El día amanece nublado, cubierto su cielo de nubes plomizas que amenazan lluvia. Tras el cristal de la ventana todavía un velo gris pinta el horizonte. La mañana huele diferente, a tristeza y soledad a un mismo tiempo, a desesperanza. Sobre la mesa un diario abierto en páginas intermedias, un café frío y una tostada que hasta ahora ha esquivado su destino. En el reproductor suena una antigua rockera reconvertida en nostalgia que evoca con la voz rasgada los versos de una Rosalía cuyo espíritu a buen seguro volvería hoy a quebrarse de nuevo; Negra Sombra, paradójicamente la única Luz que ilumina este día aciago. De fondo el sonido agudo de una flauta travesera, que termina por inyectar la melodía directa en el alma.
De vez en cuando el grito de una sirena vuelve a quebrar la mañana, recuerdo de una noche en la que no han dado tregua con sus lamentos, mientras recorrían unas calles difuminadas a la vista. Ahora todo semeja un mal sueño, algo que de no haber sucedido parecería imposible haber vivido. Estiro los ojos todo lo que me permite la neblina y trato de llenarme de aire los pulmones, pero sólo respiro cenizas. Es lunes, 16 de Octubre en estas tierras del Fin del Mundo. El día después de la noche más negra.
Es este un día sin sol. Ya a primera hora una columna de humo se extiende llegando del sur, desdibujando el paisaje. A media tarde, desde la playa puedo ver como una nube aún más oscura y cercana se levanta tras los montes y avanza hacia la ciudad como si tuviese prisa por llegar. Se descargan en el móvil vídeos y fotos de un apocalipsis surrealista que sucede a unos pocos kilómetros. Carreteras cortadas, vehículos atrapados en la autopista, lenguas de fuego alzándose sobre las copas de un interminable monocultivo de celulosa, casas ardiendo y gentes desesperadas tratando de salvar lo poco que tienen. Están solos, cuando aparece la autoridad es para decirles que escapen y lo dejen todo atrás; ellos también se juegan la vida. Se palpan el abandono y el miedo. Al pie de las faldas del Galiñeiro, en el polígono al otro lado de la autopista, vacían las naves ante la inminencia del desastre. Un viento racheado y ardiente me azota el rostro. Ese mismo viento que empuja las llamas en una maratón de muerte.
En el periódico, las imágenes impresas en blanco y negro muestran una estampa desoladora. Los balcones que se asoman a la ría lucen ahora cenicientos, tiznados los troncos de los árboles y sus hojas mustias. ¡Cuántas veces he disfrutado del aire limpio de esos parajes! En el mirador de Los Pozos el agua del estanque se ha teñido de negro y una familia de patos vaga desorientada sin comprender en qué esperpento se ha transformado su pequeño mundo. A poca distancia, el monte Alba continuará humeando todavía unos días, con los muros de la ermita que lo corona desafiando la desolación que la rodea. Sólo en la extensa mancha de la ría allá a lo lejos se intuye todavía algo de color, un atisbo de esperanza.
Poco antes de la media noche el fuego entra en la ciudad. Un humo espeso cubre las rúas, las ventanas permanecen cerradas en un intento de conservar el aire respirable, aun así se huele la angustia. Uno de los barrios nuevos a las afueras está rodeado por dos de sus extremos. Los vecinos salen a la calle y logran contener el avance con cubos y mangueras arrancadas de los garajes. Los bomberos están desbordados y la policía se acerca y deja hacer, saben que la gente es ahora el único cortafuego. Una guardería infantil de paredes celestes queda cercada, cuando los niños acudan pasados los días tendrán que atravesar entre un mar de preguntas esa extensión calcinada, al menos su escuela se ha salvado. Acabada la faena los aprendices de bombero se acercan hasta la avenida que baja a la playa, dos extensas lenguas de fuego a cada uno de sus costados danzan despreocupadas, ignorantes de que el enemigo se acerca. También serán derrotadas. En Plaza de España, en el mismo corazón de la urbe, prende otro foco y se repite la misma escena. La ciudad se llena de héroes anónimos esa noche.
El nuevo día trae consigo un manto de desolación donde antes había vida. El verde se ha tornado negro en tan sólo unas horas, como tocado por la varita de un prestidigitador endemoniado, y cuatro almas ya no están entre nosotros. Quienes han sufrido el infierno en primera persona aseguran que es un milagro que no haya habido más muertes. Muchos dan gracias por poder contarlo.
Llegan noticias de otros lugares que no han corrido mejor suerte, As Neves, Salvaterra, Pazos de Borbén; la preciosa sierra de Ancares, hogar del esquivo oso pardo, del lobo altivo y del urogallo, un pulmón verde al que ahora le cuesta más respirar. En la aldea de Piornedo las antiguas pallozas, vestigio de unos usos que el tiempo va dejando atrás, no han estado lejos de perderse.
Desalojan la residencia universitaria, un centro comercial, la fábrica de coches y dicen que hasta el hospital. Esto último resulta no ser cierto. Tampoco aciertan al afirmar que ha estallado una gasolinera en Bayona. Los rumores corren casi tan deprisa como las llamas, inundan las Redes y tensan los espíritus. Se dice que grupos organizados recorren la ciudad armados con bidones de gasolina, aparecen fotos e incluso matrículas. Pasada la tempestad todo quedará en nada, salvo la tierra quemada. ¡Si Orson Welles levantara la cabeza!
Lucía se sienta a mi lado. Ha llegado sigilosa y sin hacer ruido, como sólo ella sabe hacer. En sus manos sostiene una taza de café caliente, con su mirada la mitad de mi mundo. La otra mitad se ha tornado en cenizas. Dejamos pasar los segundos en silencio, ella es como las olas que mueren mansas en la orilla, tiene el don de traerme esa paz. Al rato leo en voz alta la noticia del periódico mientras la rockera impenitente continúa pregonando su Negra Sombra, negra sombra que me ensombras, que decía Rosalía.
— ¿Cuánto dices que se paga por una hora de helicóptero? —pregunta.
— 6.000, y 30.000 si es un hidroavión.
— Ya —se resigna.
A veces pienso que la resignación es lo único que nos queda cuando el enemigo es poderoso y está en casa. A todo le hemos puesto precio.
Una lágrima le resbala por la mejilla, sus ojos oscuros tiemblan. En ocasiones la impotencia se puede tocar. Si todas las lágrimas derramadas esta noche hubieran bajado del cielo, sin duda la tragedia habría sido menor. A falta de ellas, sólo nos queda invocar un conxuro y esperar que caiga la lluvia. Y así hasta la próxima, nada ha cambiado. Ni nada parece que vaya a cambiar.
Cando penso que te fuches,
Negra sombra que me asombras,
O pé dos meus cabezales,
Tornas facéndome mofa.
Y una voz embadurnada en pena le canta a la tristeza. Y la flauta sigue haciéndonos vibrar el alma con su magia intangible. Y nos obligamos a pensar que siempre habrá un hueco para la esperanza.
Maravilloso, Jorge. Mira que no me gusta esa palabra, pero no se me ocurre otra para calificar tu relato. Magnífico ese ir y venir en el tiempo, encogiéndonos el corazón con las palabras justas, sin aspavientos, ni exageraciones, y por eso mismo tan sentido. Estos días en los que hemos visto tantas imágenes en la televisión de la querida Galicia ardiendo, nada me ha impactado tanto como la frase "La mañana huele diferente, a tristeza y soledad a un mismo tiempo, a desesperanza". Enhorabuena, Jorge. Cada día eres más grande.
ResponderEliminarUn beso
Tenía dudas Ana sobre si no habría cargado demasiado las tintas sobre la tristeza y la desesperación, aunque viendo lo que se vivió aquí ese día hasta es posible que me haya quedado corto. Tienes razón, a veces la tristeza se huele, como el humo. Gracias por tu comentario. Besos.
EliminarNo he podido evitar leer el comentario de nuestra amiga Ana. Maravillosamente narrado, ¡tremendo! Hace tiempo que te vengo diciendo que tienes que contar, desde tu percepción, lo que ocurre en Galicia… y por fin lo has hecho. Un tema candente contado desde la boca de un gallego que habita donde a la tierra la queman.
ResponderEliminarJorge, no solo está bien narrado, sino que es uno de los mejores trabajos que te he leído, y mira que has escrito mucho y bien, con eso te lo digo todo. Por supuesto es uno de los aportes a tener en cuenta en el concurso TINTERO DE ORO.
Que me ha gustado mucho, que lo sepas.
La verdad es que me callo muchas cosas, para las cuales no es este el lugar más adecuado. Otras las dejo caer y quien quiera entender, pues que entienda. Contar lo que ocurre en Galicia en torno al fuego ocuparía muchas páginas, es un problema complejo y con muchos intereses detrás. Lo que no es, desde luego, es un problema de cuatro locos pirómanos. Ya sabes más o menos lo que pienso, lo hemos hablado en alguna ocasión. En este relato he intentado apelar más al sentimiento que a razones.
EliminarGracias por esos elogios Isabel, viniendo de ti son todo un halago. Besos.
Pienso que no tendría que pasar nunca más.Un relato muy poético .Saludos
ResponderEliminarMuy cierto Betty. Gracias por comentar.
EliminarEs la primera vez que te visito y también descubro tus interesantes letras, sin embargo tengo que lamentar que me encuentre de nuevo con este puñal en mi pecho a consecuencia del latrocinio especulativo y poca vergüenza de un puñado de buitres carroñeros que han saqueado a la buena y humilde gente gallega, asturiana, cántabra y también portuguesa. Una serie de acontecimientos propiciados por avionetas con proyectiles inflamables que han sembrado el pánico y la muerte de personas, animales y flora autóctona o también le han causado un fuerte impacto ambiental al medio natural.
ResponderEliminarYa va siendo hora de nombrar a las cosas por su nombre y evitar que estos canallas sigan amparándose en leyes que ellos mismos redactan y aprueban, mientras el resto de los mortales no tiene derecho ni siquiera a protestar por ser juzgado al robar una gallina... Me empiezo a hartar de repetir slóganes que luego se quedan en eso, en palabras que se lleva el viento... Ya no, ahora hay que actuar y no votar, porque como dijo Saramago: "Las multinacionales son las que gobiernan el mundo, por lo que seguir hablando de democracia es una falacia y una broma de mal gusto". La falacia mas grande de un país es crear partidos políticos para decir que existe la democracia, cuando esta, es solo para los mediocres.
Discúlpame que se haga imposible seguir leyendo tu impactante y lírica crónica y mucho más escuchando de fondo a Luz Casal y "Negra sombra"... ¡No puedo, amigo... Se me parte el alma!
Un abrazo y toda mi solidaridad con los pueblos y gentes de la cornisa cantábrica y POrtugal.
Hola Estrella. Pues siento que la primera vez que vienes por mi blog se te haya clavado un puñal en el corazón, no es mi intención hacer sufrir a ninguno de los que me visitan. Sin embargo la realidad es dura y se nos presenta a veces con toda su crudeza. Detrás del tema de los incendios, al menos aquí en Galicia y supongo que no será diferente en otros sitios, hay un negocio montado del que chupan muchos, decenas de millones de dinero público para alimentar un negocio en el que se paga más cuanto más se queme el monte, y no al revés. Y como todos sabemos, ese dinero, igual que va, vuelve; no al contribuyente que lo pone, sino a quien lo dispendia. Un tema con muchas ramificaciones como digo y que daría para mucho que hablar. Un saludo y gracias por tu comentario.
EliminarMe emocionó mucho tu texto, porque se percibe que está escrito desde el alma y el amor por la tierra.
ResponderEliminarHe visto imágenes de lo ocurrido y son tremendas. Por aquí corrían diversas versiones sobre el origen de los incendios, todas horribles porque hablaban de intencionalidad. No puedo entender cómo la humanidad se hiere a sí misma al herir a sus semejantes y a la naturaleza. Qué poco hemos evolucionado.
Un enorme abrazo, Jorge, extendido a toda Gallaecia.
De la intencionalidad de los incendios no cabe duda, y es cierto que se han vivido horas muy duras. Desgraciadamente el tema monetario explica muchas cosas que a priori resultan incomprensibles. Un abrazo Mirella, y gracias por tus buenos deseos.
EliminarImpactante testimonio, Jorge. Y no, no has cargado demasiado las tintas. Todavía tengo en mi retina esa mañana. Antes de asomarme al balcón, ya olía a humo. Todo era bruma y ceniza, y la amenaza silente de las llamas, cada vez más cerca.
ResponderEliminarSentido homenaje a una tierra que siempre debiera ser verde. Un abrazo.
No ha sido un día agradable de vivir, Manoli. Ver como se quema tu tierra es algo que duele a cualquier persona bien nacida. Espero que por ahí haya ido mejor aunque sé que por Orense también ha sido grave. Gracias por comentar, paisana. Un abrazo.
EliminarExcelente relato, Jorge. Lo has contado desde la emoción, la tristeza, el dolor. La verdad es que me ha llegado al corazón. Una historia que conmueve mucho más porque tiene detrás los sucesos de la realidad que lo hace más contundente. Las descripciones son de una prosa elevada que merece todos los elogios. Un relato para los primeros puestos. ¡Mucha suerte en el concurso! Un abrazo.
ResponderEliminarAriel
Hola Ariel. Ojalá no tuviéramos que escribir sobre estas cosas, pero por desgracia forman parte de nuestra realidad. Me alegra comprobar que también te has decidido a concursar, tengo pendiente una segunda lectura de tu relato para hacerlo con ojo de "juez del Tintero", aunque con tu calidad estoy seguro que quedarás bien clasificado. Un abrazo.
EliminarHola Jorge, primero que nada, gracias por tus palabras a mi relato.
ResponderEliminarEl tuyo, más que un relato “per se”, me parece una crónica, donde el protagonista es el fuego y los héroes anónimos son la sal que condimenta la tragedia. Justo cuando la soberbia nos hace sentir imbatibles, los elementos se vuelven en nuestra contra producto de nuestra propia estupidez la mayoría de las veces, otras por ser lo que son y hacer lo que hacen. Terremotos, huracanes, incendios, sequia, parece ser lo que inunda nuestros diarios, amén de la consabida corrupción y malestar político que tiene al mundo al borde del precipicio.
Destaco el manejo de tu prosa, es lírica, poética o ponle el adjetivo que gustes. Yo la llamaría “mágica” porque encierra todo.
Muchas felicidades y te desearía suerte, pero me parece que no la necesitaras.
Un abrazo.
José
www.cuentoshistoriasyotraslocuras.wordpress.com
Gracias por tu visita José Luis. Cuando uno mira al mundo y ve todo lo que ocurre a nuestro alrededor se sienten ganas de dimitir de la raza humana, ciertamente. Te agradezco tus buenos deseos, que son mutuos. Un abrazo.
Eliminar¡Enhorabuena, Jorge! En una clara, exquisita prosa expones algo tan terrible, lamentable, algo que no debería ocurrir nunca. El dios fuego ataca nuestras tierras más bellas, verdes prados, montañas, y solo queda desolación y vacío, como bien narras en "La noche más negra".
ResponderEliminarUn abrazo literario.
Por desgracia Lola, eso es lo que nos queda, efectivamente. Gracias por tu visita y comentario, abrazos.
EliminarUn relato que narras una experiencia que nunca debería ocurrir y ocurren, ya durante años y nada se hace para impedirlo. Galicia, Asturias, Portugal has sido testigos de una barbarie donde la destrucción de la naturaleza deja, desolación y tristeza. Donde siempre está el paisaje verde, ahora está negro como el carbón. Tu lo cuentas como te sale del corazón y eso se nota que a pesar de ser un relato es una protesta por lo que está pasando. Este relato es unos de mis favoritos y creo que se merece ser de los premiados. Un abrazo
ResponderEliminarAl menos el derecho a protestar que no nos lo quite nadie, aunque sirva mas bien de poco. Me alegra que te haya gustado Mari Carmen, gracias por pasarte por mi blog. Abrazos.
EliminarReflejas muy bien la impotencia y la tristeza que a todos los que amamos la Naturaleza nos embargó ese fatídico 15-16 de octubre. Un día más en el negro calendario de desgracias forestales, porque como bien comentas nada ha cambiado, ni cambiará.
ResponderEliminarEstas lamentaciones serán muy parecidas a las que están por venir, porque vendrán más y siento ser tan agorera, pero las benignas leyes actuales con los pirómanos y la desidia en materia forestal con el mantenimiento y limpieza de montes aseguran próximas tragedias.
Me ha conmovido tu visión de primera mano de una tragedia repetida.
Un abrazo, Jorge.
A mi me gustaría ser optimista Paloma, pero en cuestiones como esta (y otras tantas que nos afectan en esta vorágine cotidiana en la que estamos metidos) no lo soy mucho. Quienes gana con esto no van a soltar fácilmente su gallina de los huevos de oro, y quienes lo sufrimos transigimos demasiado. Es así de triste. Un abrazo.
EliminarHola Jorge,
ResponderEliminarQué decir, uno se queda sin palabras, no hay justicia, ni comprensión, solo dolor, como tus letras. Me has emocionado al leerte, qué pena más inmensa.
Te suscribo esta parte: A veces pienso que la resignación es lo único que nos queda cuando el enemigo es poderoso y está en casa. A todo le hemos puesto precio.
No puedo añadir más.
Un fuerte abrazo.
Pues nada más hay que añadir a lo que has dicho Irene, yo también suscribo tus palabras. Ojalá podamos confiar en un futuro mejor. Un abrazo y gracias por tu visita.
EliminarTriste realidad la de esta pobre Galicia que tan lejos se halla de mí y tan cerca siento en el corazón. Narras perfectamente, sin dramas de película a media tarde, una tragedia que tardaremos mucho en olvidar.
ResponderEliminarDesde luego, la mano negra que esté tras estos incendios, seguramente nunca será castigada, pero espero que las cenizas y las lágrimas de estos días, acudan puntuales y vengativos a sus sueños.
Mucha suerte en todo, Jorge.
Y no los dejen dormir en paz nunca mas... aunque sirva de poco consuelo. Un abrazo desde Galicia para Sevilla Bruno, gracias por tu visita.
EliminarQué te voy a decir, Jorge, como gallega que soy... En fin, gracias por escribir un texto tan lleno de sentimiento sobre nuestra reciente desgracia, que no cesa de repetirse una y otra vez desde hace demasiado tiempo. En esta ocasión, quizás, se les fue la mano, o tal vez es que estaba escrito que sucediera para ver si despertamos del letargo en que seguimos, aceptando mansamente que unos canallas quemen nuestro mundo, como bien dices. Enhorabuena por tu relato y suerte en el concurso. Saludos
ResponderEliminarAunque es una lacra que afecta a toda la comunidad y también a nuestros vecinos portugueses y asturianos, tengo entendido que ahí por el norte tenéis la suerte de que os toca menos. Una mejor gestión del monte y el menor abandono junto con su rentabilidad parecen ser la causa. No obstante es algo que como dices venimos sufriendo desde hace décadas y nos afecta a todos los gallegos en especial. Una pena ver como nuestros montes se queman para el lucro de unos pocos, parece que es la única "rentabilidad" que interesa sacarle. Gracias por tu visita Eva, un saludo.
EliminarTriste pero cierto: a los dos días ya nadie hablaba de eso en el resto del país. No va a cambiar nada.
ResponderEliminarBuen relato, aunque habría preferido que fuese ficción.
Un abrazo.
El país está ocupado en otros menesteres mientras se tapan cosas como esta y otras muchas. Se habla de lo que interesa en cada momento, por desgracias. Un abrazo David.
EliminarHola, Jorge. Siempre es un placer leerte, y esta no iba a ser una ocasión diferente. El texto es una apología de la ecología, pero sobre todo de la sensatez, que hago mía con tu permiso. Lo de la excelencia y pulcritud de la escritura en tus textos ya se da por hecho, se supone (como el valor en la mili), pero el tema, tan de actualidad, es una (necesaria) bofetada a nuestras conciencias, y te doy las gracias por ello.
ResponderEliminarTe diré que estuve en Galicia esos días y emprendí camino a casa el lunes 16, huíamos del infierno pero parecía que entrábamos directamente en él por la atmósfera de humo y cenizas que nos rodeaba.
Te deseo mucha suerte en el concurso, y a la vez no lo hago, ya conoces mi argumento de la vez anterior...
Un fuerte abrazo, compañero.
Patxi.
Una confidencia: cuando regresé a casa del viaje que te comentaba, escribí un relato basándome en los hechos acaecidos en Galicia, aunque no me he atrevido a presentarlo al "Tintero de Oro" al no creer que fuera digno de ello. Si tienes curiosidad por leerlo, puedes hacerlo en http://patxihinojosalujan.blogspot.fr/2017/10/el-comando.html ... Y me encantaría conocer tu opinión...
Por cierto, escribo este comentario mientras oigo el regalo que nos has dejado al final, y me emociono...
Hola Patxi, te agradezco las palabras que me dedicas. No escogiste desde luego la mejor época para venir a galicia, salir a la carretera ese día debió de ser terrible y peligroso, sobre todo si saliste por la autovía hacia Orense que estuvo cortada y con conductores atrapados bastante tiempo. A los que nos quedamos aquí nos toca convivir ahora con este paisaje y sus consecuencias y lo peor es que sabemos que más pronto que tarde volverá a ocurrir de nuevo. A pesar de todo, como sentencio al final del texto, siempre nos queda un hueco para la esperanza. Un abrazo.
EliminarHola, Jorge. Un tema lamentable y oscuro. Me has transmitido una mezcla de dolor, pena, angustia y podría seguir enumerando. Con tu prosa excelsa y tu poesía nos has hablado desde el corazón.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Mirna, pienso que es importante tratar de concienciar aunque sea un poco sobre estos temas, con las pocas armas que tenemos. Gracias por tu visita. Un abrazo.
EliminarJorge, un estupendo relato, que ojalá nunca te hubieses visto obligado a escribir, pero en ocasiones no nos queda más remedio para dar salida a la rabia de nuestro intetior.
ResponderEliminarMucha suerte en el concurso.
Un abrazo.
Fundamentalmente es una denuncia desde lo limitado que puedan abarcar mis letras, Javier. Pero no podemos quedarnos callados ante este tipo de cosas. Gracias por tu comentario. Abrazos.
EliminarMe gusta el relato. Incluso me gustaría más con menos escrito. Me gusta mucho el cuarto párrafo. Esa "familia de patos que vaga desorientada..." es puro Castelao, ��. En el cuarto párrafo está toda la esencia, el sentir es recibir esas imágenes, los patos, el diálogo mínimo. Las lágrimas bajando del cielo, como el verso José Larralde, "¿de qué están hechas las lágrimas que pesan tanto?", o así es como lo recuerdo yo.��.
ResponderEliminarBuena lectura y que los votos te acompañen, colega
Gracias Don. Tanto el contar de mas como de menos es un problema en literatura, tratar de provocar emociones en el lector sin haberlo empapado de la historia se antojaría harto difícil en todo caso. Creo que ambos compartimos patria chica. Gracias por tu visita. Un saludo.
EliminarTriste y dolorido. Tremendo!
ResponderEliminarGracias Marta. Saludos.
EliminarJorge, te devuelvo la visita.
ResponderEliminarMe parece un relato lleno de dolor, pero que al final deja un rayo de esperanza.
Mucha suerte.
Besos.
La esperanza es lo único que nos queda, Pilar. Gracias por tu visita. Bicos.
EliminarTremenda y descriptiva narrativa sobre los trágicos sucesos en Galicia.
ResponderEliminarMe indigno cuando un bosque se quema, cada vez quedan menos. Y los incendiarios se van sin castigo y todo queda con más pena que gloria. Arrasado queda todo y en manos de los especuladores que vendrán con las excavadoras a asfaltar y edificar en beneficio de los aprovechados de siempre.
Me endulza la esperanza que se postula vestida de resignación.
Un abrazo compañero.
Es una indignación que compartimos muchos, Francisco. Efectivamente los verdaderos culpables siempre salen indemnes. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
EliminarHola Jorge
ResponderEliminarMe ha gustado la forma que has elegido para el relato, la crónica de los hechos y la parte en la que el protagonista cuenta lo que siente.
Del argumento no me queda nada que decir, todo lo han dicho ya. No se puede expresar con palabras el dolor por lo sucedido.
Un buen relato. Suerte
Una crónica resumida pero que cuenta lo principal sobre lo que sucedió ese día. Gracias por tu visita Paola.
EliminarTerrible lo que tu relato transmite, tanto como la realidad que lo ha provocado. Difícil te ha tenido que resultar escribirlo, difícil asumir tanato desastre en tierras tan hermosas.
ResponderEliminarMucha suerte en el concurso.
Un beso.
Pues si, no ha sido fácil escribir desde el sentimiento, Rosa. Gracias por pasarte. Besos.
EliminarHola Jorge, cuando comienzas a leer ya se te hiela el alma y sabes que vas a hablar de fuego. Me imaginaba la voz de Luz Casal y la flauta al compás de tus palabras. Conocía los versos y la canción, ¡cuántas veces escuchados, escuchada! un relato sentido con una prosa narrada, entre noticia y encuentro. Intenso y doliente como ese fuego no perdonado. Gracias. Un abrazo
ResponderEliminarLA melodía que lo acompaña tiene ese mismo efecto triste con el que he querido impregnar el relato. Gracias por tu comentario Eme. Un abrazo.
EliminarHola Jorge.
ResponderEliminarUn relato desgarrador de una trise realidad. Al lugar donde yo vivo llegó la ceniza y ciertamente fue un día extraño porque no acababa de amanecer. Los niños, sobrecogidos, recorrían el camino al colegio en silencio. Parecía el fin del mundo. Es entonces cuando te das cuenta de que estamos vivos gracias al equilibrio entre los ecosistemas y que el ser humano no hace más que poner en peligro todo lo que conocemos.
Me ha llegado al alma.
Felicidades.
Mucha suerte en el Tintero de Oro.
Nos leemos.
Un abrazo.
Parecía el fin del mundo, esa misma impresión se tenía en la ciudad esa noche, no se si el relato logra transmitir toda esa intensidad. Deduzco Jean que vives por Galicia o cerca. Un abrazo.
EliminarEstremecedor relato, Jorge, escrito con tanto realismo como sentimiento. No puedo decir que es hermoso porque me horroriza lo que en él con tanto detalle se narra, pero ciertamente transmite con certeza incuestionable. Ojalá fuera solo ficción.
ResponderEliminarUn saludo y mucha suerte en el concurso.
Ojalá fuese sólo ficción Julia, por desgracia esta es una realidad que nos golpea todos los años. Un saludo.
EliminarDesgarrador. Cuánta destrucción. Buena reflexión al final.
ResponderEliminarTe deseo mucha suerte en el concurso.
¡Saludos!
Gracias Cyn, suerte igualmente para ti.
EliminarEstupendo y el final, un broche. Mucha suerte en el concurso.
ResponderEliminarGracias Rocío, suerte también.
EliminarEnhorabuena Jorge, tu relato era (es) un gran trabajo y un tintero de plata más que merecido. Me alegro un montonazo. Muacks.
ResponderEliminarMuchas gracias Isabel por el detalle de pasar a felicitarme. Un beso.
EliminarFelicidades Jorge, tu relato lo tenía presente de los primeritos, me alegra que haya sido así también por parte de otros compañeros. A disfrutar esas letras y las que vendrán. Es una motivación grande. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Eme, Abrazos!
EliminarUy!! Excelente texto sostenido mayormente en la gran atmósfera que logras crear. Un placer leerte :)
ResponderEliminar!!Muchas felicidades por EL TINTERO DE PLATA!!
ABRAZO!
Gracias Diana por el comentario y las felicitaciones. Un abrazo!
EliminarJorge, me he puesto muy contento, sobremanera te diría, con tu "Tintero de plata". Me dio mucha alegría porque sin duda, de acuerdo a mi humilde opinión, fue de los mejores, y porque además lo ha ganado un amigo al que le tengo mucho afecto. Un abrazo grande y ¡a disfrutar!
ResponderEliminarAriel
Muchas gracias Ariel! Eres muy amable al dejarme esas palabras, sabes que el afecto es mutuo. Un abrazo!
EliminarEstremecedor Jorge y muy merecido ese tintero de plata, enhorabuena. Consigues transmitir esa tristeza y esa pesadumbre ante la tierra devastada.
ResponderEliminarMientras te leía recordaba el horror de un incendio y cuando has visto uno de cerca notas todo eso en tus letras, el miedo, la impotencia, la frustración, la tierra negra, el olor, la devastación... y todo eso estaba en tu relato. Muy bueno, felicidades.
Un beso
Gracias Conxita, ciertamente este tipo de sucesos dejan tan sólo desolación y amargura. Todavía después del tiempo transcurrido las huellas siguen y seguirán manchando de tristeza nuestro paisaje. Un beso.
EliminarHola Jorge, ¿Qué tal paisano?
ResponderEliminarPor fin estoy aquí de nuevo, echaba de menos estas lecturas. En tu caso he tenido que irme a un mes atrás. Espero leerte pronto de nuevo.
Pero vaya último relato que nos has dejado. ¡Im-presionante! Hace unos días le decía a nuestra amiga Tara, que me encantan los relatos que no van a ninguna parte, porque narran un instante, como su "Loulita". En tu caso, el instante tiene una fuerza increíble, que se nos graba a fuego (nunca mejor dicho). Un recuerdo en la mañana gris. El recuerdo de una negra noche. Y me quedo más en el recuerdo, que en los dramáticos acontecimientos que rememora. Un recuerdo acompañado (¡Que acierto!) de la personal voz y las palabras de dos gallegas inolvidables. Un recuerdo, teñido de tristeza, ensombrecido, pero iluminado por otra luz, Lucía, la de la esperanza, esa mitad de su vida, la que no se quemó. Porque los gallegos son un pueblo acostumbrado a luchar. Un pueblo callado que arrima el hombro. Y su tristeza la disfraza con el lamento de una gaita y deja que el viento se la lleve. Porque hay mucho trabajo, hay que volver a empezar.
No hablo de lo mucho que se podría denunciar, como tú, muy elegantemente, apuntas, sino de un pueblo que, cuando llueve, alza las manos al cielo y bendice su suerte.
Mucho ánimo a todos los gallegos que lucháis desde dentro. El alma de los que estamos fuera siempre estará con vosotros, porque una de nuestras mitades, sigue ahí.
Un fuerte abrazo. Y mi más sincera enhorabuena
Pues si, no me prodigo mucho últimamente por el blog Isidoro, aunque lo tuyo es peor todavía jeje, a ver si te vemos pronto publicando de nuevo. Es cierto que con este relato no he querido construir una trama ni una historia, simplemente poner de manifiesto este hecho tan triste que nos golpea cada poco por estas tierras, apelar al sentimiento y hacer algo de denuncia más o menos solapada, porque este tema daría para llenar páginas y páginas hasta aburrir. Qué mejor telón de fondo que la música y las palabras de dos gallegas de renombre, como apuntas. Un abrazo Isidoro y gracias por tu visita.
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