Mis
piernas temblaban cuando fui a comprar el telescopio. Me sentía culpable, como
si descubrir los secretos indecibles que se extendían más allá de la ventana
fuese un sacrilegio. Y quedé atrapado en ese pecado, alimentándome cada noche
de la ambrosía que emanaba de aquella estrella celestial.
Era muchas en una. Berenice, con la cabellera ondeando al viento. Casiopea, sentada frente al espejo forzando muecas irreverentes, cual niña traviesa. Andrómeda, las formas insinuándose bajo la fina seda, tumbada en el lecho, a veces leyendo, otras garabateando quien sabe qué pensamientos sobre un diario; ojalá poder robarlo, ojalá acceder a su corazón plasmado en tinta. Virgo, la promesa de un futuro siempre esquivo.
Aunque
para virgo, yo mismo.
No
me impacientaba la hora del clímax. Cuando acontecía, me recreaba en la tela
desposeyendo su cuerpo, la voluptuosidad de aquellos senos apuntando a mis
sentidos, la quemazón hiriente de la lujuria que rezumaba la redondez de sus
caderas. Después, las sábanas la abrazaban y con un clic imaginario se hacía la
oscuridad. La lente quedaba opacada hasta la sucesiva noche, pues no tenía ojos
sinó para esa única estrella.
Hasta
aquel día.
Fijó
las pupilas justo donde yo estaba. ¿Me habría visto? ¡era demasiada la
distancia! Se acercó a la ventana y, sin dejar de mirarme, sonrió. Su expresión
se deshizo en un mar de constelaciones. Y la persiana cayó como un reproche silente.
Permanecí
unos minutos hipnotizado, la incertidumbre susurrando a mi oído, la culpa
atenazándome.
Y
entonces sonó el timbre.

«Y los sueños, sueños son».
ResponderEliminarBuena aportación.
Un abrazo.
Jajjaa. Muy buena historia y mejor aún final.👏👏👏
ResponderEliminarLo de " Puedes leer el resto..." pensaba que iba a seguir "...de la historia y como acabó con la vecinita".
James Stewart te la firmaría.
AbrZooo
Bueno, soy gabiliante
ResponderEliminarEstamos todos entregados a estos ojos que se acercan desde el fondo del Universo, conmovidos con tus letras, y de pronto casi al unísono del timbre, una voz grita: "Delivery". )Sí, a veces mi maldad surge sin pensar,) Un abrazo
ResponderEliminarMuy bueno, amigo Jorge, muy bueno. Ese paralelismo entre la vida de un voyeur y el universo de las constelaciones en una simbiosis perfecta me ha encantado. Y, además, nos dejas con la incógnita de las intenciones de la visitante, aunque quiero quedarme con la que todos imaginamos, o eso creo...
ResponderEliminarSigues en tu línea, compañero, escribiendo con una clase que está al alcance de pocos.
Un fuerte abrazo.
Palabras mayores, Jorge. Al principio no queda muy claro qué esta viendo, eso ya se devela después. Un relato muy sensual. Me gustó especialmente cómo lo terminaste, uno se imagina la continuación de esta historia de voyeurismo, pero ahora sin persiana de por medio. Enhorabuena.
ResponderEliminar"Y entonces sonó el timbre...", y así nos deja este voyeur de las estrellas, no sé si estrellado, depende del final, pero el placer de la contemplación de sus constelaciones vecinas no se lo quita nadie. No es fácil escribir desde la sensualidad con clase, incluía la culpabilidad como ingrediente.
ResponderEliminarBuen aporte, Jorge.
Un abrazo estelar.
Hola, Jorge, muy poético. Me encantó el párrafo de la "mirada". Su estrella era otra, no estaba en el cielo y, bueno, el telescopio podría verla, pero mejor la realidad... Nos imaginamos que detrás de ese timbre estaba su estrella, no para echarle la "bronca" por espiarle, sino por todo lo contrario. ¡Que triunfe el amor!
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Hola, Jorge. Genial la forma de rompernos los esquemas por dos veces en una historia tan breve. El motivo de la culpabilidad del protagonista que se desvela en el tercer párrafo y no despierta ninguna simpatía y ese final inesperado que queda un poco abierto a la interpretación. Estupendo tu micro.
ResponderEliminarMe gusta el relato por lo siguiente:
ResponderEliminarLas mujeres-estrellas: Berenice cabellera, Andrómeda en seda, Virgo futura esquiva — mito erotizado.
El clímax con "clic imaginario": lujuria que se apaga como luz de cuarto.
El timbre final: persiana como reproche, mirada devuelta, culpa que llama a la puerta.
En resumen: un cuento de deseo estelar que dice: mirar al cielo es pecado... y **el cielo, te devuelve la mirada.
Te felicito.
¿Le cortaron el rollo definitivamente o empezó la lluvia de estrellas? Estos microrrelatos siempre nos dejan a medias y con ganas de más. Espero que no tocase el timbre un repartidor o la policía, en estos tiempos ya se sabe. La historia pide su dosis de romanticismo urbano. Saludo.
ResponderEliminarHola Jorge, tu genialidad reside en no espías a una mujer, sino que veneras a una constelación viviente, proyectando en ella arquetipos eternos —Berenice, Casiopea, Andrómeda— para intentar domeñar la inalcanzable complejidad de un ser humano real. Ese "Y entonces sonó el timbre" final es un golpe maestro de narrativa: no es solo el fin de la fantasía, es el momento en que el objeto observado se rebela, cruza el umbral y devuelve la mirada, transformando al dios oculto en un simple hombre, aterrorizado y culpable, a punto de enfrentar las consecuencias de su propio mito. Es un final perfecto que convierte toda la historia previa en una escalofriante preparación para un juicio inminente. Abrazos virtuales desde Venezuela
ResponderEliminarHola, Jorge. Una vez más, me encandilas con tu forma de contar. Final abierto, ¡me encanta!
ResponderEliminarUn abrazo.
Beautiful blog
ResponderEliminarPlease read my post
ResponderEliminarHola, Jorge. Buen relato. Desde el principio nos dejas entrever que el protagonista algo trama al sentirse culpable al comprar un telescopio.
ResponderEliminarEsperemos que quien toque el timbre sea la vecina y no la policía jaja 😂
Saludos.
Inquietante relato. Los telescopios sirven para más cosas que para ver las estrellas. Y por responder a Cynthia, creo que a la vecina no le habría dado tiempo a llegar así es que me inclino más por la policía. En fin, merecido lo tiene. Un relato muy bueno con ese final abierto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Esto raya en relato erótico festivo estelar. Este mirón de barrio celeste parece que se excita con las insinuantes poses y ligeras vestimentas de las diosas señoras de la noche. Ya te digo que al final el "Ojo indiscreto" tiene suerte y se reboza en polvo de estrella,
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Jorge ese telescopio ve demasiadas cosas je je je. .
ResponderEliminarTe quedó genial toda la historia.
Ese final nos deja en suspense
Yo apuesto a que es la vecina....
Un abrazo
Puri