Contemplas el mundo, niña de los ojos tristes, a través de esos cristales enmarcados en una montura dorada. Un mundo que ha cambiado desde la última vez en que pudiste aventurarte por sus confusos senderos... o quizás no haya cambiado tanto, pero a tí te lo parece.
Respiras de nuevo el aire entumecido con el rancio humo de los tubos de escape, mas esa atmósfera viciada te sabe a libertad en los pulmones. Hace calor, el verano resplandece exhibiendo sus mejores galas y sudas bajo tus amplios ropajes.
Pronto verás de nuevo rostros familiares, lo poco que todavía te mantiene apegada a ese mundo del que hace años desertaste. Pero no sueñes demasiado, niña de triste mirada, pues ni ellos ni sus vidas forman ya parte de la tuya.
Pronto verás de nuevo rostros familiares, lo poco que todavía te mantiene apegada a ese mundo del que hace años desertaste. Pero no sueñes demasiado, niña de triste mirada, pues ni ellos ni sus vidas forman ya parte de la tuya.
Ahora más que nunca añoras conocer el tacto del agua de mar bañándote el cuerpo, echas de menos las caricias de ese sol al que algún día prohibieron posarse sobre tu piel descolorida, fantaseas con que un viento racheado juegue a despeinar tu cabello prematuramente encanecido y en secreto, como ocultándolo a tu yo más consciente, te preguntas a que sabe un beso.
¿Quién te robó la infancia, niña de los ojos tristes, cuando el tiempo te acariciaba con sus alas más despacio?
Recuerdas aquellos días en los que siendo una chiquilla llenabas cartas suplicantes implorando por el rescate de un cautiverio indeseado, solicitando que te devolvieran al lugar de donde nunca quisiste marchar. Mas esas misivas escritas con trazos de llanto jamás llegaron a su destino porque, tú lo sabes bien, alguien que no iba a vivir tu vida decidió por ti la vida que deberías vivir.
Ahora no dudas, pues la duda no forma parte de tu credo, al igual que la renuncia a lo que eres es la columna vertebral sobre la cual se sustenta tu persona. Aceptas con resignación el destino para el que has nacido, pues tu sino estaba escrito en las estrellas, vocación ineludible grabada a fuego en tu alma todavía nonata.
Ahora no dudas, pues la duda no forma parte de tu credo, al igual que la renuncia a lo que eres es la columna vertebral sobre la cual se sustenta tu persona. Aceptas con resignación el destino para el que has nacido, pues tu sino estaba escrito en las estrellas, vocación ineludible grabada a fuego en tu alma todavía nonata.
Dos semanas pasan pronto, cuatro años son una eternidad. Las oscuras paredes que enclaustran tu existencia nuevamente te reclaman. Te levantas con el alba, amiga inseparable que cada mañana acompaña tu rutina, mientras vistes un cuerpo enjuto con el hábito tan negro como las perlas que adornan las cuencas de tus ojos. El monótono ronroneo de los maitines te prepara para la larga jornada que te aguarda, símil descarnado de esa letanía de días tan iguales que deben haber sido alumbrados en un mismo parto.
Más de medio siglo cargas ya a tus espaldas, pero todavía un deje infantil te adorna la mirada. Esa expresión que has contemplado tantas veces en los rostros de aquellos ancianos a los que cuidas a tiempo completo, quienes conocedores de la cercanía de su deceso parecen volver en su fuero interno de nuevo a la niñez. Su sonrisa agradecida es el único salario que recibes y no dejas de preguntarte cuantas vivencias atesoran tras esos ojos desangelados.
Al fin la noche te arropa con su manto de sosiego. La soledad de tu celda es lo único que tienes, pequeño reducto en el que se atrinchera tu privacidad. Adelgazas unos gramos cuando despojas tu figura de sus negras vestimentas y te refugias bajo las sábanas frías. Cierras los ojos y tus sueños se vuelven de colores, correteas de nuevo por aquellos campos que antaño te alfombraban la niñez y el viento trota a tu vera como entonces.
Vuelves a ser la chiquilla que eras, en tus pensamientos oníricos no deja de dibujarse una pregunta tan repetida como las cuentas del rosario que antes de dormir se escurre entre tus dedos.
¿Quién te ha robado, niña de triste mirada, quién te ha robado la infancia, cuando el tiempo te acariciaba con sus alas más despacio?
Niña de Ojos Tristes por Jorge Valín Barreiro se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://brumasdegallaecia.blogspot.com.es/2015/01/nina-de-ojos-tristes.html.
Cuánta soledad en esta eterna niña de ojos tristes. Afortunadamente ya han pasado los tiempos en los que se metía a las niñas en los conventos sin tener en cuenta sus sentimientos. Me ha gustado mucho la sensibilidad con la que has narrado esta historia. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Ana. Aunque ya han pasado esos tiempos (creo) no hace tanto que ocurría esto en nuestra sociedad. Saludos.
EliminarUn relato de una triste historia, pues no se habla de que ella eligiera esa vida por decisión propia, sino que a ella jamás le correspondió la elección. Y eso la cambió para siempre. Así que hasta el último de sus días seguirá bajo el peso de esa elección ajena. Un saludo Jorge.
ResponderEliminarEn realidad está basado en una historia real, y la protagonista cree que la decisión es propia, aunque yo lo dudo y así lo reflejo en el relato. La libertad absoluta no existe, pero hay situaciones que se le parecen muy poco. Un saludo José Carlos.
Eliminar¡Qué maravilla! Es uno de los relatos mejor escritos de los que te he leido Jorge, es emotivo, y es impecable además de implacable con la soledad impuesta a la niña. ¿Cómo es posible que se de esas situaciones lamentables?
EliminarCreo que es un relato duro, donde a pesar de todo se plasman imágenes evocadoras en contraste con la soledad del convento (o esa era la idea). Lo he retocado algo respecto a la versión original, de vez en cuando lo hago con relatos antiguos aprovechando lo que uno va aprendiendo, aunque creo que de los que he retocado es de los que menos cambios he hecho. Por cierto es de la primera época en TR, 3 meses llevaba publicando en la página.
EliminarY sí, estas cosas han pasado, y no descarto que sigan pasando, y he de decir que la protagonista dice estar convencida del lugar en el que está... aunque a mi siempre me parece que algo se le ha quedado anclado en el pasado en la mirada.
Muchas gracias por pasarte Isabel.
Cómo contrastan en este texto la libertad y la clausura, Jorge, la de la niña y la de la mujer madura que conserva su mirada infantil intacta. Quizás por ello es más desgraciada, pues no ha perdido la sensación liberadora de correr por el campo como cuando era una cría. Triste historia, la que cuentas, narrando con delicadeza los sentimientos que embargan a esta pobre monja obligada. Estás en lo cierto, es algo que sucedía hasta hace bien poco. Enhorabuena por el relato y un abrazo.
ResponderEliminarHola Eva! Eso es lo que me inspiró esta situación y este relato, ese niña a la que le cortaron la niñez y no ha dejado de serlo con el paso de los años. Gracias por pasar por uno de mis cuentos más antiguos, Eva, y por dejar un comentario. Un abrazo.
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