Ana falleció a mediados de septiembre. Padecía una enfermedad terminal que ocultó a allegados y extraños. Murió tal cual vivió, marchándose sin hacer ruido. La noticia me sorprendió impartiendo una conferencia en la Universidad de Salamanca. Me apenó su muerte, en el poco tiempo que compartimos había llegado a conocerla bastante bien y le había tomado cariño.
Volví a Granada para su sepelio. Me alojé en el apartamento de Pujales, con quien había iniciado una intermitente relación marcada por la distancia y los altibajos. Recuerdo que llovía el día del entierro y hacía fresco.
Sólo unos cuantos familiares y algún conocido estábamos presentes. Antes de que el ataúd desapareciese en las entrañas de la tierra se leyeron algunos versos de Lorca, mientras el cielo no dejaba de llorar. En la última imagen de Ana que tenía en mente permanecía en pie despidiéndose con la mano en alto, en aquel restaurante de Nerja. Se me antojó que repetía el gesto, esta vez confinada en su última morada, mientras descendía al foso y ascendía hacia la eternidad.
Apenas dos semanas después recibí una citación notarial para acudir a la lectura del testamento, por lo visto me había incluido en su herencia. De nuevo habría de volver a tierras andaluzas. Incluso muerta, aquella mujer no cesaba de depararme una sorpresa tras otra.
El día de la lectura me presenté acompañada de mi recién estrenado compañero sentimental. Aunque este tipo de actos son ya poco frecuentes, Ana había dejado estipulado en sus últimas voluntades que debería realizarse una lectura pública de las mismas en presencia de los herederos. Salvo nosotros dos, el resto eran parientes de la difunta cuyas edades oscilaban entre todos los rangos posibles.
Según avanzaba el acto pude constatar que la testante había realizado un reparto bastante equitativo de su legado entre todos sus familiares. A mí me dejó para el final. Todas las miradas se clavaron en la advenediza que se había colado en la repartición del botín. Confieso que el corazón me latía con fuerza cuando el notario pronunció mi nombre. Atendí expectante a sus palabras.
A Doña Virginia Blake López, cede la casa situada en la localidad Malagueña de Nerja en régimen de usufructo hasta que, en colaboración con el Instituto Federico García Lorca y siguiendo las instrucciones que a esta institución se han dejado, se proceda a su conversión en museo temático dedicado a la vida y obra del citado poeta, en el plazo más breve posible. Ésta cesión está condicionada a la comunicación en acto público por parte de la beneficiaria del lugar en que reposan los restos de Don Federico, con objeto de que se rinda honor a su memoria como corresponde.
El texto levantó un gran revuelo en la sala. Entre exclamaciones de desaprobación los familiares del difunto manifestaron su disconformidad hacia las últimas voluntades de la otrora todopoderosa Ana García Lorca. El notario se vio obligado a solicitar silencio, todavía quedaba parte del testamento por leer.
Y en previsión de las molestias que todo ello pueda ocasionar y por expresa voluntad de la testante y el cariño que profesa a la beneficiaria, lega además a la misma la cantidad de quinientos mil euros. Se hará entrega también a Doña Virginia Blake del objeto del que se acompaña este documento.
Al término de la lectura, de nuevo se alzaron los murmullos. El nerviosismo era palpable entre algunos miembros del clan Lorca. El notario no se inmutó y con el gesto serio me entregó el mencionado objeto. Se trataba de una pequeña bolsa de terciopelo cuya abertura estaba cerrada por un cordón anudado. Deshice el nudo y la coloqué boca abajo. Sobre la palma de mi mano cayó una llave.
Una llave dorada.
Capítulo siguiente:
http://brumasdegallaecia.blogspot.com.es/2017/02/buscando-lorca-capitulo-xv-ana.html
Claro. La llave del cofrecillo. Ahora sí que me has dejado intrigada por saber lo que contendrá. Desde luego te has convertido en un maestro del suspense. La única pega que le veo a tu historia es tener que esperar una semana para ver cómo sigue, je, je.
ResponderEliminarUn abrazo y hasta el próximo capítulo
La llave si, que retorcida que es esta Ana (y me refiero a la del cuento). Toca esperar, ya queda menos. Un abrazo Ana.
EliminarPues estoy con Ana, anda que no manejas bien el suspense.
ResponderEliminarA ver la próxima entrega.
Saludos
Es lo que tienen los relatos de suspense Conxita jeje. Gracias por pasarte. Un abrazo.
EliminarTe estás convirtiendo en todo un maestro del suspense... El Hichcock de la Gallaecia. ¿Qué contendrá el cofrecito? ¿Permitirán los familiares de Lorca el que al fin se descubra la localización de los restos del poeta? Preguntas y más preguntas que espero se resuelvan pronto.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
De eso se trata, dejar misterios en el aire e irlos resolviendo Bruno. Veo que has publicado un nuevo capítulo de Rebis, nos vemos allí. Un abrazo.
EliminarCreo que has tratado la pena que sentía Virginia por Ana con los trazos justos de sentimientos, pues no has apretado demasiado la tragedia (al fin y al cabo no era una amiga íntima, ni un familiar), pero si con la tristeza suficiente de quien pierde a alguien que se admira y estima. En ese sentido está bien dosificado. Por otro lado lo esperábamos, en el anterior capítulo ya lo dejó caer.
ResponderEliminarLa expectativa que se crea en la notaría con la lectura del testamento público y el clima que has creado de desconfianza entre los familiares está más que conseguida, con la mirada clavada en la advenediza en la repartición de botín (he visto buitres)
La parte en que se redacta el testamento (escrito en cursiva) da visos de realidad administrativa y judicial y por otro lado le ha caído un buen pellizco, materialmente y de responsabilidad …veremos qué ocurre con el cuerpo de Federico supuestamente enterrado en el lugar, al fin y al cabo es el tema central de la trama de tu serie y en torno a ella giran todos los acontecimientos tan bien hilvanados.
Con la relación con “Pujales” has pasado de puntilla, y casi de manera aséptica, supongo que no es un dato relevante en este capítulo, por otro lado la relación parece ser que es algo superficial, donde los sentimientos no se implican, hasta ahora, demasiado…ya habrá tiempo de contar… si es que avanza la pareja (a mí no me casan demasiado…pero en las cosas del amor y del sexo nunca se sabe )
Por último …me ha encantado los últimos párrafos, no solo como está escrito, es muy visual …se sigue la secuencia de la bolsa de terciopelo, el cordón anudado y como cae la llave en la palma de la mano. Una llave dorada que se ve claramente y sobre todo, porque es un señuelo que abre la curiosidad y que plantea un montón de preguntas: ¿Qué abre?,¿dónde?,¿qué contiene?...y ¿cuándo lo sabremos…?
Sí señor, estás creando una saga interesante y en cada capítulo creas una nueva incógnita que nos mantiene atentos. El interés no decae.
Hasta pronto compañero, nos vemos en el próximo.
Virginia le ha tomado cariño a Ana a pesar de que no ha siempre del todo sincera con ella, eso es cierto. Tienen una relación curiosa las dos.
EliminarPara la parte del testamento me he informado antes de escribirla, me leí algunas redacciones para tratar de utilizar el mismo lenguaje e incluso comprobé si ese tipo de actos de segundas voluntades se seguían dando, de ahí el apunte de que no son ya frecuentes pero el testante puede dejarlo así estipulado. Quería darle cierta solemnidad al acto de ahí que optara por una lectura pública.
Lo de Pujales efectivamente no era objeto de este capítulo por lo que no convenía distraer al lector, estamos ahora en una fase más ágil donde el relato toma velocidad. Me alegra que no te casen porque esas relaciones son precisamente las que mejor funcionan jaja.
Respecto a los últimos párrafos que dices que son visuales, esa era la idea, intentar que el lector viera la escena y sin decirlo exactamente intuyera por donde van a ir los tiros ahora.
Nos vemos en tu Villa Herbania Isabel, un abrazo y gracias por tu extenso comentario.
Es excelente el manejo que tienes del suspenso. En este acto administrativo se puede sentir la pesada armadura de la familia que ve con asombro y desaprobación como llegan a manos de esta extraña mujer partes de la herencia de Ana. Y subes un escalón más en la intriga con esa llave que cae al fin del capítulo. Esta vez sin diálogos, la escena principal se despliega en descripciones sutiles y dramáticas. No baja el nivel que tiene la calidad de tu texto. Felicitaciones y un gran abrazo amigo Jorge. Estás logrando un gran trabajo.
ResponderEliminarAriel
No tocaban diálogos esta vez Ariel, ya ha habido bastantes en todo el relato, estos capítulos pretendo que sean más ágiles. Gracias por tu visita y comentario Ariel, nos vemos en tu próximo trabajo. Un abrazo.
EliminarHola Jorge
ResponderEliminarMuy visual la escena del entierro, con el cielo llorando, la imagen de Ana despidiéndose hacia la distancia… Logras hacer muy nítida la escena. También, como dicen el resto de compañeros, manejas el suspense a la perfección, dando quiebros en las esquinas que nos despistan por completo, pero sin correr demasiado, no vaya a ser que te perdamos la pista y nos cansemos de seguirte. Perfecto. No sé si lo tendrás en cuenta o no para el futuro de la trama, pero a mí, Pujales me sigue intrigando, y me resisto a pensar que pueda no ser otra cosa que una simple comparsa sexual (más que sentimental) de Virginia. Claro que, quizás de eso se trate, y no sea más que una distracción, pillín. Algo que también me gusta es lo cuidado de la narración, con todos los aspectos, ya sea jurídicos, ambientales, históricos, etc. puestos en su justo valor. Esa labor se agradece, porque denota la seriedad con la que te tomas el trabajo colega. Y eso yo, lo aprecio mucho, porque sé lo que cuesta.
Otra cosa que me intriga es la resolución final (y a quién no, verdad), pero más que nada porque, si Virginia saca a la luz el paradero del cuerpo de Lorca… será una paradoja histórico-ficticia, por llamarlo de alguna manera. Intrigado me tienes, compañero. Ni idea tengo de por dónde piensas tirar. Nos vemos en el próximo
Un fuerte abrazo
A veces pienso Isidoro que esperáis demasiado de mis personajes jeje... lo digo por tus apreciaciones sobre Pujales. Cada uno de los personajes tiene desde luego su lugar en la trama y sirve a un propósito. Ahora hacia el final los acontecimientos han girado por derroteros más personales, al contrario que al principio donde el protagonista era enteramente Lorca. Una vez desvelado su paradero queda espacio para que se revelen algunos misterios de la historia cuyas motivaciones atañen más a los personajes. ¿Qué pinta exactamente Pujales en todo esto? pues ya se verá. Me queda la duda de si hubiera debido profundizar más en la relación entre ambos, pero por otro lado creo que distraería al lector del hilo principal. Tal vez para una novela hubiera tenido sentido.
EliminarLo bueno que tiene el escribir es que podemos inventarnos la realidad, siempre con cierta coherencia, así que ¿por qué no crear una paradoja histórico científica como tú dices? Es una prerrogativa del autor... pero no pienso adelantar nada, ya queda poco.
Agradecerte una vez más tu minuciosa lectura y tus extensos comentarios. Un abrazo Paisano.
Comprendo perfectamente lo que dices Jorge, a mí me pasa lo mismo con mis personajes. Tengo la sensación de que los lectores esperan de ellos mucho más, pero bueno, supongo que es inevitable. Creo que, cuando cuentas una pequeña historia con un personaje interesante, ese personaje se sale de tu ficción, cobra vida propia que interesa al lector más allá del trocito en el que tú lo has insertado, ja, ja. Y estoy de acuerdo, en una novela sería diferente el enfoque.
EliminarMe voy a leer tu próximo capítulo, compañero
Muy cierto lo que comentas Isidoro, los personajes cobran vida propia, para el lector pero también para el autor, y a veces nos obligan a llevar la historia por unos derroteros que en un principio no habíamos pensado. Es bueno que así sea, eso quiere decir que están vivos y el lector lo nota, aunque a veces para nosotros sean indisciplinados.
EliminarEso sigue haciendo bueno el tópico de que los últimos (última en este caso), serán los primeros jeje. Con un par. Es un paso lógico si se tiene en cuenta la confianza que llegó a tenerle en Virginia. Y efectivamente, hasta después de irse al otro barrio sigue teniendo algunas sorpresas que compartir...
ResponderEliminar¡Breve pero con su gancho final para el siguiente! Un saludo Jorge.
Es que esta Ana no descansa ni después de muerta :) Un saludo José Carlos.
EliminarMe encantan estas escenas, creo que es algo que sólo sucede en las películas, jajaja, pero aún así forman parte del imaginario colectivo, porque nos las imaginamos, generalmente en una mansión o en una vetusta notaría, por supuesto, porque los ciudadanos de a pie no tenemos ni propiedades ni cifras exorbitantes por las que nuestros herederos se declaren la guerra. Muy bien relatado el ambiente, y coincido en considerar adecuada la afectación de Virginia por el deceso de Ana. Lo que sí te diré es que a mí ese pasar de puntillas sobre su relación con el periodista me da más que pensar, no conseguí pasarlo por alto, me quedé elucubrando en si será él u otro nuevo... en fin, que no me enrollo que estoy deseando leer el siguiente capítulo ;)
ResponderEliminar¿Te he dicho que me encantan tus relatos encadenados? Pues te lo digo ahora :)
¡Bicos, Jorge!
Pues te diré Eva que cuando planteé la escena no sabía si ese tipo de lecturas se siguen haciendo todavía hoy en día y tuve que informarme al respecto. Por lo visto aunque no son comunes, si el finado lo especifica en su testamento sí deben hacerse, como es el caso de nuestra Ana García Lorca. La escena le da mas dramatismo a la lectura. Gracias Eva por tu amable comentario. Besos.
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