martes, 20 de enero de 2015

Artículo 47


El político brama desde el estrado, azuzando a su concurrido auditorio como si de fieros canes dispuestos a cebarse a dentelladas con sus oponentes se tratase. Ha sido bien entrenado en el arte del engaño, tan sólo tiene que preocuparse en deslizar cuatro o cinco oraciones predefinidas en medio de su vacuo discurso para levantar los ánimos en la caldeada audiencia. Su prédica está plagada de frases vacías, pero sin embargo lo aplauden. La estructura gramatical de la arenga no pasa del nivel de bachillerato elemental, mas es aclamado con efusivos vítores. Habla sin decir nada, pero lo adoran. Si hubieran subido a la palestra a cualquier otro vestido con traje y corbata, entrenado para soltar a la concurrencia los mismos huecos eslóganes, se hubieran escuchado en la sala idénticas ovaciones, pues quien enaltece ciegamente a un líder no precisa de razones ni concede valor a los argumentos, simplemente necesita de fútiles motivos para creer.

Acabado el mitin el político baja del púlpito, en los ojos se le refleja el orgullo, se siente casi un Dios, ensalzado sin cesar por sus acólitos mientras la música que no para de sonar por megafonía acrecienta su ficticia aureola. Los flashes le bañan el rostro eufórico, su porte estirado se pasea por los pasillos mientras micrófonos y grabadoras buscan un hueco para situarse ante su cara y casi rozar su encanecida barba. Algunos esforzados periodistas se afanan por ser el primero en preguntar, aún sabiendo que la respuesta no será más que otra sarta de banalidades.

Una jornalista joven, de áureo cabello y ojos celestes, probablemente una becaria, formula su interpelación elevando la voz por encima del barullo, “¿Que piensa sobre el último Decreto de la Junta acerca de la vivienda?” se la escucha decir mientras trata de resistir los empellones de sus compañeros. El político se detiene y una luz se le enciende tras las etéreas gafas, encuentra en su cerebro amaestrado la respuesta que los consejeros le han hecho repetir una y otra vez, tan sólo tiene que adornarla con algunas palabras de su cosecha que no significan nada, “es algo totalmente absurdo y carente de sentido, se trata de una ocurrencia que no va a ninguna parte, hay que hacer políticas serias, como las que hacemos nosotros” dice, finalizando la diatriba con una sonrisa forzada que muestra sus dientes amarillentos.

La periodista no se rinde, es audaz y está dispuesta a triunfar en la profesión o morir en el intento. El político le ha puesto la siguiente pregunta en bandeja de plata,“entonces, ¿no cree que el gobierno debería regular la utilización del suelo, impidiendo su especulación, de forma que la sociedad participe en el beneficio que generen las acciones urbanísticas promovidas por las administraciones públicas?”. El político vacila unos segundos, indaga en sus ideas pero aquella pregunta no está entre las directrices que le han inculcado. No importa, se parece un tanto a otras cuestiones que sí ha ensayado y siempre hay alguna respuesta comodín para las interpelaciones incómodas, por lo que rebusca la que a su entender mejor viene al caso, “Eso no provocaría más que inseguridad jurídica, los experimentos hay que hacerlos en casa y con gaseosa”, dice despachando a la muchacha con cierto aire de superioridad, al tiempo que comienza de nuevo a caminar con algo más de diligencia.


Es temprano y la actividad en el edificio hace ya algunas horas que se ha puesto en marcha. La inmensa maquinaria comienza a funcionar a pleno rendimiento sin permitirse un instante de descanso, son muchos los intereses que están en juego. El político desayuna con tranquilidad en su despacho, un zumo de naranja, un café bien cargado y un croissant a la plancha, como a él le gusta. En la última media hora ha sumergido su mente en las apasionantes páginas del Marca y se pregunta cuanto habrá pagado el club de sus amores por el último fichaje. Aburrido, se dispone a echar una ojeada al resto de la prensa. Prefiere dejar esas cuestiones para su equipo de asesores, pero la responsabilidad del cargo le obliga al menos a estar mínimamente informado. En un periódico de tirada nacional una noticia destaca en la portada. Su rostro se vuelve ojiplático cuando lee el titular a grandes letras, “El presidente del Gobierno justifica el incumplimiento de la Constitución”, reza el encabezado, y subtitulado como en un film en versión original se hace referencia al artículo en discordia.

El hombre no da crédito, se atusa la barba con nerviosismo, en su faz se dibuja una mueca de desprecio. Cómo pueden decirle eso a él, que en todas sus intervenciones se esfuerza en convencer a los oyentes de que tienen que someterse al imperio de la ley, reflejada en la ley de leyes, la Carta Magna, ¿cómo pueden acusarle de incumplirla?. Semejante falacia sólo puede ser obra de un ignorante, alguna patraña inventada para obtener un titular sensacionalista. Se levanta nervioso y comienza a rebuscar en la librería, el maldito volumen tiene que estar por algún sitio. Al fin tras varios minutos de tanteo lo halla escondido en el fondo de un estante. Le sacude el polvo, por lo visto el libro no recibe muchas visitas. Pasa las páginas humedeciéndose el índice y al fin encuentra lo que busca. Se para en el artículo 47, tiene que leerlo varias veces, no está acostumbrado a esa redacción tan particular, el término poderes públicos se le atraganta. Cuando al fin termina de analizarlo su rostro palidece, el gaznate se le seca y le cuesta tragar saliva, un sudor frío le recorre la espalda. Aún incrédulo, necesita unos segundos más para ojear de nuevo el texto:

“Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.”

Con la mirada perdida, no acierta a darse cuenta que el volumen se le escurre entre las manos, produciendo un sonido ahogado cuando rebota contra la alfombra. El ejemplar queda volteado, con la cubierta principal mirando al techo. En grandes letras doradas puede leerse el título, Constitución Española.

El político avanza un paso. Su zapato bien lustrado deja su huella sobre el libro
.


Artículo 47 por Jorge Valín Barreiro se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://brumasdegallaecia.blogspot.com.es/2015/01/articulo-47.html.

5 comentarios:

  1. Un texto que describe muy bien la ignorancia de la mayor parte de la clase política. No solamente porque son personas que te sueltan un monólogo incoherente para intentar decir (o no decir) algo, sino también por la poca iniciativa y personalidad que tienen la mayoría. No deja de ser un rebaño de ovejas, con la diferencia de que a veces cambia el pastor de turno para "guiarlas". Al conocerme bastante la constitución ya sabía el contenido del artículo, pero me ha gustado el modo en que lo has citado para narrar el traspiés del personaje. ¡Un saludo!

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    1. Al margen de la incompetencia, poca preparación y banalidad de la mayor parte de nuestros políticos, este tema en concreto me escama bastante, pues todos dicen conocer y cumplir la ley y luego son los primeros en saltársela, no sólo en lo referente a éste artículo 47, sino a otros muchos que son papel mojado en nuestros días. Muchas gracias por comentar José Carlos. Un saludo.

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  2. Un perfecto retrato de determinado perfil político, donde la hipocresía campa por doquier. Está escrito desde una inteligente mordacidad nada exagerada, porque visto lo que hay…
    Una puesta en escena que pone el vello de punta, para nada impostada, no me cabe duda de que en mucho de los casos es tal cual lo reflejas, incluido el pisotón a no solo el 47.
    No sabía Jorge que también “le dabas” a la crónica político-social.

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    1. Pues procuro darle a todo un poco Isabel, aunque seguramente a nada del todo bien. Este es un tema que me escama mucho, como los que dicen ser nuestros representantes se llenan la boca con la palabra Ley para ser los primeros que la incumplen. Y este es solo un ejemplo, podríamos hablar de decenas de ellos. Por desgracia a costa de nuestra ignorancia construyen ellos su poder. El tema de la vivienda, la especulación del suelo, los desahucios... es una auténtica vergüenza para un país que se dice democrático, y una vergüenza también que los ciudadanos que lo sufrimos mantengamos en el poder a quienes lo consienten y se lucran con ello. Con este relato quería aportar mi modesto granito de arena a este tema.
      Como anécdota, lo publiqué en TR hace ya tiempo, cuando los administradores publicaban en el perfil de la página en facebook relatos de los autores. Aunque creo que a cualquiera se le viene a la mente cierto personaje en particular, yo no quería identificarlo con una sola persona, de ahí la referencia al "político". Además estaba en una situación laboral complicada y no quería meterme en fregados de ese estilo en redes públicas. ¡Cual es mi sorpresa cuando acompañando al relato publican una foto de la cara en primer plano del susodicho en cuestión! menos mal que en TR no uso mi nombre...
      En fin, gracias por pasarte Isabel y por tu fidelidad a mi blog. Un abrazo.

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  3. Buenas noches/madrugadas compañero.
    No hace falta publicar su cara...efectivamente, todos tenemos en mente quien puede ser :)

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