El llanto quejumbroso
rasga el aire. En la habitación impoluta, gentes tocadas de azul celeste, gorro
y mascarilla se afanan con presteza mientras María se retuerce entre punzantes dolores.
Es el precio de traer al mundo una nueva vida. Un futuro incierto de dichas y
padecimientos comienza su andadura.
—Sólo será un
pinchazo de nada, Amadeo.
—No, todavía
no.
—Verá como se siente mejor, no se haga de rogar.