Sólo oía el sibilante sonido de
los motores. La velocidad superlumínica había sido desconectada y la nave se
aproximaba mediante propulsión iónica a su destino, un diminuto punto azul
brillando solitario en la inmensidad del espacio. La teniente Maia Thiam
contemplaba el hogar al que regresaba tras unos meses eternos, con la
placentera sensación del deber cumplido. Un hogar abocado a una muerte segura
en un plazo aterradoramente breve; y ella era su única esperanza. Se permitió
un instante de relajación para disfrutar de la magneficiencia del universo,
antes de rendir cuentas por la misión. Recordó el momento en el que había
comenzado todo, cuando un año atrás la convocaron a una reunión que cambiaría
para siempre su destino. Y también el de miles de seres.