Beatriz. Tu nombre evoca
en mi memoria sentimientos encontrados. Imposible olvidar esos ojos de un verde tan profundo y el cabello negro que te caía en bucles
ondulados sobre los hombros. Jamás amé a nadie como a tí, jamás
amaré a nadie de igual modo.
La nuestra era una relación imposible. Tú pertenecías a una familia de clase alta, fuiste educada para ser la mujer de algún rico hombre de negocios que te proporcionara un apellido de renombre y unos cuantos hijos que continuasen la estirpe de los tuyos. Yo sin embargo no soy más que un pobre desgraciado que un día tuvo la dicha de cruzarse en tu camino, y en esta sociedad del XIX levantada sobre rígidos principios Victorianos nuestro amor estaba condenado a un fracaso inevitable.
Cuando tus padres se enteraron de lo nuestro te prohibieron verme. Juré entonces que serías mía o de ningún otro. Al poco tiempo la enfermedad comenzó a manifestarse en tu frágil cuerpo. Los ataques y las convulsiones fueron haciéndose cada vez más frecuentes, los médicos no daban con el origen del mal y el diagnóstico de Monseñor fue claro. Decidieron someterte a un exorcismo.
De saber el trágico
final de la sesión probablemente no hubieran seguido adelante. Te
enterraron al cabo de tres días, bajo una lluvia persistente y un
coro de llantos desconsolados. Yo lo contemplaba todo desde una
prudencial distancia.
Han transcurrido dos
jornadas y al fin llegó el momento. Juré que serías mía y de un
modo u otro permaneceré fiel a mi promesa. Salgo a media noche hacia el
cementerio. Las calles están vacías, abrazadas por una niebla
espesa. La verja que da acceso al recinto produce un chirrido que se
me antoja excesivo. Estás enterrada en una tumba apartada, bajo una
lápida blanca que parece proclamar a los cuatro vientos tu pureza.
La levanto y comienzo a excavar, la tierra está suelta tal como
había acordado con el sepulturero a cambio de unas monedas. Al fin
un golpe seco me indica que he dado con el ataúd. Salto al agujero y
no sin esfuerzo consigo levantar la tapa. Tu cuerpo inerte me muestra
toda su hermosura. Te acaricio el rostro pálido y frío, ¡cuantas
veces, oh Beatriz, mis manos se han recreado con el tacto de tus
mejillas!
Entonces mi corazón da
un vuelco y se acelera. Tus ojos se han abierto y me observan con la
mirada perdida, parecen una ventana hacia el más allá, un abismo en
el que me siento caer sin remedio. Me sonríes, es una mueca extraña,
diferente a la línea perfecta que tantas veces he visto a tus labios
dibujar sobre ese rostro. Tiemblo, no se si es por la llovizna que me
empapa, por la emoción o por el miedo.
Me inclino y te beso la frente. Tu cuerpo comienza a ganar el calor que le faltaba. Te
supongo confundida y asustada y te hablo tratando de tranquilizarte.
– Mi amor, todo está
bien, la droga ha surtido efecto y todos te dieron por muerta. Los
ataques que simulabas ayudaron a convencerlos. Ahora estás
despertando. Una barcaza nos espera en el puerto y marcharemos
lejos, tal como planeamos.
Aguardo la respuesta, cada
vez pareces más viva, tus labios son capaces al fin de articular unas
palabras.
– He visto la
muerte... y es hermosa, plácida, indolora... amor mío... ¡quiero
morir, quiero estar muerta!
Me rodeas con los brazos de
repente y tus dientes se clavan en mi cuello. Siento resbalar la
sangre tibia sobre la piel. Estaremos siempre juntos, sí... ¡aunque
de una manera diferente a la que habíamos previsto!
Beatriz por Jorge Valín Barreiro se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://brumasdegallaecia.blogspot.com.es/2015/02/beatriz.html.
Beatriz por Jorge Valín Barreiro se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en http://brumasdegallaecia.blogspot.com.es/2015/02/beatriz.html.
El caso es estar juntos. Romántico y tétrico. Me encanta. Bienvenido a El Círculo de Escritores, Jorge Valín. Un abrazo
ResponderEliminarHola, Jorge. Cómo me alegra que estés por estos lares. Como dije, un gran relato con doble giro final que se lee sin como el agua.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias Ana y Ricardo por vuestros comentario. Ricardo, hay que ampliar horizontes, yo también me alegro de coincidir por aquí con vosotros.
ResponderEliminarMuy buenos los dos giros, totalmente inesperados. Un cuento muy romántico con un final macabro.
ResponderEliminarUn saludo, Jorge.
Gracias Federico, un placer tenerte por aquí.
EliminarHola Jorge. Que gusto leerte en tu propia página. Yo también me he decidido a publicar en una, reconvirtiendo un blog que tenía abandonado para hacerlo mi pequeño escaparate literario. Un saludo también a los amigos Ana Lía, Ricardo y Federico, os he empezado a seguir igualmente.
ResponderEliminarUn abrazo a todos.
PD: Ana Lía, ¿qué es el Círculo de Escritores? Estoy intrigado.
Gracias Enrique, bienvenido :)
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. Inesperado y romántico. Un gran relato.
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