Había sido una semana larga. Trabajar muchas horas, dormir pocas, ultimar preparativos y superar un problema para enseguida tener dos nuevos de los que preocuparme. En pocos días daríamos a conocer al mundo el paradero de Lorca y sin embargo no estaba nerviosa, más bien me embargaba el sentimiento del deber cumplido. Tal vez fuese aquel lugar, que desde el primer momento había conseguido llenarme de sosiego.
El sol agonizaba con sus últimos estertores tiñendo de carmín el horizonte y yo degustaba una taza de té sentada frente a la tumba del poeta. El aroma de la infusión me traía recuerdos de mi primer día en la casa. Parecía que habían transcurrido años desde aquello. Mi vida había cambiado mucho y la Virginia que llegó a Granada para tratar de desenterrar un mito ya no era la misma. Me hallaba a medio camino entre un pasado cada vez más lejano y un futuro nebuloso. A mi espalda escuché el caminar tranquilo de unos pasos pero continué con la mirada engarzada en la lejanía.
—¿Todavía sigues enfadada?
Una ráfaga de viento me hizo sentir un escalofrío, los rosales también se estremecieron esparciendo su fragancia y la taza que sostenía entre las manos me prestó algo de calor.
—Era mi amiga. Me pidió que colaborase en esto y no pude negárselo. Sólo tenía que darte la información acerca de la financiación en el momento adecuado, para forzarte a pedirle a Ana explicaciones como responsable de la Fundación, y así accedieras a reunirte con ella en Nerja. Yo ni siquiera conocía todos los detalles, la ausencia del cuerpo, la fotografía… Jamás pude imaginarme que ocurriría lo nuestro, eso no fue planeado.
—Me lo has explicado decenas de veces.
—Y siempre parece que no son suficientes. ¿Me perdonarás?
No respondí. Estaba cansada y no tenía ganas de discutir en aquel momento.
—Iré a hacer algo de cenar —dijo resignado.
El sabor del té me endulzó el paladar. Hay cosas que el amor siempre debe perdonar, pero eso no evitaba que todavía me sintiera decepcionada. En ocasiones, prefería la soledad como única compañera, y aquella era una de ellas. Sin embargo me daba la impresión de no estar completamente sola. El ulular de la brisa entre la hojarasca se me antojaba el recitar de una voz cálida y atemperada por la costumbre.
El sueño va sobre el tiempo,
flotando como un velero,
nadie puede abrir semillas
en el corazón del sueño,
Clavé la mirada en la tumba, esperando ver aparecer la figura del maestro caminando entre las sombras, pero allí no había más que negrura. La noche cubría ya con su manto el horizonte y como recuerdo de su oponente quedaba tan sólo un último grito escarlata que a duras penas flotaba a lo lejos sobre las aguas.
El ocaso siempre tiene esa magia especial, el momento en que desparecen las preocupaciones para reencontrarse con uno mismo. El instante en que tal vez aprendemos a conocernos.
El sueño va sobre el tiempo
hundido hasta los cabellos,
ayer y mañana comen
oscuras flores de duelo,
Y sin embargo me hablaba, podía escuchar su voz embadurnada en pena, una voz que un día habían intentado callar antes de tiempo. No sabían, ellos no sabían, pobres ignorantes, que las balas no pueden apagar el corazón de un poeta. Que los versos siempre serán eternos y la inmortalidad está escondida en la palabra. Que algunos ensalzan a quien vence, pero en realidad sólo vence aquél capaz de acariciarte el alma.
Sobre la misma columna
abrazados sueño y tiempo,
cruza el gemío del niño
la lengua rota del viejo,
El tiempo es una gran mentira, pensaba, mas vivimos atrapados en sus entrañas, esclavos de su inmutable discurrir, marionetas movidas por su mano lenta pero implacable. El tiempo es una eternidad y un suspiro, compuesto de retazos de la memoria, de palabras olvidadas, de abrazos que aún no han sido dados, de ilusiones que tal vez nunca lleguen, otras que se han desvanecido. El tiempo es compañero mudo que siempre discurre a nuestra vera, nunca sabes a donde va y a veces no recuerdas de donde viene.
El tiempo es un grito desgarrado a la hora de la muerte, porque es consciente de que por más que proclame su llanto, él muere también con nosotros.
Y si el sueño finge muros
en la llanura del tiempo,
el tiempo le hace creer
que nace en aquel momento.
Un coro de grillos nos arropaba, no hay mejor orquesta que el sonido de fondo de la naturaleza. Merece la pena recorrer cualquier distancia por un instante de paz. Una vez me lo dijo una mujer sabia y ahora lo comprendía. ¿Acaso habrá mayor paz de la que nos espera al abandonar las tribulaciones de este mundo? ¿Merecería la pena recorrer también esa distancia? Quise preguntarle, pero él sólo recitaba. Apoyé una mano sobre la lápida y le susurré como al oído: Hasta siempre, viejo amigo. Me levanté con las piernas temblorosas y una lágrima recorriéndome el rostro.
Caminé internándome en las entrañas del jardincillo, el halo de la luna iluminaba mis pasos y las rosas me envolvían entre su olor. Por fin llegué al borde del acantilado. El rumor del mar llegaba desde muchos metros de distancia, al final de la caída. Parecía que quisiera decirme algo, pero yo no escuchaba.
Levanté los brazos en cruz para dejar a la brisa recorrer todo mi cuerpo, como si fuesen las caricias de un amante apasionado antes de poseerme. Las olas comenzaron a rugir más fuerte. Algunas gotas desintegradas contra los cantiles salpicaron mi cara con la mayor de las desvergüenzas. Respiré hondo, la libertad me llenaba los pulmones y el cabello arremolinado al capricho del viento me azotaba el rostro. Entonces grité.
La luna se escondió tras una nube. Las cuarenta primaveras que arrastraba dejaron caer todos los miedos que habían acumulado, exponiéndome el alma al descubierto, desnuda en mitad de la noche. Y di un paso al frente.
Cuando menos, fue mi espíritu el que lo hizo, pues mi cuerpo siguió clavado en el mismo lugar. Un paso al frente para mirar hacia el futuro, un futuro que, ahora lo veía con claridad, se me abría lleno de esperanzas.
No sé cuánto estuve así, perdida entre el sueño y el tiempo. Todo lo que se hallaba a mi alrededor había desaparecido, los sonidos, los olores, las lujuriosas caricias del viento. Comencé a notar frío. Abrí los ojos a la noche y el mundo volvió a cobrar sentido. Me dolían los brazos.
Di media vuelta y empecé a caminar hacia la casa. Allá a lo lejos, la luz oscilante tras uno de los ventanales prometía acogerme al calor de la lumbre.
Necesitaba ir en busca de un abrazo.
FIN
Sobre "Buscando a Lorca":
Brillante final, Jorge. Después de quince capítulos de intriga trepidante, te has permitido terminar la novela con poesía y reflexión. Y no hablo sólo de los versos de Lorca sino de la prosa tan cuidada de este capítulo. Me ha encantado la "voz embadurnada en pena". Es como si la historia fuera un tren de alta velocidad que, en el último tramo, fuese reduciendo la velocidad para dejarnos suavemente en la estación.
ResponderEliminarEnhorabuena, Jorge, por ser tan buen escritor. Voy a echar de menos a Virginia.
Un beso muy fuerte
Esa era la idea de este capítulo Ana, parar la acción y presentarnos a Virginia desnuda ante nosotros, a la vez que me he permitido este pequeño homenaje a Federico García Lorca, el verdadero protagonista de este relato, tomando prestado su poema "La leyenda del tiempo". Esto que voy a escribir va a quedar muy friki, pero me enamoré de ese poema viendo el episodio de la serie "El ministerio del tiempo" en la que los agentes viajaban a la época de Lorca, en la última escena Lorca le recita un fragmento del poema que se le ha ocurrido esa noche soñando, y Julián lo termina ante la sorpresa del poeta. Una escena entrañable de las que hacen historia en la televisión con dos actorazos como Ángel Ruíz y Rodolfo Sancho. Por si alguien no la ha visto aquí dejo el enlace: http://www.rtve.es/alacarta/videos/el-ministerio-del-tiempo/despedida-julian-lorca/3089097/
EliminarYo también voy a echar de menos a Virginia, le deseo que sea muy feliz y que encuentre el amor que se le había negado hasta ahora.
Un beso Ana.
Bueno, Jorge, hemos llegado al final
ResponderEliminarEn esos primeros párrafos, con Virginia contemplando la puesta de sol, la taza de té, la sepultura del poeta, el intento de aproximación de Pujales… Es una parte muy poética, donde se nota el esfuerzo que has hecho por subir el nivel estético frente al narrativo (esa descripción del ocaso que has hecho cuando “la noche cubría ya con su manto el horizonte…” es una muestra de ello) Creo yo, que también con la intención de acercar, de alguna manera, tu texto a la figura de Lorca y también a los sentimientos que en ese momento está experimentando Virginia (“el ocaso tiene esa magia especial… momento en que desaparecen las preocupaciones… de encuentro con uno mismo”) Continuando con un final muy reflexivo, muy filosófico, sobre la vida, la muerte, el tiempo… Todo enlazado magistralmente con la figura del poeta detrás.
Serias reflexiones que acaban con un momento muy íntimo y muy intenso, con Virginia al borde del abismo, entre cielo y tierra.
Si recuerdas, cuando te decía lo de la paradoja histórica en un final donde se descubriera el paradero del cuerpo de Lorca… Bueno, he pensado (y más después de leer tu final), que tienes mucha razón: el autor siempre tiene la prerrogativa en su ficción. Pero además, otra cosa: has dejado ese descubrimiento en un futuro próximo dentro de tu relato (no en el mismo relato). No hay paradoja. Quién sabe si en un futuro, eso que tú nos cuentas, de alguna manera, llegue a hacerse realidad.
Como sé que es un aspecto que te preocupa, te diré que el papel de Pujales en la historia se intuye en el anterior capítulo, pero vamos, a mí, personalmente, no me parece que reste ni un ápice al suspense ni a la resolución final, pues este último capítulo podría considerarse casi más como un epílogo (lo digo más por el cambio a la narración pausada y reflexiva que por su distanciamiento en el tiempo)
Bueno, no quiero ser pesado, así que te diré que, en resumen, me parece un gran trabajo. Serio, documentado, con dosis de intriga, erotismo, poesía. Un relato en la línea de los que venden mucho en novela de ficción histórica, un género que está muy de moda últimamente y que, sin embargo, resulta de los más difíciles de cultivar. Así que, hala, a meternos con una de las grandes (ya sabes, de esas de más de 600 páginas, ja, ja)
En fin, Jorge, que me ha gustado bastante, ya lo sabes. Te espero en otro reto.
Un fuerte abrazo paisano
PD: Qué bien, en el último capítulo y soy el primero en comentar, je, je, después de ir todo el tiempo a remolque… Espero que nadie se me enfade, je,je
Como siempre Isidoro lees muy entre líneas y has captado la esencia del capítulo final. Precisamente abrinos el interior de Virginia y homenajear a Lorca eran la intención de este capítulo final, como le decía a Ana.
EliminarFíjate que cuando me planteaba la historia hice esa misma reflexión que tú haces sobre el final. Cuando lo comentaste en el capítulo anterior no podía decírtelo pero efectivamente el final queda abierto sin cerrar ninguna posibilidad a lo que ocurra con Lorca. Llegué a plantearme un final en el que sí se resolviese todo de cara a la opinión pública, pero preferí dejarlo así, sin que eso llegase a ocurrir, precisamente por el hecho de que a día de hoy no se ha producido tal hecho en la realidad. Si Virginia conseguirá algún día desvelar al fin el secreto totalmente no lo sé, mi máquina del tiempo no llega más allá.
Lo de las 600 páginas, si tú con tu capacidad no te has puesto a ello, que voy a hacer yo jaja
Gracias por tu fidelidad a la historia, ha sido un placer que me hayas acompañado en este reto. Un abrazo.
Perdón me equivoqué, mientras escribía se adelantó Ana... Si es que, con ella no hay quien pueda, ja, ja, ja
ResponderEliminarMe parece que Ana ha sido la primera en comentar en todos los capítulos, por un pelo casi le robas este último. Por cierto aprovecho Ana para agradecerte también tu fidelidad a la historia.
EliminarAcabo de leerlo. Vuelvo y te digo. Gran final, por lo pronto te digo que es el capítulo que más me ha gustado Jorge.
ResponderEliminarJajaja divertida este rifirafe por el primer comentario.
ResponderEliminarBromas al margen, muy buena la serie y muy bueno el final. Te ha salido la parte más poética y creo que has hecho un cierre muy bueno.
Felicitarte por haber conseguido mantener la tensión a lo largo de todos los capítulos y por la historia.
Un beso y feliz finde
Tocaba cerrarla así, con este pequeño homenaje. Gracias por tu fidelidad a la serie Conxita. Besos.
EliminarMe encanta el título tan sugerente.
ResponderEliminarEfectivamente es un capítulo intimista y delicado, a mí me ha gustado mucho el giro calmado que ha tomado, después de todas las peripecias, algunas alegrías y otros sinsabores, que ha recorrido Virginia, y nosotros con ella. Esta vez nos deja ver su interior, y lo hace de manera pausada, como dice el amigo Isidoro, haciendo concesiones estéticas, que ya que el prota principal es el propio Lorca, que menos que permitirse ser poético y reflexivo. Me parece un acierto que hayas insertado el poema de Federico, casa con el clima del texto, tanto como las reflexiones posteriores de Virginia. Es sobre todo un homenaje al poeta, se te nota la admiración por él y por su obra, en las frases tan preciosas y precisas, y( y aquí tengo que copiar su parte de ellas porque, además de estar bien escrito, me han emocionado) “pobres ignorantes que las balas no pueden apagar el corazón de un poeta. Que los versos siempre serán eternos….Que algunos ensalzan quien vencen…”
A lo largo de toda la serie no has dado puntadas sin hilo, perfectamente resuelta las vicisitudes de cada uno de los que han intervenido, incluido a Pujol, que si bien no tiene demasiado protagonismo, es un personaje vinculante y no hay que olvidar que es una serie, no una novela (que podría serlo) no se puede incidir demasiado en los personajes “secundarios” porque se alargaría demasiado.
Bravo por el final abierto, y por la resolución final de Virginia que encaja perfectamente no solo con su carácter sino con las vinculaciones con el pasado-presente.
Ha sido un placer leer “Buscando a Lorca” y te doy la enhorabuena por tu trabajo querido compañero Jorge.
Se nota Isabel que el tema de la guerra civil te toca hondo, es un tema muy presente también en tu Villa Herbania, me alegra haberte emocionado aunque sea un poco, este capítulo está escrito pensando en llegar un poco al lector, teniendo en cuenta que este es un relato de suspense y que no había por tanto muchas concesiones en ese sentido.
EliminarUna de mis mayores preocupaciones cuando escribo una trama más o menos compleja es que los distintos sucesos sean coherentes y no parezcan forzados, de momento vuestros comentarios van en ese sentido lo cual me satisface.
El final efectivamente, como le comentaba a Isidoro, trata de no crear suscesos que en la realidad no se han producido, podría no haber sido así pues esto es ficción pero preferí dejarlo abierto.
El placer ha sido mío de estar acompañado por pocos pero buenos lectores, gracias Isabel por tu fidelidad a la serie, ha sido un honor contar con tus comentarios. Un abrazo.
Jorge, has hecho en este capítulo un verdadero homenaje a Lorca. Se enhebra el final de tu historia entre los pensamientos de Virginia y los versos del poeta. Y has puesto a Virginia a narrar sus pensamientos con unas frases hermosas, estéticamente hablando y con reflexiones profundas haciendo contrapunto con las que salen de las estrofas del maestro. Me ha gustado en especial, el ritmo atenuado, cansino, que le has puesto para adecuar el desenlace abierto de la historia. Excelentes las imágenes, las descripciones, y el estado de ánimo que muestras con los gestos y los movimientos de tu protagonista.
ResponderEliminarUn excelente trabajo, Jorge, que he disfrutado plenamente. Eres sin duda un gran escritor, mis felicitaciones!!!
Te mando un gran abrazo.
Ariel
Gracias Ariel. Este capítulo final quería hacerlo más pausado e íntimo como comentas. Te agradezco que hayas seguido fielmente la historia desde el principio, ha sido un placer contar con tus comentarios y análisis. Un abrazo.
EliminarBueno Jorge, hemos llegado al punto y final de esta apasionante historia; el punto y seguido para nuestra Virginia y el legado de Lorca.
ResponderEliminarSe nota el cuidado y la pasión con la que has escrito el capítulo. Seguro que el Maestro Lorca te ha guiado con sus palabras eternas.
Un gran final para un gran relato. Ha sido un placer acompañarte en esta aventura.
Un abrazo, amigo.
Seguramente algo de guía desde el más allá habré tenido Bruno. Gracias por tu fidelidad a la serie y por tus lecturas y comentarios. Un abrazo.
EliminarPrecioso broche de oro para terminar una historia interesante llena de intriga. Esa poesía con la que finalizas el relato es un bonito homenaje al gran poeta.
ResponderEliminarAdemás los versos de Lorca insertados son como las piedras preciosas que toda joya debe llevar.
Enhorabuena, Jorge.
Un abrazo.
Todo se termina y el final de esta historia ha llegado. Gracias por haber acompañado a los personajes y a su autor a lo largo de este recorrido. Un abrazo Paloma.
EliminarJorge, mi más sincera enhorabuena. Has sabido llevar con entereza el desarrollo de la trama y te confieso que los finales abiertos son mis preferidos, en este caso porque no has querido empeñar los hechos reales, pero tampoco desmerece por ello tu historia. Virginia descarga la tensión acumulada y encara el futuro con esperanza, es lo mejor que le podía pasar resueltos todos los interrogantes.
ResponderEliminarAcabo con el epílogo, para completar la visión que le has dado al conjunto.
¡Bicos!
Al ser una historia basada en hechos reales había que tener cuidado de que la ficción y la realidad no se pisasen en exceso.
EliminarMuchas gracias Eva por haber llegado hasta aquí, es una serie larga y te agradezco que te hayas tomado la molestia de leerla al completo, siempre es gratificante que tras el trabajo empleado en escribirla se premie con lecturas y comentarios de los compañeros que pasáis por aquí. Un beso.