jueves, 8 de diciembre de 2016

Buscando a Lorca. Capítulo VI: Algunos interrogantes

    Escogí un vestido de noche, color negro y con adornos en plata. Había metido alguna ropa elegante en el equipaje antes de salir de Madrid,  pues nunca se sabía en qué momento podría necesitarla. No es que quisiera impresionar al periodista, pero la promesa de cenar en un restaurante que me sorprendería, esas habían sido sus palabras, me hizo tomar la precaución de no desentonar cualquiera que fuese el lugar y aquel vestido era lo que tenía a mano en ese momento. Acostumbrada a pasar muchas horas en el lodazal de una excavación, había desarrollado una tendencia a compensar ese aspecto desarreglado en cuanto tenía ocasión.

    Pujales apareció un poco después de la hora acordada. Como había previsto, no tuvo problemas para encontrar el hotel. Al verme hizo algún comentario halagador acerca de mi indumentaria y yo me reproché el no haber tenido valor para correr el riesgo de llevar una ropa más desenfadada, teniendo en cuenta además que él vestía de modo informal.  Apenas conocía a aquel hombre pero ya había decidido que no me caía bien. Esperaba cumplir el compromiso y satisfacer lo suficiente su curiosidad profesional sin desvelar información comprometedora, con la esperanza de que al fin me dejase tranquila. De no ser así tendría que tomar otras medidas.

    Condujo su auto deportivo hacia las afueras de forma un tanto temeraria. Me preguntaba si podría permitirse aquel vehículo con su sueldo, mas tuve la impresión de que no era hombre dado a escatimar en gastos. Ya en el restaurante nos sentamos junto a una cristalera desde la que se divisaba la hermosa panorámica nocturna de la ciudad. A lo lejos, la silueta almenada de la Alhambra parecía retar al firmamento a que igualase su belleza.

    —Ya lo ha conseguido. Aquí me tiene, quien lo hubiera pensado hace unos días —le dije.

    —Debo pedirle disculpas por haber forzado la situación.

    —Y yo no debería aceptárselas —respondí con toda seriedad.

    Nos quedamos mirándonos el uno al otro durante unos segundos. Finalmente terminé por sonreír. 

    —No se lo reprocharé si es así —añadió.

    —Siento curiosidad por saber qué es lo que quiere de mí.

    Miró a su alrededor e hizo un ademán como si abarcara todo cuanto alcanzaba la vista.

    —Una noche estupenda, cena con una mujer hermosa y la ciudad a nuestros pies. Si quería otra cosa de usted, ya la he olvidado.

    —No trate de halagarme. Recuerde que es una cita profesional, usted mismo lo dijo.

    —Tengo una memoria bastante selectiva —bromeó.

    —Conseguirá que termine por levantarme de la mesa.

    —Si no se queda por mí, hágalo por el cocinero. No le gusta que nadie se vaya sin probar sus langostinos.

    Reí la gracia a mi pesar, mas tenía que reconocerle cierto sentido del humor que combinaba a la perfección con su acento andaluz y sus ademanes un tanto histriónicos. Me sorprendí escrutando su rostro por vez primera desde que lo había conocido. A la luz de la lámpara y sin aquel sombrero que llevaba el primer día, ofrecía un aspecto más amigable. Tenía la cara rechoncha y grandes entradas sobre la frente. Era de sonrisa fácil, que le marcaba ligeras arrugas al borde de los ojos acompañándole el gesto.

    —Bien, he de reconocer que las personas que van por ahí abriendo fosas tienen para mí cierto atractivo.

    —Búsquese una enterradora.

    —No crea que no lo he intentado.

    —¿Ah sí, de verdad lo ha intentado?

    —En realidad no. Pero apuesto a que por un momento me ha tomado en serio.

    —Pues hablando en serio, no ha respondido a mi pregunta.

    Hizo una breve pausa mientras asentía. Clavó su mirada en la mía al hablar.

    —Siempre me ha atraído todo lo relacionado con Lorca.

    —Y supongo que la posibilidad de escribir un buen artículo no tiene nada que ver.

    —Mentiría si dijese lo contrario. Y más en este caso, en el que hay tantas incógnitas.

    —¿Las hay? —respondí poniéndome a la defensiva.

    —Usted es lista, se habrá dado cuenta de algunos detalles. Apuesto a que no le han dicho quién financia la excavación.

    —Eso no es ningún secreto, la Asociación que me patrocina recibe fondos privados.

    —Muy bien, pero ¿qué organismo los aporta? ¿en serio cree que es la propia Asociación la que soporta todo el gasto?

    Me sentí como una ingenua. Arrastrada por la ilusión del proyecto y la vorágine en la que me viera inmersa en los últimos días, apenas había prestado atención a ese detalle. Intenté zafarme de la mejor manera que se me ocurrió.

    —Intuyo que va a decirme algo que desconozco.

    —Me gustaría poder hacerlo, pero a pesar de que lo he intentado me he topado con dificultades que hasta el momento no he podido salvar. Alguien con influencia parece estar muy interesado en que esa información no se conozca.

    —Confío en su tenacidad. Cuando averigüe algo me lo cuenta —añadí tratando de restarle importancia.

    —No se burle de mí. No me parece una cuestión baladí.

    —Discúlpeme, no era mi intención —tuve que recular.

    —Quien aporta el dinero debe tener alguna motivación no del todo clara para tomarse tantas molestias en permanecer en el anonimato.

    —Así pues según usted parece que hay una guerra entre quienes desean encontrar al poeta y los que no desean hacerlo.

    —Podría ser así, en efecto. ¿No se ha preguntado tampoco por qué han llamado precisamente a su equipo?

    —Esa me la sé —dije con sorna —Obviamente, por mi currículum.

    —No puedo poner en duda su profesionalidad. En esa cuestión no he encontrado ninguna traba para informarme.

    —En ese caso, no hay misterio alguno.

  —De no ser porque hasta el momento todas las exhumaciones en Andalucía las había realizado la Universidad de Granada.

    —Siempre es buen momento para cambiar. Empieza a parecerme usted muy conservador.

    —Se sorprendería —rió —Creo que todo sucede por un motivo, pero tal vez tenga razón.

    Aquel intercambio de golpes dialécticos empezaba a agotarme. Decidí dar cuenta del suculento plato que comenzaba a enfriarse ante mis narices. Pujales hizo lo propio. El sonido de un violín se nos acercó, debió suponernos una pareja que disfrutaba de una velada romántica. La mirada que le dedicó el periodista lo disuadió de persistir en su intento. A mí me dio por reír. No podía imaginar dos enamorados más ridículos que nosotros.

    —Ahora me toca preguntar a mí —contraataqué al cabo de un instante —No pensaría que se iba a divertir usted solo.

    Soltó una carcajada mientras se acomodaba en su asiento. Hizo ademán de arremangarse la camisa y se encogió de hombros.

    —Adelante. Creo que podré soportarlo.

    —¿Cómo ha averiguado lo de la fotografía?

    —Ah, la fotografía. Se refiere a esa fotografía —había un tono extraño en el modo en que lo dijo.

    —No se haga el ingenuo conmigo. La foto del lugar del enterramiento ¿Cómo ha sabido de su existencia?

    —Así que ese era su secreto. Al final resulta que sí acabaré sacando algo en claro de esta conversación.

    Se me quedó mirando como si fuera a pedir disculpas. De la sorpresa dejé caer el cubierto, que terminó golpeando las baldosas.

    —¿Cómo dice? Pero usted, usted no… —balbuceé.

    —Ahora mismo sentirá deseos de matarme, Virginia, pero en realidad sólo he usado un viejo truco del gremio. Entre tanto misterio no era descabellado pensar que podría haber alguno que usted ocultase. La verdad acaba de revelármela casi sin darse cuenta.

    —¡Es usted un sinvergüenza! —alcé la voz, atrayendo algunas miradas curiosas.

    —Tranquilícese. Le he pedido disculpas una vez y lo haré las que sea necesario. Le prometí que no revelaría su secreto a cambio de esta entrevista y ahora que lo conozco mantendré mi palabra. Aunque no lo crea, usted y yo viajamos en el mismo barco.

    —Me ha engañado como a una tonta.

    —Y le debo una compensación. La mantendré al tanto de las averiguaciones que vaya realizando. Se lo prometo.

    Terminamos de cenar y Pujales me devolvió al hotel al filo de la medianoche. El trayecto de ida condujo más sosegado, entre los olivares que nos flanqueaban y las estrellas que deshojaban nuestro destino allá en las alturas. La noche daba al paisaje un aspecto tenebrosamente acogedor, bajé la ventanilla para escuchar el canto de los grillos y sentir como la brisa me despeinaba. No se me pasó el enfado hasta que divisamos las primeras casas de la ciudad. Tuve que girar la cabeza para que el periodista no viera como sonreía ante una situación que ahora se me antojaba cómica.

    Llegué cansada y con sueño, y me arrojé en brazos de las sábanas. En un día acababa de conocer a una mujer que decía ser mi enemiga pero que me inspiraba cierta confianza y a un hombre que aseguraba estar en mi mismo bando, aunque por momentos dudaba de ello.

    Definitivamente, tratar con los muertos era más sencillo que hacerlo con los vivos.


Capítulo siguiente: 
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21 comentarios:

  1. Fantástico el duelo dialéctico entre Virginia y Pujales. Dos personajes inteligentes que saben lo que quieren. Se nota la tensión entre la desconfianza y la atracción entre ellos, cómo se guardan una carta. Me he quedado impaciente por seguir leyendo. Hasta el próximo capítulo. Un beso

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  2. Pues sí Ana, veo que has captado bien el sentido que quería darle al diálogo, pues efectivamente ambos están a la defensiva, sobre todo Virginia, y existe esa desconfianza plasmada en el duelo verbal al que aludes. ¿En serio se nota atracción entre ambos? interesante eso que dices. Gracias por tu visita y comentario. Besos.

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  3. Entre la sobrina nieta de Lorca y Pujales, la pobre e incauta Virginia lo tiene difícil. Se va a tener que espabilar un poco porque, de lo contrario, la van a adivinar el pensamiento solo con mirarla.
    La veo, a Virginia, como una oveja rodeada de lobos.
    A ver en qué acaba.
    Bueno, seguiré esperando el desarrollo y desenlace de tan interesante historia.
    Un abrazo.

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    1. Virginia es también mujer de armas tomar, lo que pasa es que la pobre no sabe todavía donde se ha metido. Gracias por tu visita y comentario Kirke. Abrazos.

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  4. Has resuelto el capítulo a golpe de diálogos. Ya veo Jorge, que has tenido cuidado con las acotaciones, al tratarse de solo dos conversadores no se necesita referenciar quien dijo qué, las acotaciones excesivas espesan los diálogos y los hace poco naturales, me parece un acierto como te has manejado en este sentido. Además, de paso nos informas de la situación.
    Pues tiene razón nuestra compañera Ana, parece un juego de esgrima, Virginia da con el florete, Pujales para la estocada…”un guerra verbal” entre ambos. (Virginia los llama golpes dialécticos) Respuestas rápidas e ingeniosas por parte de los dos.
    Me parece que el vestido de lentejuelas es excesivo para la ocasión, pero bueno, seguro que Virginia se sentía guapa y sobre todo el periodista la encontraba estupenda, sin duda se siente atraída por ella.
    Otro apunte: me encantan los términos antagónicos como “el viaje tenebrosamente-acogedor”, haces que me pare en la frase nada común, pues en principio parece que se anteponen y sin embargo, tiene sentido en el contexto general del párrafo. Y otra frase que me parece acertada es el pensamiento de Virginia, de conocer a una enemiga que le inspira cierta confianza y a un hombre que asegurando estar de lado, la hace dudar de ello.
    Buen broche final compañero.

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    1. Buen consejo ese que das respecto a los diálogos Isabel. Efectivamente los diálogos son en el relato la manera de dar a conocer los personajes y de poner en conocimiento del lector aspectos importantes de la trama. Haberlo puesto sin más en boca del narrador quedaría muy artificial, además al ser un relato en primera persona hay cosas que quien narra desconoce en el momento en que se desarrolla la acción.
      Lo de lo excesivo del vestido llegué a pensarlo, lo que pasa es que es lo que Virginia tiene a mano pues no está en su casa sino de viaje, y teniendo que optar entre vestir informal o elegante elige lo segundo por las razones a las que se alude. A lo mejor no queda del todo bien explicado para el lector.
      Apunte interesante el que haces, Por lo general huyo de las dobles adjetivaciones sobre una misma palabra, son empalagosos, entorpecen la lectura y dan información redundante al lector. Pero cuando se trata de términos antagónicos ambos se refuerzan.
      Hasta aquí podríamos decir que llega la "presentación" de los hechos y los personajes. Ahora comienza el desarrollo de los acontecimientos.

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  5. Hola Jorge
    He empezado por este capítulo y me has dejado intrigada, así que voy a tener que leerte del revés.
    Me ha gustado el uso que has hecho de los diálogos, ágiles e intrigantes y sí, me he quedado con las ganas de ver cómo continuas la historia.
    Un saludo

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    1. Pues si he conseguido intrigarte Conxita he logrado mi objetivo. Como ves ya hay seis capítulos publicados en cuatro entregas, será un placer recibir tus impresiones. Saludos.

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  6. Buen... ¿Cómo lo has expresado tú, amigo Jorge? Intercambio de golpes dialécticos, eso es.
    Me gustan los diálogos, leerlos y escribirlos, y el tuyo es muy bueno. El sinvergüenza de Pujales le ha tomado a Virginia el pelo, sacándole información. Espero al menos que la cena fuera excelente.
    Espero el próximo capítulo.

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    1. Una de las dudas que tengo con este cuento Bruno es si no habrá exceso de diálogos. Más adelante hay algún capítulo sólo narrado, pero gran parte de la información se transmite al lector en forma de diálogos. Pensé en añadir algún capítulo intermedio descriptivo y sólo narrado pero restaba agilidad a la trama y lo descarté. A ver como ha quedado el resultado final. También me gusta leer buenos diálogos, pero escribirlos es bastante latoso, aunque con el tiempo uno va cogiendo soltura. Veremos como continúa la acción. Un abrazo.

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  7. Excelente el uso de los diálogos, me dejas asombrado, más aún cuando pienso en lo nulo que soy para escribirlos. Te han quedado tan sencillos para el lector que parece que los hubieses sacado de una. Has logrado que los que te leemos quedemos ansiosos y expectantes luego de que nos anuncias que es el final de la primera parte, es decir de la presentación. Un gran abrazo, amigo Jorge.
    Ariel

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    1. Pues otra cosa no tendrá, pero diálogos para hartarse. Lo de los diálogos se aprende poco a poco, leyendo mucho y practicando mucho, y los primeros que se escriben siempre salen bastante mal. Es una tarea pesada y latosa pero necesaria si se pretende afrontar un relato largo. Yo todavía estoy aprendiendo mucho en esto. Un abrazo Ariel.

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  8. Me ha hecho gracia cómo ese zorro de Pujales, sin saber nada, ha extraído toda la información que buscaba (o al menos parte), dejando un poco “en pelotas” a nuestra arqueóloga preferida. No sé, lo mismo más adelante se toma la revancha, je, je. Bien jugado, en un diálogo muy bien construido, restando importancia a las acotaciones (algo en lo que tú eres muy cuidadoso) para hacerlo más ágil, con esa forma de duelo dialéctico que te comentan. A mí los diálogos no me sobran para nada (lo digo por lo que comentas de la preocupación por recargar el texto de los mismos) Es jugárselo a la carta difícil, pues son los personajes, con sus gestos, sus palabras, sus expresiones, los que cuentan su historia. Como muy bien dices, cuando el relato es en primera persona, el diálogo es el único punto de contacto con el punto de vista y personalidad del resto de personajes.

    Por ponerte la pega y que no me digas “todo son elogios, algo habrá que no te guste” Me vas a disculpar si te pongo aquí un par de expresiones que me suenan raras (Y eso porque hay confianza), a ver si tú opinas lo mismo: “De la sorpresa dejé caer el cubierto, que acabó por terminar golpeando las baldosas”… Y la otra es, al final: “Llegué cansada y con sueño, y me arrojé en brazos de las sábanas” No sé… a ver si tú opinas lo mismo.

    Nos vemos en el siguiente compañero. Un fuerte abrazo

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    1. Hay una cosa que comentas en la que creo que tienes toda la razón, y es que construir parte de la trama en base a diálogos es jugárselo a la carta difícil, pues es mucho más sencillo narrar que construir un diálogo, al menos desde mi punto de vista. Y es más fácil hacer un mal diálogo que escribir mal unos párrafos sólo narrados.
      Ya sabes que no me molestan las pegas que me pones (yo lo he hecho contigo en alguna ocasión jeje) pero confieso que no acabo de ver cual es el problema en las dos frases que indicas, quizás si me dijeras que es lo te chirría sería más fácil :)
      De nuevo agradecerte tus siempre certeros comentarios y análisis y tu sinceridad a la hora de comentar mis textos. Un abrazo Isidoro.

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    2. Perdóname Jorge, tienes toda la razón del mundo, que cabeza la mía. Te digo lo que me chirría (conste siempre que es mi opinión)
      En la primera frase, "acabó por terminar golpeando las baldosas" resulta redundante a mi modo de ver, con una sola forma verbal es suficiente.
      En la otra, "me arrojé en brazos de las sábanas"... No sé, a ver si me explico. Se suele emplear la frase "arrojarse en brazos de Morfeo" para referirse a esto, pero tal como tú lo expresas, personalizando las sábanas, inmediatamente piensas en esa otra frase y, lo de las sábanas te suena raro... No sé si me explico.
      Espero que no me taches de excesivamente puntilloso, eh. Nos vemos en el próximo, compañero. Un fuerte abrazo

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    3. PD: He dicho una sola forma verbal. Perdón, "golpeando" no me sobra, es entre "acabar" y "terminar"

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    4. Pues tienes toda la razón Isidoro en lo redundante de la primera frase, lo corrijo enseguida, son de ese tipo de cosas que uno no ve de tanto haber leído lo mismo una y otra vez. Respecto a la segunda, el efecto buscado era ese mismo, un poco el personalizar la cama, el lecho acogedor, cambiando a Morpheo (frase demasiado manida) por las sábanas, es una frase intencionada, aunque no se que efecto habrá causado en el lector porque una cosa es como el autor concibe lo que escribe y otra lo que el lector percibe.
      Gracias por los apuntes, este tipo de cosas siempre ayudan a mejorar. Un abrazo compañero.

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  9. Es curioso que en el primer comentario se hable de la atracción entre la arqueóloga y el periodista. No sé lo que deparará la trama, pero no veo ninguna atracción entre ambos, ni un amago de ello jaja. En lo demás, y como bien dijo Isidoro, el periodista tiró de su repertorio profesional para obtener la información que quería. A fin de cuentas, con gente de este gremio hay que intentar cuidar cada palabra que se dice. A ver qué depara el siguiente capítulo. Un saludo desde Granada ;)

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    1. Quien sabe lo que la historia les deparará a estos dos, hay que seguir leyendo jeje. De momento efectivamente no parece que congenien muy bien. Un saludo José carlos para esa preciosa ciudad.

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  10. Lo de la tensión sexual no resuelta suena mucho por aquí, jeje, yo prefiero esperar a leer los sucesivos capítulos, porque por el momento coincido con José Carlos, también en lo referido a las artimañas del periodista, puesto que utilizó como el personaje en cuestión asegura, un viejo truco, que lo cierto es que me olí en el capítulo anterior en el que le hace referencia a ello, al recordar la impresión que le causó a Virginia la fotografía en cuestión cuando se la mostraron por primera vez. Vas tejiendo la trama poco a poco, Jorge, como buen narrador, veremos lo que me depara el futuro, aunque sea la última en enterarme, no seré la menos entusiasta. Un abrazo enorme.

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    1. Ya ves Eva, que mal pensados que son los lectores que pululan por el blog jeje. Y que perverso nos ha salido este periodista con dobles intenciones, será tan malo como parece o resulta que es un trozo de pan? Se agradece el entusiasmo que pones en la lectura, espero que la historia no defraude en capítulos sucesivos. Un abrazo.

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