Este relato concursó en la edición #cuentosdeNavidad de Zenda de 2024. Es una adaptación de un microrrelato que escribí para uno de los microrretos de El Tintero de Oro. No ha quedado muy navideño, más allá de algunas referencias a la Navidad que se dan a lo largo del mismo, pero ¿Quién ha dicho que debiera serlo?
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Un hombre vestido de negro camina cabizbajo a lo largo de las calles de la urbanización. Le duele el cuerpo después de soportar las penalidades del largo camino. Ha recorrido un vasta distancia, aunque tan solo unas horas atrás se hallaba todavía en el punto de partida. En los jardines de las viviendas, cada abeto se engalana con un traje de de luces multicolor, encendiendo y apagando el paisaje mientras la nieve sangra en tonos rojos, verdes y anaranjados. Colgadas de las ventanas titilan luminarias que semejan escupir mensajes en un morse ininteligible. Un muñeco de nieve le sonríe, tan inexpresivo como se han vuelto sus propias emociones. Tras las paredes de las casas se adivina alegría, transpiran la esperanza que sólo esas fechas edulcoradas son capaces de insuflar hasta en los corazones más endurecidos. Esperanza que, sólo él lo sabe, pende de un fino hilo de plata.