miércoles, 27 de noviembre de 2024

El arte de la intimidación

    Lo más gracioso fueron los dos gorilas que me cachearon a la entrada, ¡si ellos supieran! Tampoco había mucho donde rebuscar más allá de mi camisa caqui, los bolsillos de las bermudas y mi inseparable turbante. Después, con malos modos, me acompañaron hasta la puerta del despacho tras la que ahora montan guardia.

El hombre gordo y trajeado me mira altivo, sentado en su sillón encuerado. Fuma un puro con parsimonia y, de vez en cuando, escupe sin disimulo hacia mi rostro el humo espeso, que me hace toser. Las paredes están forradas en madera, como atrapándome en el oscuro camarote de un galeón. Me ha parecido distinguir un Renoir. Desde una esquina, la cabeza melenada de un león me observa desafiante. Al fin, el gordo se digna a hablarme tras la maciza mesa de roble.

lunes, 25 de noviembre de 2024

El último gol de Maradona

Cuando escribí este relato no sabía que con el tiempo se haría mayor. Creció en extensión y creció hasta ocupar el lugar reservado tan solo a los inmortales; como su protagonista, una chica que vivió deprisa y murió joven. No predicó con el mejor ejemplo, pero si dejó su impronta en la memoria colectiva de una ciudad.
Este cuento obtuvo un accesit en el XI Certamen de relatos Vigo Histórico. Gracias al jurado que lo consideró merecedor de tal galardón.

Aquí la lista de relatos premiados

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Eduarda corre sobre el empedrado irregular de la ciudad vieja.

martes, 8 de octubre de 2024

El dulce influjo de la luna

        La frontera entre la belleza y la deformidad, entre la vida y la muerte, es tan solo una línea que culebrea sobre las formas sinuosas de la colina. Mateo se empapa del paisaje con la mirada de un niño de doce años. A un lado, centenares de cadáveres de eucalipto se sostienen a duras penas sobre la tierra quemada, gimiendo cuando el viento comba sus grotescos troncos calcinados. Del otro, el bosquecillo húmedo de hayas, robles y castaños rezuma lozanía y autoridad; aún resuena en la espesura el ¡alto! que la hojarasca impuso a las llamas que asolaron los montes dos días atrás. Todavía se huele el hollín envenenando el aire. Y no deja de sorprenderle que, a pesar de su cruel ferocidad, el fuego se haya acobardado ante el señorial porte de esos leños centenarios.

domingo, 22 de septiembre de 2024

Irrealidad

       Hace varios días que no me doy una vuelta por el cementerio. He decidido hacerlo esta mañana. Los tonos azulados del Facebook me saludan.

Apenas la savia nueva riega ya la red social. Solo quedamos algunos incombustibles, apurando nuestros últimos años en esta realidad finita. Tengo un mensaje privado de él.

Voy a su muro y veo que ha publicado las fotos de nuestro último viaje a Santorini. Todo muy normal, si no fuera porque… ¡hace dos años que Eduardo ha fallecido!

Todavía noto el corazón martilleándome las sienes cuando logro poner algo de cordura en mis pensamientos. Alguien ha hackeado su perfil, ¡tiene que ser eso! Más aliviada y fantaseando con la denuncia que pondré en comisaría, me dispongo a leer el chat.

domingo, 16 de junio de 2024

El accidente Kovalev

     Era apenas un rumor alumbrado en el secretismo de la Guerra Fría. Un misterio que jamás hubiera salido oficialmente de los polvorientos archivos a los que fue confinado, de no ser por los terribles sucesos que acontecieron hace ahora un año. Después de aquello, nadie pudo ya negar la verídica existencia del Accidente Kovalev.

Corrían los lustros previos al derrumbe de la Unión Soviética. El gigante rojo agonizaba, mientras de cara al exterior trataba de mostrar una salud inmejorable. Fue en ese contexto que vio la luz el proyecto Bialystok, un ambicioso programa que pretendía colocar una nave en el espacio mediante una técnica revolucionaria. La idea era tan simple de concebir como difícil de realizar.

martes, 7 de mayo de 2024

La segunda oportunidad

El Tintero de Oro nos propone, para el reto de este mes, escribir un microrrelato de no más de 250 palabras que gire en torno al concepto del tiempo y sus múltiples vertientes.

Tratándose de algo tan complejo no podía ver la luz más que un relato de iguales características. Así que ha salido esto, cuya síntesis está clara en la mente del autor, pero que debido a la falta de espacio y lo rebuscado de la idea, no acierto a averiguar si producirá la misma diáfana impresión en quienes lo lean. Ahí va.

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    Al viajero le duele el cuerpo del largo, aunque breve, camino. Ha destruido el vehículo que lo llevó hasta allí. A lo lejos vislumbra una casa.

jueves, 21 de marzo de 2024

La voz de Aurora

        Me hablaba. Juro que me hablaba. Ahora, embebido de la amnesia con que el tamiz del tiempo lo criba todo, semeja tan solo la fantasía de un muchacho soñador. Pero prometo que me decía las palabras más hermosas que pudiera pronunciar ser viviente. Lo juro aunque quien me escuche, me tome por loco.

Aurora era el primer lucero de la mañana, la savia que alimentaba el día. Las raíces que sostenían mi mundo. Al alba corría a su lado para saludarla antes de comenzar la jornada. Con la caída de la tarde me sentaba a su vera y la leía poemas, le susurraba canciones engranadas al mecer de las hojas y de vez en cuando, le decía piropos. Y ella se ruborizaba, y reía como el agua bajando por la torrentera. Y me hablaba, lo juro. Lo hacía a pesar de no ser yo más que un pobre rapaz huérfano que vivía de pastorear algunas reses, allá en una aldea remota de la sierra de Ancares, donde el tiempo se entretiene en deshojar margaritas. Un aldeano que leía poesía e inventaba cuentos, mas aldeano al fin y al cabo. Un don nadie enamorado de una diosa.

martes, 12 de marzo de 2024

El cielo se puede esperar

    Ahí vienen otros dos, menuda pareja de incautos. Siempre es igual, llega el fin de semana y al caer la tarde se cuelan saltando la tapia en ruinas. Después corren bajo la sombra alargada de los doce cipreses y buscan el rincón que más les gusta. Y así la imberbe noche se va llenado de caricias, arrumacos y gemidos. No es que me importe, es más, en otros tiempos yo lo hice también alguna vez. Y reconozco que tenía su morbo. Claro que entonces no sabía lo que ahora.

He avisado a los colegas. Nos vamos a divertir de lo lindo. Los dejaremos hacer y cuando estén en el momento álgido, protagonizaremos una aparición estelar de las nuestras. Saldremos de entre las moradas del fondo, las de mármol rosa. Vendrán hasta los héroes de Cuba y también los duques de Medina y Luengo, que esto no se lo pierde nadie.

martes, 13 de febrero de 2024

Una mano cándida

Estruendo, polvo, miedo. Las piernas me tiemblan y no alcanzo a llenar de aire los pulmones. Corro, tropiezo con los escombros esparcidos por lo que un día fueron calles. A lo lejos oigo una explosión. Nunca se está preparado para morir. Añoro tomarme un arak1 frío con los amigos en la vieja taberna. Alguien camina cerca. Disparo. No acierto a ver al enemigo y disparo de nuevo. Un animal, más asustado que yo, escapa de las ruinas.

—¡Control de misión, aquí Bravo Seis! Toda mi unidad abatida. Dirigiéndome a Papa Zulu2 para recogida. Cambio.

Estática de nuevo. Se me hiela la sangre. Estoy desorientado. Calma, me digo. Si hay alguna posibilidad de salir de aquí será templando el ánimo. Trepo sobre unos ladrillos para otear el horizonte. Me topo de bruces con un terrorista sorprendido. Soy más rápido y sus sesos estallan como los fuegos artificiales del Yom Ha'atzmaut3. Uno menos. Si he de morir, venderé cara mi vida. Escupo sobre su cuerpo. ¡Maldito shtink4! Se apaga el día.

viernes, 5 de enero de 2024

Inalcanzable

    Era como perseguir la propia sombra, impedir al agua escurrirse entre los dedos, vaciar la arena del desierto. Así era ella, inalcanzable.

Decían que era hija del embajador. Todas las mañanas aquella silueta contorneada en arabescos aparecía en clase. Su melena pelirroja abrasaba el aire, lanzando un vahído que encendía mis mejillas. Siempre llevaba algo a juego: un abrigo encarnado, las medias escarlata aflorando bajo su falda, un jersey granate que le encorsetaba el busto o una camiseta de Mickey Mouse. Y yo solo imaginaba, pobre de mí, si Ninette había decidido vestir a juego también aquello que no podía verse.

Se le dibujaban constelaciones en las orillas de la  boca las pocas veces que conseguía hablarle. En realidad, Ninette siempre sonreía. Así transcurrió el curso, enganchado al olor traicionero de su perfume. Y tras el verano, Ninette no volvió.