El sol se despereza rasgando el alba, asoma lentamente sobre las aguas de un mar todavía adormecido. Sabe lo que está a punto de acontecer allá en la playa y ha reservado asiento en primera fila.
Ella llega a la hora acostumbrada, es el primer lucero que adorna la mañana, desbanca en el difuso firmamento a la Diosa del Amor, la Venus cuyo nombre decidieron inmortalizar los Hombres para que sus hijos no olvidasen aquello que rige sus destinos.
El dibujo de sus formas aderezadas con un sutil contoneo deja sin respiración a una brisa que se ahoga, dos pies menudos recortan su silueta en la fina arena. Se para ante las olas juguetonas, la saludan con reverencias que van a morir en la orilla y ella corresponde liberándose el cuerpo de las ropas que lo enjaulan. El cielo se ruboriza de encarnado, la mar suspira en cada envite por regalarle sus húmedas caricias, la brisa se empeña en erizarle la piel con cada roce.
Avanza por la playa vestida tan solo de un pudor aletargado y sumerge su desnudez en las aguas infinitas, ese abrazo eterno la reconforta. Viejas leyendas de sirenas toman cuerpo a cada brazada, Neptuno brama por arrebatarla mas Eolo también la reclama, justo equilibrio el que la mantiene a flote. El tiempo no transcurre mientras ella nada, los dioses parecen haberse vuelto mortales de repente, henchidos sus ojos de deseo. Emerge del océano tiritando, diminutas gotas saladas fracasan en un intento por vencer las inmutables leyes de la física, aquellas que finalmente lo consiguen fenecen entre los brazos de una vulgar toalla.
Una miriada de pensamientos desfilan por la mente de Julio Balbuena mientras la contempla desde la colina, agazapado tras un montículo que le sirve de atalaya. Ya ha rebasado los cincuenta, aunque el tiempo ha sido generoso y su negro cabello apenas peina canas, al igual que la barba que remarca sus facciones. Se siente un tanto avergonzado, como si fuese un voyeur adolescente, pero no puede rechazar aquel regalo. El madrugar se ha vuelto una costumbre para verla aparecer entre las dunas, adentrarse en la playa y mostrarle su candorosa desnudez aún sin saberlo.
Atrás ha dejado un trabajo de ingeniero en la gran urbe que lo devoraba, las obligaciones laborales terminaron por convertirse en su consorte hasta que la verdadera lo abandonó cansada ya de compartirlo. Hastiado del mundo, renunció a lo poco que tenía y cual resucitado Chanquete enclavó un viejo barco en aquella colina junto al mar, retirándose a disfrutar de una existencia ermitaña y viviendo de la pesca del percebe, que vendía en el cercano pueblo. La aparición de esa joven misteriosa lo sacó de su rutina, como una bofetada amarga que lo había devuelto a la realidad.
Ella se restriega el salitre de la piel, sus senos almibarados juegan a trazar espirales en el aire. Apenas roza la treintena, mente madura en un cuerpo todavía joven, mas la vida ya le ha dejado cicatrices en el alma. Un escalofrío la recorre el espinazo, no sabe por qué pero le parece sentir el peso de una mirada que la traspasa. Levanta su cabeza y adivina una sombra agazapada tras los matorrales, el cazador ha sido descubierto. Julio se echa cuerpo a tierra, las mejillas le arden de sonrojo aunque nadie pueda verlo, mientras la chica se viste apresurada y trota descalza por la arena hasta perderse de nuevo entre las dunas.
A la mañana siguiente la playa aparece mustia, aquella desnudez que la adornaba no ha vuelto a florecer, ni volverá a hacerlo en los siguientes días.
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Julio Cierra el trato con un apresurado apretón de manos y camina por el callejón a paso lento. Se para ante la joven y le sonríe, la chica le devuelve el saludo mostrando una hilera de dientes blancos. No sabe si lo reconocerá, aunque lo cree poco probable, era mucha la distancia que los separaba aquel día, en cualquier caso nada se puede hacer ya para borrar ese episodio. Se sienta frente a ella y le solicita un retrato, la muchacha asiente y comienza a llenar de trazos un folio en el que hasta ese momento tan sólo se plasmaba el vacío. Julio la observa mientras el papel se impregna de su alma, tiene el pelo castaño y despeinado, la nariz un tanto respingona luce algunas pecas que descienden por sus mejillas otorgándole un aire juvenil y su cara alargada exhibe unos labios finos que no dejan de hacer muecas mientras dibuja. Al mirar tuerce un tanto uno de los ojos, que constantemente viajan desde el papel hacia su rostro. Es delgada y de piel morena, pero eso él ya lo sabía. No se puede decir que sea especialmente hermosa, mas a Julio le parece un ángel, allí sentado frente a ella es incapaz de imaginar que algún necio haya decidido abandonarla.
Cuando al fin acaba su retrato la muchacha le muestra el resultado con una sonrisa. Es diestra y el parecido es evidente, Julio paga sin ningún apego por las monedas que se le desprenden de las manos. Intercambian unas palabras y también algunas risas, el tiempo se torna lento en su compañía, se llama Alba y todos los días al amanecer la Naturaleza pronuncia su nombre. Al despedirse se regalan dos besos, en ese momento ella lo toma por sorpresa de la mano, “¿te apetece dar un paseo esta tarde por la playa?” pregunta de repente. A Julio se le hace un nudo en la garganta mientras el corazón quiere salírsele del pecho, como si tuviera prisa por llegar ya al arenal. Quedan para verse a la caída del sol junto a las dunas que se asoman al mar, ninguno de los dos sabe entonces que esa cita cambiará para siempre sus vidas.
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Poco a poco la noche devora los rescoldos de las últimas luces que el día se ha olvidado, hasta que la playa queda únicamente iluminada por los fríos haces de la luna. La brisa, siempre tan cotilla, ha decidido acompañarles tratando de escuchar algún secreto y traviesa despeina los rebeldes cabellos de Alba, que no dejan de jugar a trazar serpentinas en el aire. Un roce a destiempo, una caricia agazapada tras la noche, ese beso rescatado del oscuro baúl de los recuerdos donde los besos no tienen dueño, dos cuerpos que se funden sobre la arena de la playa. La luna, romántica incorregible, sonríe allá en el cielo al saberse madrina de aquel momento irrepetible, semejando un tanto mas luminosa.
La luz escapa por las claraboyas del viejo barco enclavado en lo alto de la colina. En sus bodegas aloja un cargamento de caricias y arrumacos, mientras es mecido entre un mar de suspiros. Dos almas se aman al calor de unas velas que se encargan de disipar las sombras que pudieran albergarse todavía en ese par de corazones y la mar, tan caprichosa en ocasiones, se ofrece gustosa a poner la música de fondo al nacimiento de una nueva estrella, que esa noche luce con mayor brillo que el resto de sus hermanas.
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El sol se despereza rasgando el alba, asoma lentamente sobre las aguas de un mar todavía adormecido. El cuerpo de una mujer emerge entre las olas y camina despacio hacia la orilla. Julio la espera sujetando una toalla que arropa su desnudez, ella se estremece bajo la tela y dedica al hombre una mirada llena de picardía. “Ahora ya no hace falta que me espíes detrás de las dunas” le dice antes de que el estallar de su risa espante a una bandada de gaviotas. Julio la mira, dejando caer el paño que la cubre, Alba se tapa instintivamente con las manos. “Tan imposible como ordenar al corazón que cesen sus latidos, es intentar dejar de mirarte” se le ocurre decir, con la voz serena, mientras las mejillas de la chica se tornan encarnadas. Hace fresco a esa hora temprana y los dos amantes escapan hacia el barco antes de que la playa se vea invadida de nuevo por los bañistas.
Aquella mañana fue la primera de muchas otras, mañanas más alegres, mañanas menos tristes, pero nunca mañanas solitarias. Alba y Julio vivieron felices, o eso dicen, durante el tiempo que el destino les concedió en mutua compañía. Del viejo barco enclavado en la colina apenas quedan ya algunas tablas desperdigadas sobre la hierba, como mudo testigo de aquella historia que todavía relatan al calor de la lumbre los ancianos del lugar.
Cuenta la leyenda que aún hoy en día, si acudes a la playa con las primeras luces del alba, podrás contemplar como una muchacha sumerge su desnudez bajo las aguas para no volver ya a aparecer. Pero esto, querido amigo, no son más que leyendas... o al menos eso dicen.
la Playa por Jorge Valín Barreiro se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://brumasdegallaecia.blogspot.com.es/2015/01/la-playa.html.
¡¡Aiiixxxx!!
ResponderEliminarTe he leído en #ModoTontis total... ¡¡Jopetas!! Me ha encantado tu relato... No solo por cómo juegas con las Letras, que haces que más que leer se vea lo que escribas, se sienta como si te estuviera pasando a ti, sino por... Por la Dulzura y la Melancolía que me transmite, mezclada con al Esperanza de ese Destino Mágico que uno las Almas Gemelas...
¡Muy muy Lindo!
¡Besines! ;)
Gracias Campanilla, por comentarios como el tuyo es por lo que merece la pena escribir. Besos :)
ResponderEliminar¡OOhhhhh! Precioso, romántico, lleno de luz. Me ha encantado. Una bella historia, una bonita leyenda. Un abrazo Jorge.
ResponderEliminarGracias María, me alegro que te haya gustado :). UN saludo!
ResponderEliminarMe parece un relato magnífico. Junto al mar es un lugar ideal para evocar leyendas y tú lo has hecho de manera magistral. Buscas las palabras perfectas para mecer nuestros sentidos entre las olas y la espuma del mar. No quiero que pienses que te escribo palabras huecas. La prosa poética es un campo en el que es fácil perderse en, como tú dices, un exceso de adjetivación, pero yo sinceramente creo que no es el caso, pues a mi humilde modo de ver no sobra ningún adjetivo. Un saludo
ResponderEliminargracias Isidoro, de este relato me han hecho tanto críticas buenas como no tan buenas, aunque es cierto que lo he retocado un poco, de todo se aprende. Te agradezco tus siempre amables comentarios, viniendo de alguien que mima las letras como tu lo haces son siempre un halago. No obstante las críticas si se hacen con espíritu constructivo también ayudan, por lo que llegado el caso estoy abierto a cualquier tipo de comentario. Gracias por pasarte :)
EliminarAh, se me olvidaba: lo único el título... Aunque es muy obvio, no me preguntes por qué, pero no lo veo junto al contenido de este relato, que es pura poesía
ResponderEliminarPoesía, eso es lo que has escrito. Además de una historia preciosa contada con sensibilidad pero sin sensiblería, que es lo más difícil cuando se escriben historias de amor. Has estado muy acertado con las imágenes, como la brisa cotilla que los acompaña en su primera noche de amor. Una historia excelente. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Ana. Es un relato que tiene ya un tiempo y que retocado algunas veces. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo.
EliminarMe temo Jorge que fui yo quien te hizo una crítica a “La playa”, (puede que injusta), en el sentido del exceso de adjetivos, y me temo que caigo en ocasiones en el mismo defecto…ya sabes…vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el nuestro… (el capítulo VII de Villa Herbania “Algo casi mágico” está plagado de adjetivos, me he dejado llevar por ellos), y es que tienes razón en que determinados textos líricos necesitan el soporte de los adjetivos, la dificultad estriba en saber medir, ser mesurados en los calificativos. Tienes razón en que “La Pplaya” es un texto poético y te puedes permitir licencias líricas.
EliminarHe vuelto a leerte con calma y tiempo, que es como mejor se lee, y además en primera fila:
Eres muy bueno escenificando, en esta ocasión, haces un tratamiento sensible y cuidadoso.
Se nota tu procedencia gallega, hablas con conocimiento de causa, el medio, el soporte de la historia (la parte en que Julio describe la dificultad de ser percebeiro), y del ambiente del lugar (las habladurías de la gente…la curiosidad por alguien de fuera). Para mi gusto, impecable el retrato que hace Julio de la muchacha, mientras ella le dibuja a él…(nos has hecho ver a Alba con claridad).
Apretando mucho la crítica te diría que araña un poco algunas frases hechas y afirmaciones evidentes (efectivamente Venus es la Diosa del amor), (El astro rey), (buscaría otro símil al de “peinar canas”),(un papel siempre está vacío antes de trazar algo en él).
En conjunto es un relato romántico engarzado lleno de luz, y de claridad (sol, mar, luna, alba, atardeceres), y sobre todo, dan muchas ganas de enamorarse de esa manera tan bonita y limpia. Realzo el cromatismo y tu amor, no solo por la naturaleza, sino por tu preciosa y mítica tierra gallega, tan rica en leyendas.
Por lo demás Jorge, de acuerdo por completo con los comentarios que te hacen los compañros, Ana Madrigal te dice que es poesía, e Isidoro Arias V. te comenta que el texto mece los sentidos, y ambos tienen razón. Un fuerte abrazo compañero.
Bueno el relato tiene un poco de trampa porque está bastante retocado respecto a su versión original, así que supongo que la sensación que deja es también diferente. Es cierto que en un inicio tenía muchas sobreadjetivaciones, sobre todo muchas redundantes con el sustantivo que se pretendía adjetivar, que es lo que más hiere la vista del lector. Intentaba hacer un texto poético y aunque la adjetivación es necesaria en este tipo de relatos y viene muy bien para pausar la acción y para las descripciones, supongo que se me fue un poco la mano. Además en aquella época estaba muy influenciado por los primeros puestos del ranking de TR donde se estilaba precisamente eso, algo donde con el tiempo he aprendido a encontrar un estilo más propio. Y es que lo que tiene una web como TR es que cuando vienes de escribir para ti y empiezas a compartir lo que escribes en un foro público, aprendes de los "maestros" pero también se te pegan sus vicios, por eso de la importancia de que quienes son ejemplo para otros en este tipo de lugares sean también gente solvente en esto de la literatura. Y de ahí nuestras recientes quejas al respecto, que bien conoces.
EliminarTu crítica fue acertada y me hizo ver cosas que en aquel momento no veía, así que lejos de pedir disculpas por ello debería ser yo quien lo agradeciera.
Respecto a las frases manidas, probablemente tengas razón, le daré una vuelta. Gracias por pasar y comentar Isabel.
Estamos para ayudarnos compañero, otra cosa es que nuestras críticas sean acertadas aunque pongamos toda la buena intención en ellas. Un abrazo, y a escribirrr con libertad, tranquilidad y calma fuera de la tontería y manipulación de rankings y demás vainas.
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