¿Cuánto vale una vida? Hace tiempo que intento responder esta pregunta y tan solo ahora creo haber encontrado la respuesta.
Me bautizaron Virginia.
Mancillé ese nombre a los trece años en el desvencijado asiento de un seiscientos,
entre caricias prestadas y sorbos de pasión y ginebra. Siempre viví deprisa, sentía
demasiado vértigo como para detenerme a contemplar la existencia con la laxitud
que envenena al común de los mortales. Pero no se puede correr eternamente.
Cierto espíritu inconformista y
la influencia de un profesor de militancia bohemia consiguieron empujarme a estudiar
periodismo. Fueron los años del amor libre y la crítica a un sistema que nos oprimía,
el paso por la universidad me dio la oportunidad de rebelarme haciendo honor a las
dos cosas. En poco tiempo obtuve también una licenciatura en carreras delante
de los grises. No estaba hecha para pasar el día sentada en una oficina,
y la sección de sucesos se me antojaba una gigantesca opereta para entretener a
las masas, así que enseguida comencé a peregrinar por el mundo cargada con
toneladas de inocencia y los ochocientos gramos de mi Canon F1.
Decían que mis fotografías
conseguían atrapar el alma de las cosas. Yo dejaba un poco de alma en cada
una de ellas. Esa habilidad, o la suerte, o quizás ambas, me abrieron las
puertas a un contrato en un prestigioso medio escrito. Viajar mucho, dormir
poco, follar de más y amar de menos. Así vivía por entonces, pero yo
necesitaba algo que no terminaba de encontrar. Hasta que llegó aquello.
La primera vez fue Afganistán. Confieso
que la guerra produce miedo. Y desasosiego, e inseguridad, y la pérdida de una
fe en la humanidad que seguramente nunca tuve. Pero había algo en esa sucesión
frenética de días tan diferentes que conseguía apaciguar el volcán que llevaba
dentro: una inyección constante de adrenalina, jugarte la vida a las cartas a
cada poco y presumir de torcerle el brazo a la muerte. Aunque con el tiempo
comprendí, ingenua de mí, que de mis muchos amantes el más fiel de todos fue
sin duda el azar. De regreso a casa mentía jurándome que esa vez sería la
última, pero la mezquindad del ser humano consiguió que nunca faltase el trabajo.
¿Se puede encontrar la dicha en medio de tanta desolación, acaso las mayores
miserias del hombre dejan espacio para llenar un corazón de algo que no sea
rencor y odio? Ocurrió en el conflicto de Ruanda.
Por esa época acompañaba a un
reportero de prensa escrita con el que compartía cama y aventuras. Yo le había
prometido amor eterno, él a mí un ático en Madrid asomado al Retiro. El nuestro
llevábamos preparándolo algunos meses, aquella sería la última vez que
tentaríamos a la suerte. Nos dieron un soplo acerca de una aldea masacrada, los
soldados ya se habían marchado, solo teníamos que ir y fotografiar el rostro de
la Parca. Un trabajo de escaso riesgo, quisimos convencernos. Llegamos
temprano, el olor a humo y carne quemada nos dio la bienvenida.
Los cadáveres ensangrentados
parecían mirarnos con muecas horrendas, como echándonos en cara la profanación
de aquel cementerio improvisado. Contemplaba la escena parapetada tras la
contenida indiferencia con que los años de corresponsal de guerra me habían
curtido el alma. Atrapé cuantos cuerpos pude en un negativo, ya que sus
espíritus hacía horas que se habían marchado, mas para nuestra desgracia no
todo era muerte en ese lugar tocado por el infortunio. El disparo hizo levantar
el vuelo a una bandada de aves.
Mi compañero cayó al suelo tiñéndolo
de rojo, sumándose a la colección de macabros maniquíes. Detrás de una choza
apareció un hombre de sonrisa desdentada, a pesar de aparentar poco más de
veinte años. Debió valorar enseguida que no representaba peligro alguno, pues
apoyó el rifle contra una pared y se acercó armado tan solo con un machete mugriento
colgado a la cintura y el bulto que despuntaba en su entrepierna. Poca defensa
podía ofrecer mi cámara ante la sed de carne fresca que se le reflejaba en la
mirada. Entonces, como en un deja vu, sonó un segundo disparo y el
asesino se desplomó desparramando sus sesos sobre la hierba.
Un niño de ojos llorosos, de no
más de diez u once abriles, sostenía el fusil que el desalmado había olvidado. A
pesar de la angustia que atenazaba mi garganta, un reflejo egoísta me impulsó a
levantar el objetivo e inmortalizar aquella criatura con la ropa raída y el
rostro surcado por dos regueros húmedos, sosteniendo un arma junto al cadáver
de uno de los verdugos de su familia. Una imagen que con el tiempo, terminó por
darme un Pulitzer. ¿Cuál es el valor de una vida?
—Descansa, madre. Todo está
bien, ha merecido la pena.
Siento sus manos de ébano tomando
las mías y las lágrimas que le inundan los ojos, como años atrás, derramándose
sobre mi piel. ¡Quisiera decirle tantas cosas! Pero las fuerzas ya se han marchado
y únicamente queda esperar el final, postrada en la cama de este hospital. Yo salvé
su vida, él la mía y en dos ocasiones. Se ha convertido en un hombre del que estoy orgullosa. Aunque parezca mentira, el amor florece incluso en los
jardines que nadie ha conseguido abonar. Una vida vale lo que es capaz de dar.
Ahora lo sé.
Y sí, después de todo, ha
merecido la pena.
Hola, Jorge. Magnífico relato. Me ha encantado cómo logras transformar poco a poco el cinismo inicial del personaje en emoción y dulzura. Tremenda la historia también y muy bien contada. Me ha gustado muchísimo. Felicidades.
ResponderEliminarHola Marta. He tratado de mostrar un personaje duro y a la que le cuesta emocionarse, en el poco espacio que tenía. Al final, las circunstancia la hacen cambiar. Gracias por comentar. Un saludo.
EliminarUn relato genial. Tremenda historia que puede muy bien ser el fiel reflejo de lo que sucede en los conflictos bélicos. Enhorabuena y suerte en el concurso
ResponderEliminarGracias Marina y bienvenida al blog. Un saludo.
EliminarHola Jorge. Leyendo tu magnífico relato he recordado ese antiguo dicho hebreo, según el cual "quien salva una vida salva a la humanidad entera". Así pues, la reportera estaba habituada a verse rodeada de cadáveres, viviendo la muerte con una familiaridad inusitada. Sin embargo, el hecho de que ese muchacho le salvase la vida, convirtiéndose él mismo posteriormente en su hijo adoptivo, son acciones que hacen que la protagonista se reconcilie con sus semejantes. Felicidades y mucha suerte. Un abrazo!
ResponderEliminarCreo recordar que la cita aparecía en La Lista de Schindler. La protagonista se reconcilió con la humanidad y sobre todo consigo misma. Gracias por comentar Beri, un abrazo!
EliminarHermoso trabajo,Un relato intenso. Con acertada construcción muestras el realismo del odio y del amor. No vas a nacesitar suerte en El Tintero. Te adelanto los aplausos.
ResponderEliminarCon el nivel que hay en el concurso, la suerte siempre es un factor a tener muy en cuenta, Beba. Es un placer competir con tan buenos escritores. Gracias por comentar. Saludos.
EliminarUn relato que poco tiene de ficción, pues desgraciadamente esa situación se ha repetido y sigue repitiéndose en muchos lugares del mundo. La dura indiferencia que acaba contaminando al obervador profesional de tales horrores, se torna en ternura, compasión y, en definitiva, en amor. Eso lo has sabido plamar a la perfección en esta estupenda historia que podemos, sin duda, decir que está basada en hechos desgraciadamente reales.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Un abrazo.
Quien sabe lo que en realidad se cuece en tantas guerras que se libran a lo largo del mundo, seguramente este relato se queda muy corto al tratar de reflejar tanta crueldad. Espero al menos que la transformación del personaje haya quedado bien plasmada, como indicas. Muchas gracias Josep por tu comentario y visita. Un abrazo.
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ResponderEliminarPartiendo de un interrogante que además da título al relato su argumento nos conduce hasta un desenlace estremecedor donde está presente la respuesta, cerrando con habilidad este círculo.
Digamos que está construido intencionadamente para proporcionar un ejemplo claro al lector del significado del valor de la vida. Con una introducción descriptiva sobre la protagonista y narradora en primera persona e intrépida fotógrafa de guerra.
Ya en el nudo de la historia se hace notoria la tragedia que rodea a su protagonista y esa clara indiferencia por el sufrimiento ajeno.
El desenlace está inmerso de puro dramatismo con dos frases que responden de forma impactante a la reflexión sobre el valor de la vida de acuerdo a lo que estamos dispuestos a ofrecer al otro.
Te felicito, compañero Jorge por tu estupendo relato que merece estar entre los mejores.
Un abrazo.
Gracias Estrella por tu estupenda disección de este modesto relato. Creo que la protagonista encontró al final el sentido de su existencia. Un abrazo.
EliminarMuy buen relato, Jorge, en tu línea habitual, demostrando otra vez tu gran talento narrativo y la habilidad para crear tramas potentes que atrapan desde el principio. El personaje de Virginia se hace querer desde el principio y seguimos con interés creciente sus azarosas vivencias. La historia arranca de manera vigorosa y rompedora con ese episodio del coche que vive la adolescente Virginia.
ResponderEliminarEl relato avanza de su mano con profundas reflexiones filosófico-existenciales con frases largas donde exhibes lo mejor de tu envidiable técnica narrativa, dominio del lenguaje y creación de imágenes con expresiones muy logradas.
Vemos como va evolucionando la protagonista, como va cambiando su escala de valores, desde una vida casi libertina hasta el compromiso vital con todo aquello que realmente merece la pena.
A destacar entre lo brillante del conjunto en total, la tremenda escena de la aldea masacrada con imágenes poderosas y brutales que reflejan con toda fidelidad y crudeza los horrores de la guerra.
Ese final, entrañable y rotundo, refuerza y consolida un relato que, como acostumbras, apunta muy alto.
Mucha Suerte en El Tintero. Un abrazo, Jorge.
Gracias Paco, es difícil condensar casi una vida en tan poco espacio, he intentado que quedase legible y ameno. Te agradezco tus amables palabras y tu extenso análisis. La pelea por el pódium está complicada debido al nivel que hay, lo cual te incluye. A ver que depara la suerte. Un abrazo.
EliminarVuelvo a tus letras, compañero, y casi no veo lo que he decidido escribir, !maldita alergia...!
ResponderEliminar¡Bravo, Jorge, has vuelto a hacer magia! ¡Enhorabuena y gracias!
Un abrazo fuerte.
Hombre Patxi! qué es de tus letras? se te echa de menos en esta edición del Tintero, a ver si te animas en las próximas convocatorias. Gracias por tus palabras. Un abrazo.
EliminarMaravilloso relato, leyendo tu trama que es una maravilla entre el amor y la masacre. Me dan ganas de no enviar lo que yo estoy preparando. Pero tu conseguirás podium y yo la alegría de participar en este concurso y estar acompañada de tan buena tinta. Un abrazo.
ResponderEliminarTodos los relatos merecen la pena y contribuyen a hacer del Tintero lo que es, así que no hay que desmerecer ninguno. Muchas gracias por tus palabras, Mamen. El placer es mío por compartir espacio con vosotros. Un abrazo.
EliminarUna vida contada en unas 900 palabras. A simple vista podría parecer que pocas cosas ocurrirían en ella, pero no es así, has plasmado una vida intensa, llena de vivencias que van subiendo de tono hasta lo macabro para regalarnos un final de esos que te deja con el runrún y la remiscencia de haber saboreado algo realmente genial. Narración envidiable y trama perfectamente llevado. Enhorabuena, me encantó el relato. Un abrazo y mucha suerte.
ResponderEliminarMe alegro mucho que te haya gustado Pepe, no es fácil conocer de antemano las sensaciones que lo que uno escribe provocará en quienes lo leen, como tu ya sabrás. Gracias y un abrazo.
EliminarExcelente relato, Jorge. Te metiste en la piel y el alma de la protagonista, que finalmente encontró donde menos lo esperaba, el amor de un niño, porque como bien escribiste "el amor florece incluso en los jardines que nadie ha conseguido abonar."
ResponderEliminarFelicitaciones y abrazos.
Gracias Mirella, es cierto, a veces las cosas buenas se encuentran donde uno menos lo espera. Espero que todo vaya bien por ahí. Un abrazo.
EliminarEl complejo, terrible y, porqué no decirlo, egoísta mundo del reportero de guerra en apenas 900 palabras. Y el amor, que aunque no se busque, siempre nos acecha tras la equina más inesperada.
ResponderEliminarUn muy buen relato como siempre, Jorge. Te desearía lo mejor para el concurso, pero creo que no lo necesitas ;)
Un abrazo enorme.
Siempre se necesita suerte, Bruno, como he comentado antes la competencia es muy alta,lo cual es estupendo para el concurso. Muchas gracias por tus amables palabras. Un abrazo.
EliminarHas transmitido plenamente la transformación de la protagonista, por causa de una de las muchas guerras que asolan el planeta.
ResponderEliminar¿qué nos hace humanos, la inteligencia o el corazón.
Creo que de nuevo conseguiste un buen relato.
Un abrazo, compañero.
A veces dudo de que seamos muy humanos, en el sentido más amplio de la palabra, Francisco. Muchas gracias por comentar. Un abrazo.
EliminarHola Jorge
ResponderEliminarVaya relato!! Lleno de sentimiento, dolor y ansiedad. La vida, un drama día tras día para mucha gente...
Me ha encantado. Enhorabuena y saludos
la vida en ciertos lugares del planeta no tienen nada que ver con lo que tenemos aquí. Muchas gracias por tu visita Paola. Un saludo.
EliminarHola Jorge, por fin llegué a tu relato.
ResponderEliminarMe ha gustado especialmente que hayas mantenido la premisa de escribir una historia en un contexto de guerra desde el punto de vista femenino, y desde luego, lo has bordado. Una mujer con el ánimo aventurero que todo reportero de guerra debe tener. Virginia, además, tiene talante rebelde desde bien joven, tal como nos relata ella misma.
No soslayas los aspectos crudos de la guerra.
El relato destila cierto deje irónico que me gusta mucho, ej: “yo le había prometido amor eterno, él a mí un ático asomado al Retiro. Una ironía que contrasta con el profundo sentimiento hacia el niño convertido en hombre y que justifica, sobradamente, el título de la historia.
Un gran relato Jorge,con inicio, nudo y desenlace. Te felicito.
Un abrazo apretao.
Gracias Isabel. Me gusta que resaltes la personalidad irónica de Virginia, he pretendido dibujar un personaje que se toma la vida desde el escepticismo y sin implicarse demasiado emocionalmente con casi nada, hasta que la vida la obliga a bajarse al suelo. Un abrazo!
EliminarBellísimo relato, Jorge! Interesante, conmovedor y sorpresivo. Me ha encantado. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Mirna, me alegra que te haya gustado. Un abrazo.
EliminarBuenas, Jorge.
ResponderEliminarTremendo relato el que has escrito, me ha emocionado muchísimo. Y el título, acertadísimo.
La historia se lee con mucha fluidez y engancha desde el principio.
Gran trabajo.
Nos leemos.
Un saludo.
Si te ha emocionado ya he conseguido algo, Irene. Me alegro que te haya gustado. Muchas gracias por comentar.
EliminarLa vida siempre vale la pena, buen relato y lleno de sentimientos y emociones encontradas. Éxitos en el Tintero de Oro.Saludos desde Venezuela
ResponderEliminarEse es el mensaje final, Raquel. gracias por tu visita. Un saludo.
EliminarSaludos, maravilloso relato, se lee con gusto pues está muy bien narrado y es una historia de vida muy interesante, que halló lo que buscaba en una forma muy dura. Éxitos y bendiciones!
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado Mery, y que te haya parecido interesante. Gracias por comentar. Un saludo.
Eliminar¡Magnífico!
ResponderEliminarGracias, Javier.
EliminarHola Jorge, un relato muy tuyo, esta vez la historia llevada de la mano de una mujer en tiempos de guerra. La escena del disparo tremenda y ese compromiso final con la vida y en pro de la supervivencia de ese par de esperanzas. Un abrazo
ResponderEliminarNO eres la única que resalta la escena del disparo, quizás por su dureza. Gracias por comentar, Emerencia. Abrazos.
EliminarHola Jorge, un relato intenso cargado con los ingredientes de una guerra y sus consecuencias. La imagen de ese niño acabando con una vida inocente es terrible.
ResponderEliminarUn abrazo
Puri
Muchas gracias Puri por tu comentario. Un abrazo.
EliminarHola, Jorge! Mi idea inicial fue relatar sobre el amor de un niño a su madre, pero al ver que requería un grado de romanticismo me lo quité de la cabeza, (el tiempo juega siempre en mi contra) y me decanté por el clásico médico-enfermera que tiene su punto diferente dependiendo de los detalles escritos. Esta manera tuya de aunar el amor filial con las pasiones de la joven en un mismo relato, seguro que te suma muchos puntos en el resultado; en una historia que además tiene violencia, atrapa con su argumento y su final es sumamente emotivo, como si fuera poco todo lo anterior. Te ha quedado fantástico con todos esos elementos y me ha emocionado mucho como acaba.
ResponderEliminarTe envío una felicitación gigante por tu Tintero anterior y ¿te deseo suerte? Bah! ya la tienes toda contigo :-)
Un abrazo fuerte.
Uno siempre se pregunta si plantea la mejor historia posible en función del reto planteado. Siempre queda esa duda. me alegra que la historia haya conseguido emocionarte. La suerte siempre es necesaria y más con el nivel que hay en el concurso. Muchas gracias por tu amable comentario, Carla. Un abrazo.
EliminarGenial,Jorge, sencillamente genial. Dicen que hacer buenas fotos es como narrar, tú has narrado fotografiando el horror de las guerras. La imagen brutal en Ruanda con la que consigue un Pulitzer, y que retrata la crueldad y la poca importancia que tiene la vida en algunos lugares. El final, postrada en la cama, agonizando y sentenciando que una vida vale lo que es capaz de dar. Brutal. Un abrazo y suerte en el Tintero.
ResponderEliminarMuchas gracias Jose, siempre es un placer recibir comentarios como el tuyo. Un abrazo!
EliminarUn gran relato amigo Jorge, y un magnífico puesto en nuestro Tintero. Felicidades Jorge. Cuídate mucho por favor.
ResponderEliminarEl Tintero está cada vez más caro, Isabel. Gracias por tu felicitación, cuidate tu también.
EliminarENHORABUENA, Jorge, por ese cuarto puesto a un punto del Bronce, igual que en Edición anterior, pero al revés. A nadie le hubiera sorprendido que ocuparas cualquier puesto en el podium, las diferencias fueron pequeñas.
ResponderEliminarNos vemos en Marte.
Cuidate del virus, yo aquí en Argul lo tengo más fácil: somos 4 personas.
Un fuerte abrazo, amigo.
Pues si Paco, por un punto, que se le va a hacer. La otra vez fue a mi favor. Suerte que tenéis ahí de estar en plena naturaleza, se echa de menos. Un abrazo, amigo Paco.
EliminarComo tú comentabas, el Tintero está carísimo. Has rozado el de bronce con un relato que podía estar en el podium. Sinceramente, a mí me encantó. Un lujo los compañeros que tenemos. Un abrazo, Jorge.
ResponderEliminarEso es lo que hace grande a este concurso, el nivel que hay y el buen ambiente entre los participantes. Muchas gracias Jose. Un abrazo.
EliminarMis feliciotaciones, Jorge, por alcanzar el cuarto puesto, aunque tu relato me pareció digno de estar en el podium.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias Estrella, el Tintero está muy difícil por la alta calidad que hay. Un abrazo.
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