jueves, 21 de marzo de 2024

La voz de Aurora

        Me hablaba. Juro que me hablaba. Ahora, embebido de la amnesia con que el tamiz del tiempo lo criba todo, semeja tan solo la fantasía de un muchacho soñador. Pero prometo que me decía las palabras más hermosas que pudiera pronunciar ser viviente. Lo juro aunque quien me escuche, me tome por loco.

Aurora era el primer lucero de la mañana, la savia que alimentaba el día. Las raíces que sostenían mi mundo. Al alba corría a su lado para saludarla antes de comenzar la jornada. Con la caída de la tarde me sentaba a su vera y la leía poemas, le susurraba canciones engranadas al mecer de las hojas y de vez en cuando, le decía piropos. Y ella se ruborizaba, y reía como el agua bajando por la torrentera. Y me hablaba, lo juro. Lo hacía a pesar de no ser yo más que un pobre rapaz huérfano que vivía de pastorear algunas reses, allá en una aldea remota de la sierra de Ancares, donde el tiempo se entretiene en deshojar margaritas. Un aldeano que leía poesía e inventaba cuentos, mas aldeano al fin y al cabo. Un don nadie enamorado de una diosa.

martes, 12 de marzo de 2024

El cielo se puede esperar

    Ahí vienen otros dos, menuda pareja de incautos. Siempre es igual, llega el fin de semana y al caer la tarde se cuelan saltando la tapia en ruinas. Después corren bajo la sombra alargada de los doce cipreses y buscan el rincón que más les gusta. Y así la imberbe noche se va llenado de caricias, arrumacos y gemidos. No es que me importe, es más, en otros tiempos yo lo hice también alguna vez. Y reconozco que tenía su morbo. Claro que entonces no sabía lo que ahora.

He avisado a los colegas. Nos vamos a divertir de lo lindo. Los dejaremos hacer y cuando estén en el momento álgido, protagonizaremos una aparición estelar de las nuestras. Saldremos de entre las moradas del fondo, las de mármol rosa. Vendrán hasta los héroes de Cuba y también los duques de Medina y Luengo, que esto no se lo pierde nadie.