Glosario: Culombio: Unidad de carga eléctrica en el Sistema
Internacional; Amperio: Unidad de
corriente eléctrica en el Sistema Internacional; F2, F3 y F5: Denominación
en el Centro de las aulas de segundo, tercero y quinto curso de la
Especialidad.
*****
La historia que voy a contaros
sucedió allá por los últimos años de la década de los ochenta y tuve ocasión de
vivirla en primera persona. Estudiaba por aquel entonces el tercer curso de una
Especialidad Técnica en un colegio gestionado por una orden religiosa de ideas
ultraconservadoras, cuyo nombre me abstendré de comentar. Una de las particularidades del Colegio eran los llamados Jefes de Día, alumnos que por una jornada dejaban la asistencia a clase para ejercer de recaderos por todo el Centro, sujetos al mandato del profesor de turno o de quien se terciase.
Alejandro era un alumno de cuarto
que había cursado la educación primaria en el propio Colegio. Aunque no era habitual
que estudiantes de la Especialidad ejerciesen la función de Jefe de Día, por
alguna extraña razón al chaval le gustaba dicha encomienda y por petición
propia no eran pocas las veces que desempeñaba tal cargo.
Resultó que cierto día en que el
muchacho se aburría no se le ocurrió nada mejor que echar mano de otro chicuelo que esa jornada lo acompañaba en tan importante labor, con la idea de argüir una
trama que con el tiempo terminaría por devenir en legendaria. Era este segundo personaje un niño de primaria y por todos es sabido, o al menos debería serlo, que por la particular educación impartida en el
Centro tendían a imprimirse en el carácter de estos zagales dos condiciones que servirían a la perfección a los propósitos de Alejandro: Sumisión y
obediencia, reforzadas además con altas dosis de ingenuidad. Vamos, que eran un poco pardillos que podríamos decir.
Conocedor de semejante ventaja nuestro protagonista tomó al chaval por banda y con la mayor seriedad de la que
fue capaz le entregó una bolsa vacía junto con un mandato inapelable: Vete junto a Don José, que está dando clase
en F5, y dile que te de un kilo de Culombios Amarillos. El pobre crío, que
ni idea debía tener de lo que era un Culombio y menos de color amarillo, y todo
lo más que le sugeriría dicha palabreja debía ser una malsonante parte
anatómica que difícilmente se podría imaginar en ese tono, corrió raudo a
cumplir su cometido tal como su espartana educación le inducía a hacer.
Como podréis imaginar el
cachondeo de la clase al ver aparecer al niño con su impecable uniforme de
pantalón gris y chaqueta azul, recitando con total convicción el mandamiento e ignorante de la broma en la que estaba siendo partícipe, rozó los
niveles del paroxismo. Aquello hubiera quedado en una simple anécdota de no ser
porque la vena cómica de Alejandro y su insaciable afán de protagonismo
le impelían a sacar el mayor partido al suceso, que por unas semanas se había convertido en chascarrillo habitual en las reuniones de pasillo.
Así pues al poco tiempo,
ejerciendo nuevamente el inefable las labores de Jefe de Día, se dirigió hacia
el comedor y tomó una botella vacía, papel, rotulador y un rollo de celo, y con
estos cuatro elementos más la inestimable colaboración del pardillo de turno se
dispuso a pergeñar un nuevo y magistral embuste. Toma esta botella y vete a F5, donde está Don José dando clase, y le dices que te la llene, le ordenó. Y
allá fue nuestra segunda víctima recorriendo los pasillos en busca del aula, portando
inocentemente una botella que en su centro llevaba pegado un papel que en letras
bien grandes y legibles rezaba: AMPERIOS.
A buen seguro Alejandro estaría
desternillándose en su asiento pensando en la repercusión de su genial idea. Y en efecto de nuevo en esta ocasión la broma volvió a desatar las risas de la clase y del propio maestro, quien sin embargo vio la oportunidad de apuntarse un tanto continuando la gracia. Ni corto ni perezoso pidió al cándido rapaz que se acercase e investido por la autoridad que le daba su rango le dijo: Vete a F3, donde está Don Manuel dando clase, y le dices que te llene la botella. La algarabía fue generalizada y todos apaludieron la ocurrencia.
Pero al profesor se le había escapado un matiz que daría un enfoque imprevisto a la broma. Y es que el tal Don Manuel se había ganado con todo merecimiento cierta fama de borrachín pues no era infrecuente verle los fines de semana con una melopea del quince por la zona de vinos de la ciudad, donde coincidía no pocas veces con los alumnos. El imberbe Jefe de Día llevaba en sus manos una bomba de relojería.
Pero al profesor se le había escapado un matiz que daría un enfoque imprevisto a la broma. Y es que el tal Don Manuel se había ganado con todo merecimiento cierta fama de borrachín pues no era infrecuente verle los fines de semana con una melopea del quince por la zona de vinos de la ciudad, donde coincidía no pocas veces con los alumnos. El imberbe Jefe de Día llevaba en sus manos una bomba de relojería.
Y llegamos al punto en el que
puedo contaros los hechos de primera mano pues me encontraba en F3 recibiendo
la siempre instructiva clase de Don Manuel. Escuchamos con curiosidad unos
toques ligeros en la puerta. La voz de Don Manuel que concede el permiso
pertinente. Un empequeñecido zagal aparece en el umbral y se dirige con paso
vacilante hacia el profesor. Éste lo mira desconcertado. El silencio en la
clase se podría pesar, tal era la expectación. Y entonces el niño levanta ambos
brazos, se aclara la voz y mostrando la botella le espeta: ¡De parte de Don José, que me la llene!
La carcajada general fue sólo
comparable al enrojecimiento de las mejillas del maestro y su iracunda
expresión. Donde para uno la gracia estaba en la imposibilidad de llenar
una botella de Amperios, para el otro
era una burla directa a su persona. Con evidente enfado Don Manuel cogió al
chaval por el hombro y allá se fue en busca de su colega dispuesto a ajustar
cuentas. La clase quedó durante varios minutos sin gobierno sumida en un coro
de risas y griterío, y los más temerarios se asomaron al pasillo esperando
escuchar unas voces que a buen seguro pondrían en peligro hasta la estabilidad
de los cimientos del colegio.
La reacción de los alumnos de quinto curso al ver aparecer por la puerta al circunspecto Don Manuel con cara de enojo portando en su mano una botella de Amperios es algo que, como dice cierta campaña publicitaria, no tiene precio. Al final el malentendido terminó por
aclararse. La botella de Amperios todavía efectuó un último viaje hasta F2
donde estaba dando clase Don Ceferino, enviada esta vez por los ahora aliados
Don Manuel y Don José. Por suerte para el irreverente Alejandro los tres
profesores implicados pertenecían al grupo de contratados externos no adscritos
a la Obra y lo que podía haber derivado en una sanción disciplinaria quedó en
una simple anécdota que corrió como la pólvora por el Colegio durante los
siguientes días, sin mayor trascendencia.
Ha pasado el tiempo pero todavía cuando
me junto con algún antiguo alumno suele salir a relucir la historia del kilo de
Culombios amarillos y la botella de Amperios que tanto dio que hablar y que
sigue aún hoy en día, muchos años después del suceso, sacándonos una sonrisa.
Ja, ja, ja. Hacía tiempo que no me reía tanto. Qué historia tan original y divertida. Me parece ver la cara de los pobres pardillos. Pobrecitos. Desde luego hay que reconocer que eres muy bueno. Te felicito Jorge como te superas en cada relato. Un beso muy grande
ResponderEliminarPues esta original historia ocurrió así como la cuento, en esta ocasión no es inventada, y nos reímos un tiempo a cuenta de ella. gracias por pasar Ana, un beso.
EliminarReírse a costa del "pardillo" de turno, era bastante habitual. Qué entraran en el juego no uno sino tres profesores, parece algo que habla de las grietas que había para poder colarse y reírse a placer en instituciones tan rígidas y serias.
ResponderEliminarNo dejaba muchas grietas la institución en concreto pero las pocas que había era para aprovecharlas. Gracias Pilar y bienvenida.
EliminarUn relato divertido y muy bien contado, Jorge. Me encantó el hecho de que los profesores no fueran tan estructurados y pudieran unirse a la broma. En todos lados hay un "pardillo" (palabra nueva para mí) al que mandan al frente.
ResponderEliminarBuen domingo y abrazos.
Pues aquí es España un "pardillo" es un ingenuo del que todos se aprovechan, supongo que ahí del otro lado del charco tendréis alguna palabra para decir lo mismo. Un abrazo Mirella y feliz semana.
EliminarPues yo quiero romper una lanza en favor de los "pardillos",... ¿es que no os dan pena?... jajaja. Muy bueno!
ResponderEliminarclaro que la dan los pobres, encima del corsé con el que los sujetaban tenían que aguantar al bromista de turno, pero estas cosas han pasado y pasarán siempre. Gracias por el comentario y bienvenid@.
Eliminar¡Vamos! Más claro agua... que estudiaste en un colegio del OPUS.
ResponderEliminarAlejandro y su pardillo particular, que me recuerdas aquellas pelis de historietas de la mili de Alfredo Landa, de “Catetos a babor” y las inocentadas propias del gremio, en el fondo chicos ingenuos, pues la broma no fue demasiado subida de grados pese al profe borrachín.
Una divertida historieta a costa del pardillo de turno ¡pobrecito!
Oye Jorge , pues para haber estudiado en un colegio del OPUS, pese a ello, saliste indemne, quiero decir que por opiniones sociales que te he leído, la Obra, por fortuna, no pudo contigo ¡menos mal!
En otro orden de asuntos: Enhorabuena Jorge por esa "Festa do Albariño" de este año, unos amigos canarios estuvieron por ahí y me contaron maravillas. Salú.
Mmmm no lo dirás porque aparece la palabra Obra en alguna parte de la historia? o tal vez por la definición ultraconservadora? mira que de esas hay alguna más. Mis labios están sellados, no vaya a ser que me cierren el blog que algunos tienen los tentáculos muy largos, así que cada uno imagine lo que quiera. Bien mirado a través de los años, la verdad es que todos éramos un poco pardillos por aquel entonces, aún recuerdo el día que me hicieron recorrer medio colegio para entregar un papel en el extremo más perdido, menuda tarde... pero esa es otra historia. Debo decir en honor a la verdad que por más que se hubiera intentado, jamás podría haber encontrado una escuela mejor en técnicas de manipulación psicológica y tergiversación de la realidad que los años que pasé en aquel colegio y en contacto con determinada gente fuera del Centro, lo escribo sin ánimo de exagerar ni espíritu de revancha, así que eso me he llevado. Por lo general el paso por estos Centros produce dos tipos de sujetos, el ciegamente adepto a la causa y el que termina por descubrirle el lado oscuro, yo debí ser maestro Sith en otra vida y así he terminado. Conozco casos que acabaron al revés, y si os contase algunas de las cosas que se vivían no sólo en el colegio sino en los Clubes, seguramente muchas de ellas no las creeríais, y de nuevo intento no ser exagerado. Es increíble, y lamentable, el tipo de cosas que pasan delante de nuestras narices sin que nos demos cuenta y con total permisividad. Y termino que me enrollo... este comentario se autodestruirá en 5, 4, 3... Un abrazo Isabel antes de que esto explote... 2, 1...
EliminarReleyendo... me suena fatal mi comentario y es que parece mentira que escriba cuentos e historias y a veces me explique "como el culo".
ResponderEliminar¿Por qué me vino a la cabeza la peli de Catetos a babor? porque creo recordar, aunque a lo mejor me equivoco de película, que al pardillo del turno (Alfredo Landa) lo mandaron como novatada a regalarle un pollo al Capitán, o al mandamás para que así le diera días libres con el consiguiente castigo.
La mili, los colegios, los colegios mayores y hasta las universidades (lo se por experiencia propia), las novatadas eran del estilo de la tuya, hoy se llamaría abusos, pero era lo que había ¿a qué sí?
Bueno esto en realidad fue una bromita de nada, si hasta los profes terminaron por involucrarse, creo que fue un poco de aire fresco en un ambiente más bien opresivo. Vamos que si los niños no se traumatizaron con otras cosas, menos con esto jeje
Eliminar¡Anda! Hemos coincidido y escrito casi al mismo tiempo... espera que te lea...jajja leído.
ResponderEliminarTranquilo que esto no explota, en su momento eran todo poderosos con el amparo del régimen, pero ya van en franca decadencia por fortuna. No me extrañaría nada de lo que contaras. Mis hermanas y yo estuvimos interna unos años en un colegio de dominicas porque en el Sahara no habían colegios "adecuados", y fueron los años más infelices de mi vida, así que te entiendo.
Un abrazo Jorge, al niño que fuiste y al hombre que salió indemne de la quema, por fortuna.
Tú crees que no siguen siendo todopoderosos al amparo del régimen? no han cambiado tanto las cosas, sobre todo el dinero no ha cambiado demasiado de manos y ahí donde está el dinero es donde los vas a encontrar, ese es el verdadero poder. Bueno de todo se aprende en esta vida y supongo que de un internado en las Dominicas también, debió ser duro. Abrazos también Isabel.
EliminarMuy bueno, Jorge. Es un relato muy fresco y desenfadado. Sea en un colegio de allí o en uno de aquí, me parece que pasan cosas similares. Y siempre hay un alumno de esos que, por aquí decimos, los otros "toman de punto". Los términos que no conozco, como soy muy curioso, se los pregunto a Google que todo lo sabe, me divierte hacerlo, no solo que no me opaca la lectura sino que la hace más entretenida. Un abrazo.
ResponderEliminarAriel
Hoy en día el google te responde a casi todo, siempre está bien aprender de otras culturas, el disfrute es recíproco. Un abrazo Ariel y gracias por pasarte.
Eliminar¡Qué relato tan divertido, Jorge, y encima de todo verídico! Tras leer tu relato no puedo dejar de rememorar anécdotas ocurridas en mi etapa de estudiante, aunque no tan surrealistas como ésta.
ResponderEliminarUn saludo y muchos amperios.
Pues ya sabes Bruno, es una buena excusa para darle forma literaria a alguna de ellas jeje. Un saludo y feliz verano.
EliminarHay qué ver la que se puede liar por una broma más o menos ingenua. Lo cuentas de tal manera que me estuve yo recorriendo los pasillos de ese colegio yendo de un aula a otra.
ResponderEliminarAl igual que a la comentarista Tara yo también he pensado en un colegio del Opus Dei. Yo no estudié en uno pero conozco a gente que sí y sus descripciones son tan parecidas a las de este relato...
Sea como fuere esas experiencias hacen callo y pueden ser provechosas, tú lo has demostrado.
Un abrazo fuerte, Jorge.
Menos mal que el lío no pasó de broma y al final todos nos reímos un rato. Si yo os contara sobre colegios del Opus, Paloma... Un abrazo.
EliminarPobres pardillos, lo has contado con mucha gracia Jorge. Lo cierto es que estas historias aunque pase el tiempo se siguen recordando con risas frescas porque en el fondo no había más que tomar un poco el pelo pero sin maldad. Aunque a veces a algunos se les iban de las manos esas novatadas y se convertían en experiencias de mal gusto y de humillación. No es para nada el caso de tu historia, que se lee con una sonrisa en los labios y como dice Paloma te ves arriba y abajo recorriendo esos pasillos siendo un poco pardilla, jajaja.
ResponderEliminarUn beso Jorge.
Cierto que quien más quien menos tiene historias como esta en la memoria, a veces siendo niños éramos un poco malos, pero en este caso la cosa tuvo su gracia. Gracias por pasarte Conxita y bienvenida de tus vacaciones. Besos.
Eliminarme gusta mucho lo que escribes es un placer el haberte encontrado
ResponderEliminarGracias Recomenzar.
EliminarQue conste que hoy en día con el furor que hacen los Minions lo tendría más crudo el tal Alejandro para que el pardillo de primaria tragase con los culombios amarillos ;) Bromas aparte, Jorge, me ha encantado cómo cuentas una divertida anécdota que has vivido en primera persona, ni que decir tiene que eran otros tiempos (creo que éramos bastante más pardillos que los críos de ahora, al menos para algunas cosas), pero está claro que eres capaz de sacarle la sonrisa a cualquiera con semejante recuerdo. Un abrazo, y seguiré leyéndote anárquicamente, Jorge, pero leyendo al fin y al cabo.
ResponderEliminarEran otros tiempos Eva, es cierto, aunque creo que la "educación" impartida en el colegio, donde primaba la sumisión moral e intelectual sobre cualquier otra cosa, hacían buena parte del trabajo. Gracias por tu lectura y por dejar un comentario. Un placer que pases por aquí, aunque sea anárquicamente :)
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