miércoles, 24 de enero de 2018

Niña de ojos tristes

Contemplas el mundo, niña de los ojos tristes, a través de esos cristales enmarcados en una montura dorada. Un mundo que ha cambiado desde la última vez en que pudiste aventurarte por sus confusos senderos. O quizás no haya cambiado tanto, pero a ti te lo parece.

Respiras de nuevo el aire entumecido con el rancio humo de los tubos de escape, mas esa atmósfera viciada te sabe a libertad en los pulmones. Hace calor, el verano resplandece exhibiendo sus mejores galas y sudas bajo tus amplios ropajes.

Pronto verás de nuevo rostros familiares, lo poco que todavía te mantiene apegada a ese mundo del que hace años desertaste. Pero no sueñes demasiado, niña de triste mirada, pues ni ellos ni sus vidas forman ya parte de la tuya.

viernes, 12 de enero de 2018

Un chico sincero (Parte II de II)

Luces de colores en el firmamento estrellado, los últimos éxitos del momento a todo volumen machando los oídos, cuerpos rozándose entre codazos y empujones en un espacio saturado, copas de hielo y alcohol protegidas con manos delicadas. Pasión en las miradas, a veces deseo, otras desconfianza, sonrisas de postín y sombra de ojos disimulando la falta de sueño, abismos de pupilas en los que se refleja la ausencia. Palabras deshinibidas, carcajadas que desalojan penurias y frustraciones, desconocidos que se conocen de toda la vida tan sólo por una noche. Camisetas ajustadas y faldas cortas, tacones demasiado altos que no alcanzan para tocar el cielo, efluvios de perfumes caros, chutes de endorfinas, sensaciones artificiales en forma de aspirina pero menos inofensivas. Caricias furtivas, cazadores sin licencia y gacelas esquivas, besos que dejan una impronta de rojo carmín con sabor plástico. Ángeles de otros mundos con mundanos escotes detrás de una barra, que te venden por una noche el olvido.

martes, 9 de enero de 2018

Un chico sincero (Parte I de II)

Julio Carrascosa estaba sentado frente a la espaciosa mesa de trabajo, del otro lado el Doctor Bermúdez terminaba su sesión semanal con el muchacho. Era el suyo un caso difícil, una rareza de esas que se tenía la suerte, o la desgracia dependiendo la paciencia del profesional con el que topase, de encontrarse una única vez en toda una carrera. Pero aunque Bermúdez se hallaba ya en la recta final de su dilatada trayectoria, la dolencia representaba un reto en el que volcaba todos sus esfuerzos con la ilusión de un primerizo. Tras las gafas de montura de pasta que disimulaban unas cejas en exceso pobladas el médico repasaba las notas con que había llenado el cuaderno esa tarde. De vez en cuando se rascaba el pelo encanecido que a ambos lados de la cabeza delimitaban su prominente calva.