Dicen
que es mejor no merodear por allí de noche. O eso asegura una bella canción. El
caso es que aquel frío anochecer de noviembre la pista de patinaje Wollman Rink
estaba repleta.
New York, to that tall skyline I
come(1)
La voz atiplada de Art Garfulkel sonaba por
mis auriculares mientras me deslizaba torpemente sobre el hielo. Llevaba una
falda hasta la rodilla y unas medias gruesas, abrigo, guantes, una bufanda de
lana y un gorro calado.
New York, looking down on Central
Park, where they say you should not wander after dark(2)
Tan concentrada iba que en un instante todo
se volvió negro. Lo primero que recuerdo fue estar sentada en un banco junto a
un joven que se interesaba por mi estado. Lo segundo, el amarillo chillón de su
jersey.
—¿Te
encuentras bien? Venías distraída… ¡fue todo tan rápido!
Solo
me sentí mejor cuando me dio a beber un sorbo de té caliente de su termo. Tal
vez la sonrisa con la que acompañó el gesto ayudó también.
—Te
llevaré a un centro de salud, ¿tienes seguro, no?
La
imagen de un hombre saltando de la ambulancia para escapar a todo correr y
librarse de la factura médica asaltó mi cabeza dolorida.
—Bueno,
sí, pero…
Terminamos
en una cafetería de la calle 59. Le conté que había venido desde Madrid con una
oferta de una empresa financiera. Él trabajaba como reportero en la CNN. Nos
reímos de la vida, y de las casualidades tontas que a veces tuercen los
destinos. Y contemplamos, con un café humeante entre las manos y el barritar de
un saxofón arrullándonos, como la nieve empezaba a caer por detrás de las
ventanas.
Bill
tiene una risa contagiosa. Y un corazón del tamaño del Empire State. Bill es
negro. Y era mi compañero de piso. A decir verdad, Bill era una de las tres
personas con las que compartía vivienda en West Harlem. Si quieres ganar dinero
en Nueva York tienes que encontrar alguna forma de sortear los alquileres
estratosféricos. Mi accidente de patinaje le pareció de lo más gracioso, pero
lo que de verdad lo hizo desternillarse fue saber que había vuelto a quedar con
el chico del jersey amarillo.
—Venga,
va. ¿Follamos para celebrarlo?
—¡Pero
si eres gay!
Esa
madrugada, a ambos terminó por dolernos el estómago de las carcajadas.
Los recuerdos mas hermosos que guardo de
Nueva York son sus calles iluminadas en Navidad y el deslumbrante árbol del
Rockefeller Center. Aquella noche, además, la nieve alfombraba nuestros pasos. Liam
y yo habíamos salido a cenar. Le gustaba jugar con los rizos de mi pelo negro cuando
paseábamos. Hacíamos un mes juntos pero ya no podía recordar otra vida. Todo
parecía un cuento de hadas, y yo la protagonista. Lo malo de vivir en un cuento
es darse de bruces con la realidad. Y ocurrió tan solo con doblar una esquina.
La calle estaba repleta de tiendas de campaña
improvisadas, familias enteras malviviendo a la intemperie, la cara más amarga
de la miseria en un país de extremos; donde el ser y el tener se dan la mano. Aquellas
gentes eran americanas, Como Liam. Y como empezaba a sentirme yo misma. No pude
evitar derramar una lágrima, que quedó congelada sobre el guante de Liam cuando
trató de enjugar mi tristeza.
New York, you got money on your mind(3)
Me abrazó. Sentí su calor cuando más falta me
hacía. Y la siguiente estrofa, no sé por qué, se pronunció en español dentro de
mi cabeza.
Y nada de lo que diga va a variar un ápice,
tu forma de pensar.
—¿Ouadhalagara?
Me
costó horrores no reírme de su pésima pronunciación. Después de un año estaba
cansada de la ciudad. Echaba de menos el estilo de vida de mi país, y a mi
gente.
—Tengo
casa allí. No está lejos de Madrid, y hay oportunidades. ¿Me seguirás?
Fueron
cinco segundos que se congelaron igual que aquella lágrima. Y derramé muchas
más cuando volé sola de vuelta a España. Lo malo de vivir en un cuento, es que
siempre se terminan.
Estaba
allí de pie, con una rosa en la mano. Rosa, como mi nombre.
—Qué
difícil es llegar hasta Ouadhalagara.
—¡Guadalajara!
Me
tendió la flor, y aquella canción por momentos olvidada sonó de nuevo.
A heart in New York, a rose on the
street…(4)
Y como si hubiera leído mi mente, me susurró:
—…I write my song to that city
heartbeat.(5)
Y supe entonces que sí, que ambos estábamos dispuestos a intentarlo.
(1) Nueva York,
llego hasta esa alta silueta recortada en el horizonte
(2) Mirando
hacia abajo se divisa Central Park, dicen que es mejor no merodear por allí de
noche
(3) Nueva York,
solo te motiva el dinero
(4) Un corazón
en Nueva York, una rosa en la calle
(5) Dedico mi
canción al latido de esta ciudad
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