a través del sorpresivo estilete. ¿Lo usará? Lo dejas en el aire para que lo imaginemos nosotros... Yo creo que sí.
ResponderEliminarMuy bueno, impactante e inesperado giro final. El ambiente aquí de lujo suntuoso y presión no logra amedentrar al protagonista.
Felicidades, un gran aporte.
Un abrazo!